Albariño de Galicia

Albariño: desde Galicia, con sabor, expresión y frescura

La uva de esa región verde y encantadora conquista cada vez más paladares. Por qué son tan espectaculares estos vinos españoles, y cuáles probar entre los de ese origen y los sudamericanos.

Vinos, ABC del vino

Vinos

El paisaje de las Rías Baixas es algo fuera de lo imaginable en el mundo del vino. En el extremo norte y occidental de España (y de toda Europa), hay unas montañas de granito puro y de sus derivados que emergen del mar. El dato del granito puede parecer muy nerd, pero es extremadamente relevante para los vinos que se producen en ese rincón de Galicia.

Conocido como Rías Baixas, lo que distingue el paisaje en este rincón del mundo son las rías. En cada desemboque de un río hacia el mar, entreverado con los cordones de granitos, se forma una ría: un estuario donde la marea llena y vacía el cauce y donde, con la bajante, se observan las trampas que montaron los romanos para marisquear duro y parejo. Hoy eso no ha cambiado.

Lo increíble de este lugar, sin embargo, es otra cosa. Llueve unos 1500 milímetros al año –tanto como en Lago Puelo, Chubut, o en Hua Hum, Neuquén, y algo menos que en Misiones– y ahí, entre unos tupidos bosques de robles nativos y otros tantos de eucalipto invasor, la vid crece con un optimismo rayano en la temeridad, dada la presión de hongos.

Viñedos en Rías Baixas.

Combinación excepcional

Pero no es cualquier vid. Es verdad. Ahí crece el Albariño, una uva blanca nativa tan adaptada las imposibles condiciones de Galicia –la lluvia, la niebla, el rocío y el viento permanente, las temperaturas bajas del Atlántico– que es la reina indiscutida en la zona: unas 4000 hectáreas, repartidas en 25.000 parcelas. 

Dueña de una piel gruesa que le permite escapar a la podredumbre y de una planta tan vigorosa que la cultivan en parrales de 4 metros entre postes, el Albariño ofrece una combinación bastante única entre sabor, expresión y frescura.

Por eso las Rías Baixas son famosas hoy en materia de vinos (y de mariscos, pulpos, centollas y bogavantes): porque se da la excepcional combinación de una uva, un clima imposible y un suelo que todo lo hace posible.

Volvamos a los granitos. Las playas de las rías son de arenas blancas o de un fino rosado. Claro que esas arenas son el resultado de la erosión de las montañas de granito. Y donde quiera que haya arenas, el agua no anega el suelo, las temperaturas de las raíces son mayores y además el vigor de las plantas está acotado. 

Por eso el Albariño domina la escena. De otra manera sería imposible. Un dato de color: basta nomás con dejar las Rías Baixas en dirección a otras de DO como Ribeiro o Ribera Sacra y el Albariño es reemplazado por la Trexiadura.

Luego de una intensa cata.

Qué Albariños probar

El Día Mundial del Albariño se celebra el primer domingo de agosto. Tiene sentido: en el hemisferio norte están en la canícula del verano y el Albariño es un blanco perfecto para el calor y las comidas de mar. En eso, su único rival de fuste es el Sauvignon Blanc.

¿A qué sabe el Albariño? En Rías Baixas –donde probé en 2024 poco más de 200 Albariños– este blanco ofrece aromas de pera de agua y manzana verde, como muchos blancos, pero suma menta y un perfil de lima y otro de durazno blanco, con notas herbales y ciertos trazos tropicales. En suma, una paleta compleja. 

Es en la boca donde ofrece otro juego. Generalmente trabajado con borras para enmascarar la acidez, el Albariño de Rías Baixas tiene una acidez elevadísima y unos pH tan bajos que pone a chirriar los dientes. Todo eso sin resignar el graso y el gran volumen. Una suerte de súper uva para un blanco con personalidad.

El Albariño de Pazo de Barrantes.

Si Salnés es la región más famosa de Rías Baixas por la multiplicidad de productores y por su matriz netamente granítica que los hace más delgados, O Rosal ofrece los Albariños más grasos y de riqueza de boca. Entre ellos, los matices son moderados, pero posibles.

Para probar algunos ricos Albariños Gallegos, me inclino por productores como Furco, Zárate, Forjas del Salnés, Albamar, Pazo de Barrantes, La Caña y Aquitania. 

En Sudamérica el Albariño es una cuenta pendiente a juzgar por los números. El principal productor es Uruguay, con unas 116 hectáreas, de las que 59 se las lleva Maldonado. Le sigue Argentina, con 11 hectáreas, de las que Buenos Aires y Entre Ríos dan cuenta de 3 hectáreas. Luego Chile, con 9 hectáreas, con las Regiones de Valparaíso y O’Higgins con 3 hectáreas cada una. 

Si en Uruguay es ya una estrella de los blancos de Maldonado –que comparten la matriz granítica con las Rías Baixas– de este lado está plantado en Mar del Plata y Sierra de Balcarce fundamentalmente. También lo han plantado en Mendoza, pero la falta de humedad y la gran amplitud térmica le quitan algo de gracia.

Entre los Albariños sudamericanos, algunos para destacar son Garzón, Lahusen Marichal y Océanico entre los uruguayos, Trapiche Costa & Pampa en Insólito. Las Perdices lo embotella en Mendoza con un perfil diferente a los oceánicos.

Autor

  • Joaquín Hidalgo

    Es periodista y enólogo y escribe como cata: busca curiosidades, experimenta con formatos y habla sin rodeos de lo que le gusta y lo que no. Lleva más de veinte años en esto. Lo leen en Vinómanos (plataforma que fundó en 2013) o bien en medios nacionales, como La Nación y La Mañana de Neuquén. Desde 2019 es el crítico para Sudamérica de Vinous.com (EE.UU.).

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