Ya sabés, estamos en la Semana del Malbec y todo tiene el color púrpura del varietal: desde los comentarios en el laburo sobre unas catas de vinos a la que asistió tu compañero a las charlas en el colectivo, donde podés pescar con sorpresa a doña Rosa contarle a otra doña Rosa que lo vio en la tele. Y si algo de todo esto pincha tu curiosidad y te dan ganas de una copa pero no tenés la menor idea de por dónde empezar –es lo corriente, nadie sabe hasta que empieza–, lo que sigue es un camino lógico para llegar amar al Malbec.
Enamorate de los clásicos primeros. Para entrar en la materia no hay nada mejor que algunos orígenes clásicos en materia de vinos. Como se sabe, el origen de la uva se traduce en algún modelo de sabor. Y en el Malbec más que en ningún otro en nuestro país.
El asunto es conocer cuáles son. Para empezar, los más amables ejemplares los vas a conseguir en Luján de Cuyo, Mendoza, que ofrecen buen cuerpo y sabores más bien de frutas maduras. El plan ideal es que compres dos o tres botellas –para eso mejor aún es hacerlo con algunos amigos– de este origen. No gastes un dineral. Entre estos hasta 200 y estos hasta 300 pesos encontrarás lo que buscás para empezar a catar Malbec.
A nuestro gusto, los mejores son los de Vistalba, Las Compuertas y Agrelo, como lugares específicos. Lejos de ahí, en Neuquén, encontrarás algunos estilos parecidos.
Un salto cuántico, el NOA. Si Luján de Cuyo te gustó, es hora de entrar en otro universo de sabores. Los Malbec del Valle Calchaquí, en Salta, son muy especiales. Ofrecen el mismo modelo de cuerpo y madurez que Luján, con más intensidad y sabores especiados. En particular los de Cafayate, como estos que recomendamos acá.
¿Cómo te darás cuenta? Porque en los aromas hay algo que te hace picar suavemente la nariz o te recuerda a hierbas. Lo importante es que te resultará evidente que es otro sabor y que hasta ahora no habías reparado en tanta diferencia. Entonces estás listo para el paso que sigue.
La frescura jugosa de las frutas. No lo sabés aún, pero probaste todos Malbec de baja acidez. Entonces el paso que sigue es catar Malbec en los que la acidez aporta frescura y descubrir cómo la frescura hace al Malbec un vino más jugoso y chispeante al paladar.
¿De dónde vienen esos vinos?
Hay un origen que van en esa línea, pero con estructuras diferentes: todos los que provienen del Valle de Uco, en Mendoza, ofrecen más frescura, pero los que vienen de las zonas más altas, como Tupungato serán un caso extremo, más bien delgado; mientras que los que vienen de La Consulta, en San Carlos, van por un componte de buen cuerpo y paladar jugoso, como lo que probaste de Luján, pero para nada maduros.
Acá tenés un drink team de novedades para descubrir el Malbec de Uco. Más al sur, en Río Negro, encontrarás estilos parecidos.
Los rosados, un parate en la ruta. Ya a esta altura del viaje, conviene detenerse un minuto en los vinos que no son tintos y están elaborados con Malbec. Son rosados armados en torno a la frescura y las frutas frescas. Perfectos como aperitivos para ablandar el paladar después de una vida de tintos, catar Malbec rosados es una experiencia que vale la pena. Y se llega buscando jovialidad. En este link hay varios muy buenos, filtralos por precio. Cuando descubrís que la acidez te atrapa, estás listo para seguir tu camino.
Los Malbec delgados. Hasta ahora siempre anduvimos por el lado de los Malbec con cuerpo, esos que llenan la boca con una sensación más parecida al aceite. Ahora llegó el momento de probar otros estilos más bien flacos. Si hasta acá aún veníamos con el tope de 300 mangos, para catar Malbec de estilos más novedosos te van a pedir algo mas de plata. Hay que estar dispuesto a poner unos 500 de máxima.
Lo que vas a encontrar es algo completamente desconocido: vinos que no ocupan toda la boca y que, más bien, son etéreos pero llenos de sabor. Rarísimo. Pero atractivo, sobre todo porque venís desde el otro extremo, de la madurez plena. ¿Qué orígenes son estos? Los de regiones más altas, como Gualtallary y San Pablo en Valle de Uco. También en los viñedos más altos de los Valles Calchaquíes se da esta situación de frescura y delgadez para el Malbec. ¿Cuáles probar? Pinchá acá y filtrá por precios.
Malbec con texturas especiales.
Hay algunas regiones de nuestro país que además ofrecen una capa extra en el paladar. En rigor, al catar Malbec de esos lugares te sorprende una textura única, como polvorienta. Suele estar asociado a zonas más bien frescas, pero en algunos ejemplares es algo tan marcado que es imposible no reconocerla, mientras que en otros es más bien un dato extra. ¿Dónde buscarlos? Paraje Altamira en Valle de Uco, Mendoza, y Valle de Pedernal, en San Juan.
¿Y qué pasa con los Malbec añosos? Al cabo de esta recorrida por orígenes es bueno ir y zambullirse en la historia. En nuestro mercado no abundan, pero se pueden conseguir ejemplares de la década de 1990 y 2000. Ahí es cuando el Malbec ofrece un perfil único, más por botella que por región. Porque con la edad, cada botella evoluciona según su propia historia de guarda: están los que te recordarán a higos y dátiles y los que en su textura delicada te propongan un modelo sedoso y amable como un foulard. Son experiencias únicas.
Así es que conviene no comentarlas y mejor vivirlas. Pero, si por esas cosas de la vida se te da por guardarlas vos, ahora que sos un capo en Malbec, mejor atendé estos consejos.
Si llegaste hasta este paso, ya tendrás claro qué vinos te gustas. Y sobre todo qué orígenes y estilos. Serás, casi, casi, un experto en la materia. Eso sí, sólo te faltará celebrarlo con un espumoso a base de Malbec. O, en el otro último extremo, un fortificado, que será una golosina de fuego para cerrar este viaje.
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