Si viste La cantina de medianoche (Midnight Diner: Tokyo Stories, en Netflix), vas a entender de qué se trata Buri Omakase. Algo de ese espíritu íntimo y sencillo atraviesa también este restaurante escondido. Tal vez sea porque está en el segundo piso de un edificio silencioso de Palermo, o porque solo acepta diez comensales por noche (y más de alguno será un personaje pintoresco como los de la serie).
Hay un chef, una barra, y sobre la mesada, pescados de anzuelo fresquísimos, recién fileteados, que descansan en una bandeja impecable. Apenas te sentás, se percibe la promesa: durante dos horas el tiempo se detiene. Vas a comer lo que trajo el mar y lo que Marcello Elefoso —igual que el cocinero de la cantina de la serie— decidió servir en su menú.
Perfil bajo, pocos saben que se trata de un omakase con una propuesta realmente original (la búsqueda de pesca poco frecuente, como papafigo, por ejemplo, y sus técnicas de maduración) que fue premiada por la Guía Michelin en 2024 y 2025.
Elefoso (él lo abrevia como Ell), es un cocinero argentino, pionero en traer (junto a otro pequeño grupo de chefs) el pez limón y la anchoa de banco a Buenos Aires. Encontró en el mar y en la técnica japonesa su forma de expresarse en la cocina.
Japo en clave argentina
Marcello no nació en Japón, pero entendió el corazón de su gastronomía como pocos. Su forma de trabajar transmite el respeto, la paciencia y la precisión que definen al verdadero itamae. Aprendió el oficio con maestros como Néstor Yamashiro y Ariel Taira, y durante años fue profesor de sushi. Pero siempre tuvo en la cabeza el tema de la calidad de los pescados que llegaban a Buenos Aires.
Hasta que un día fue a pescar pez limón con Lisandro Ciarlotti (chef marplatense referente de la pesca, dueño de los restós Lo de Tata y Caldo). Ese pez —que en japonés se llama buri— se convirtió en su símbolo y en el nombre de su restaurante.
Fue ahí cuando comprendió por dónde debía seguir su camino. Durante mucho tiempo, Ell navegó por el sushi de moda: rolls con salsa agridulce, ceviches, tempuras. Hasta que un día empezó a limpiar su cocina como quien depura una idea y se concentró en lo esencial: el pescado argentino. Y así fue buscando y encontrando especies, técnicas de madurado, de cortado y de sabor.
En su cámara de maduración descansan piezas que pueden esperar tres días o un mes, según el punto ideal que busque. Hoy tiene su propia red de proveedores, con pesca de anzuelo que llega desde la Costa Atlántica directo a su barra.
El omakase, la gracia de la simpleza
En Buri, el menú cambia según la pesca disponible, pero el formato se mantiene: 16 pasos que fluyen entre fríos, calientes y curados. Puede empezar con un chawanmushi (flan salado japonés) con langostinos, espárragos y huevas de trucha; o con unos hongos marinados en dashi y miso.
También aparecen cholgas cocidas en sake, un tartar de wagyu argentino con yema curada, o una anchoa de banco madurada y grillada en robata (un tipo de parrilla japonesa) hasta lograr una piel crocante.
“Primero quiero que sacies el hambre, por eso sirvo los platos más potentes al principio y dejo la pesca fresca, limpia, para el final. Así podés apreciar los sabores y las texturas diferentes de cada pescado, no estás ansioso por comer”, explica.
Es entonces cuando llegan los nigiris y sashimis, servidos en el orden que Marcello elige, cuando el comensal ya está relajado. Entre las especies más frecuentes aparecen besugo, chernia, lisa, jurel, caballa, pejerrey de mar, trucha, papafigo, lenguado, trilla y anchoa de banco.
El final puede incluir una sopa hecho con espinazos y cabezas maduradas —una excelente forma de contar el aprovechamiento total de su materia prima— y un postre que es puro espíritu japonés: helado de sésamo integral con aceite picante y katsuobushi (¡la gloria!).
Las bebidas
En la barra hay una selección pensada para acompañar la evolución del menú: sakes japoneses, whiskies, cervezas artesanales y una carta de vinos argentinos que incluye etiquetas blancas, naranjas, rosadas y tintas de bodegas con carácter.
Y si después del omakase querés bajar un cambio, podés cruzarte al Buri Lado B, el bar donde podés tomar diversos tragos o, incluso (si no comiste el menú) probar el único plato que se sirve de este lado del departamento: ramen tonkotsu con caldo de cerdo de 20 horas y curry japonés, además de cócteles clásicos y de autor.
El lujo es sencillez
Marcello inició su camino en la cocina en 2002 en la escuela Mausi Sebess. En 2003 se especializó en gastronomía japonesa con el maestro Néstor Yamashiro y fue pasante en el histórico restaurante Morizono, donde trabajó junto a Ariel Taira, con quien años después fundó una de las escuelas de sushi más importantes de Buenos Aires.
En 2014 abrió el primer Buri en Colegiales, un restaurante a puertas cerradas que combinaba enseñanza con cenas privadas. Su descubrimiento del formato omakase en Nueva York en 2015 marcó un antes y un después en su carrera.
Tras un viaje clave a Japón en 2018, Marcello fundó Buri Omakase en su formato actual, una barra pensada para conectar al comensal con el mar, el producto y la filosofía japonesa de mejora constante. También participa de la GastroJapo Week y siempre está en contacto con la comunidad japonesa.
Buri Omakase es un recordatorio de que la sencillez es el lujo. Acá no hay espectáculo, hay respeto y verdad. Sentarse frente a Marcello es ver cómo alguien encontró cómo fluir en la corriente: la suya propia.
GPS
Dirección: Guatemala 5781, Palermo, CABA.
Horarios: Buri Omakase, martes, miércoles y jueves único turno, a las 20.30. Viernes, doble turno a las 19.30 y 21.30. Buri Lado B, martes, miércoles y jueves a las 21.30 para cenar ramen. Viernes se puede asistir sólo al bar, con reserva previa.
Reservas: https://buri.meitre.com
WhatsApp: 11 6584-8386
Instagram: @buriomakase y @buriladob
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