Frente a sus lentes posaron, y continúan haciéndolo, los protagonistas de la escena gastronómica nacional. Todos los platos, todos los sabores, todos los productos. Su obra, más allá de su belleza, es un documento de la cocina argentina contemporánea de los últimos 30 años. Dueño de una mirada singular y de una estética propia, Eduardo Torres, el gran fotógrafo de la gastronomía, es también un amante de la cocina.
Su CV es extenso e imposible de resumir. Va un intento: trabajó en las revistas El Gourmet y Cuisine & Vins, entre otras; fue el fotógrafo de más de treinta libros de los cocineros más importantes del país como Mauro Colagreco, Dolli Irigoyen, Narda Lepes, Donato de Santis, Osvaldo Gross, Beatriz Chomnalez, Pablo Massey y muchos más.
Es co-autor del libro Carniceros de oficio, junto a su sobrino, el sociólogo Pablo Torres, con quién documentó esta tarea central de nuestra identidad gastronómica. Su estudio trabaja para las marcas más relevantes de la Argentina y del exterior, como Molinos Río de la Plata, Hellmann´s, Cachafaz, Havanna, Knorr, Arcor, Sancor, La Campagnola, Luigi Bosca, Catena Zapata, Salentein, Zuccardi y más.

Los inicios de Eduardo Torres
“Yo quería ser fotógrafo publicitario, concursaba en salones, mandaba fotos artísticas afuera. Con mi primer socio hacíamos de todo con tal de armar nuestro propio estudio: casamientos, eventos. Un día, uno de nuestros poquitos clientes nos dijo que necesitaba hacer una foto de un vino. Dijo que no tenía mucha plata para pagar y le pedimos a cambio el crédito, que en aquel entonces era que compartiera nuestro teléfono. No existía ni internet, ni Instagram, ni nada. Era un vino que se llamaba Roble Viña y para la toma conseguimos todo: hojas de vid, uvas de vitis vinífera que no sabíamos de qué cepa eran y más. Hicimos una foto que nos salió carísima, porque en ese momento era película y mandábamos a revelar. Era una odisea, pero lo vivíamos felices. Ésa fue mi primera foto gastronómica”, cuenta Eduardo. Así comenzó una carrera gigante.
Quién observe sus fotos de platos no podrá vencer la tentación de querer comerlos todos.
El estilo Torres
“No sé si existe el ‘estilo Torres’. Corre por cuenta de quien mira mis fotos encontrar una manera particular de mirar, de iluminar, de componer. Cada proyecto requiere de nuevos enfoques. Pero lo que sí puedo decir es que cuando uno es fotógrafo de gastronomía hay que querer a la cocina, comprender los hilos que mueve el amor que se transmite con la comida”, dice.

Mamó esa cultura desde chico: “Mis padres cocinaban mucho, todo sucedía alrededor de la mesa. Hoy sigue siendo la forma de brindarnos amor. Siempre me llama la atención cuando me encuentro con gente que no sabe lo que es un alcaucil, algo que nos parece cotidiano a los que trabajamos en estos temas. Muchos apenan disfrutan del 2% de lo que hay disponible. Se cocina poco; se trata de solucionar el menú de la forma más práctica, más allá de la calidad y el sabor. Esto sin hablar de limitaciones económicas que lamentablemente muchas familias atraviesan”.
Su interés por la fotografía gastronómica viene de lejos. Su papá era suscriptor de la revista Cuisine & Vins y cada vez que llegaba a la casa, Eduardo quedaba hipnotizado: “Disfrutaba mucho ver las fotos de Carlos Fadigatti. Él realmente hizo un clic. Mostró e iluminó la comida como nunca antes se había hecho, la elevó al nivel de una modelo, como una joya”.
6 imágenes, una vida
Recorrer la obra de Eduardo Torres es la invitación a imaginar sabores, temperaturas y texturas. Es también una buena forma de profundizar en su mirada.
- “Una foto de gastronomía tiene que dar ganas de comer”
“Es fundamental que al ver la foto te den ganas de comer el plato. Podés componer de mil maneras, que el foco sea muy lindo, que entre un repasador, un ingrediente. Todo según para quién sea la foto. No es lo mismo una publicidad, un frente de envase, la vía pública o hacer un libro o una revista. Los objetivos son distintos, pero la foto siempre te tiene que dar ganas de comer”.

- Un retrato, una anécdota, una amistad
Eduardo Torres no puede elegir solo un retrato, cada uno tiene una historia detrás. “Me acuerdo la primera vez que vino Mauro Colagreco con su papá al estudio. Hicimos un retrato con un vidrio delante suyo y quedé maravillado con cómo acomodaba las hierbas, los brotes y flores que iba pegando con una pinza. En la foto, todo eso está flotando delante de él. Allí nació una relación muy hermosa. Al terminar la jornada nos despedimos, al día siguiente se iba a Francia. ¡Pero se olvidó su pasaporte en el estudio, tuvimos que ir a buscarlo a la medianoche! Nos queremos mucho, para mí es una persona generosa, humilde y un profesional tremendo”. Con los años, Eduardo fotografió muchas veces más al cocinero argentino.

- Carniceros de oficio: hacer visible lo cotidiano
Hasta que se publicó Carniceros de oficio no había registro de algo tan importante para la cultura argentina como el mundo de las carnicerías, sus personajes, la vida que transcurre cuchillo en mano.

“Me interesan especialmente los oficios, son nuestro patrimonio, nuestra riqueza. Los carniceros son parte de la identidad argentina, y el libro se hizo con mucho respeto. No solemos prestar atención a todo lo que sucede en esos universos. Son vidas muy sacrificadas, arrancan a las 4 o 5 de la mañana poniendo el cuerpo.
El libro fue una experiencia maravillosa. Los carniceros se encontraron compartiendo sus vidas como quizás nunca antes lo habían hecho. Fue realmente muy emotivo”.

- Un plato rico y bello
En los archivos de Eduardo Torres hay miles de fotos de platos. “Me gustan muchos, no puedo elegir solo uno. Es interesante observar las imágenes a lo largo del tiempo, ver cómo fueron cambiando las tendencias. Antes había platos más sofisticados, con estructuras más complejas, más guarniciones, con muchos ingredientes. Todo eso se fue simplificando; para el paladar es mucho más agradable”.

- Los libros de Eduardo Torres
¿Cómo lograr que un libro exprese lo que el cocinero autor tiene para decir? “Se trata de un proceso. Lo primero que hago es invitarlo a charlar, que me cuente algunas cosas de su vida. Todos los datos son importantes, se notan en las fotos. Creo que ese conocimiento te hace encuadrar o iluminar de otra manera. Siento que está cumplida mi tarea si el cocinero está feliz con lo que ve. Tengo mucho respeto por los autores, nos escuchamos mutuamente, formamos un equipo, yo soy un medio para lograr lo que él quiere expresar”.

Continuá leyendo la segunda entrega sobre la obra fotográfica de Eduardo Torres:
https://vinomanos.com/2020/11/eduardo-torres-fotografo-segunda-parte/