Cuando salió, allá por 2004, hizo gran revuelo: Diego Maradona, el hombre que sacudía todo lo que tocaba partiendo aguas, lanzaba un Cabernet Malbec de la cosecha 2002, elaborado por una ignota bodega llamada Raíces de Agrelo.
No sin desconfianza, por aquellos años se decía que era un error que el 10, entonces eterno, sacara un vino mediocre y a $15. Era el antimarketing del vino: no había calidad, no había precio y no había otra historia más que el brillo del Diego. Era el vino de Maradona.
Pero ahora todo cambió. Con el #Ad10s en las tapas de todos los diarios, con el llanto público de las figuras públicas y todas las pantallas repitiendo el inmortal gol a los ingleses, con una cola de deudos en la Casa Rosada y una pelota detenida para siempre, el vino del Diego, el vino de Maradona, entra en el carril de los coleccionables por la puerta grande: escaso ahora, desaparecido de las góndolas como Maradona de las canchas, aumenta de precio.
El vino de Maradona llegará lejos, igual que el Diez
Como una metáfora paralela a la vida del crack, del arranque humilde y sin alcurnia, la colección de cuatro botellas del Cabernet Malbec que hoy debe ser un vino deshecho, muerto en vida, alcanza hasta los $152.000 en Mercado Libre (hasta el 26/11 estaba publicado en 52.000 pesos).
Y eso hoy. Llegará más lejos. ¿Por qué? Por que la magia del Diego incluso va más allá de la muerte.
Morocho, irreverente, bajito y combinando genialidad con las miserias por todos conocidas, también le hizo una gambeta al mundo de los viñedos y hoy le grita el gol desde la tribuna celestial a los sabihondos del vino.
Chapeau, Diego. Otra vez fuiste Maradona.