pisado artesanal de uvas

Qué hay en la grieta del pisado artesanal de uvas

En otro de nuestros feroces versus como sociedad, están los que apoyan esta práctica natural y los que la denostan por poco higiénica o nada moderna. Pero en la rivalidad subyacen otras cuestiones sobre las que abrimos el debate acá.

Joaquin Hidalgo

Notas de vinos, Vinos

Las redes sociales convirtieron cada acto privado en una tribuna pública. Lo sabe cualquiera que, por estos días, haya posteado un pensamiento, por tibio que sea, a favor o en contra del gobierno actual: en cuestión de minutos hay unos cuantos comentarios de gente que termina peleándose entre sí, y responsabilizando a quien posteó su pequeño mundo en la vidriera social.

El vino no es ajeno a este fenómeno, desde ya. Al fin y al cabo es demasiado humano. Pero esta lógica de amigos y enemigos tiene también un curioso correlato en el mundo digital del vino. Todo lo que sigue desde este punto son especulaciones más o menos fundadas, pero que sin dudas hacen pie en un fenómeno social.

Cada vez que una vendimia llega a su fin, entre las muchas imágenes que circulan en las redes una se ha vuelto un poco icónica de este momento: un grupo de chicos y chicas alegres pisan las uvas. Están descalzos hasta la ingle, como decía un viejo humorista. 

En algunas imágenes más sensibles, uno ve gente hundida en un tanque hasta la cintura o incluso más, al límite del torso. Como es Instagram, la imagen es de una bucólica felicidad.

Entre las muchas imágenes que circulan en las redes una se ha vuelto un poco icónica de la vendimia.

Y como vivimos tiempos álgidos, enseguida nacen los comentarios de soporte y oprobio. Entre los que bancan, se expresa una mirada natural y arcaica, casi cuáquera, de lo que debe ser un vino. Entre los segundos, una visión higienista, industrial, que considera el contacto del cuerpo ajeno sobre el jugo de uva casi con horror ante el contagio y la peste.

Ahí pasa algo interesante.

 

Guerrilla digital

Lo primero interesante es que todo el dilema nace de mostrar. Alguien filma la pisada de las uvas. Y ese video se convierte en una tribuna. Si el acto de pisar las uvas fuese solamente un hecho doméstico, de gusto personal o de elección enológica frente a la falta de otros recursos, no pasaría nada. Pero al mostrarlo hay un acto político y un acto estético.

Político, porque la corriente de elaboradores que ponderan la artesanía frente a la industria está apostando por una escala humana en tiempos en que la vida parece regida por otra escala de cosas. Habla no del producto, sino de la artesanía, de lo que se puede hacer con las manos (los pies, en este caso)

Estético, porque detrás de esa elección artesana se defiende una manera de hacer y entender el vino que, como todo producto cultural, no escapa a las lógicas de la cultura: detrás de las decisiones más o menos conscientes de pisar la uva, de sentir en la piel el trabajo físico de hacer vino, hay una estética del cómo se debe hacer y sobre todo cómo se hacen bien ciertos vinos.

Rompiendo el sombrero.

De ahí que, sumados al acto de mostrar, de poner en la vidriera esa política y esa estética, estallen las opiniones acerca de lo que está bien y lo que está mal, que es en el fondo lo que declara el video.

 

Tecnología para primitivistas

Lo que me parece fascinante de este asunto es otra cosa. Y es que la mediación de una herramienta tan moderna y sofisticada como una red social, sumada a dispositivos viejos (qué curioso es el tiempo en esto) como las cámaras, encierra una deliciosa paradoja: para contar un modo de hacer arcaico, uno que se resiste a la tecnología en el vino, hacen faltan otras tecnologías incluso más sofisticadas.

Es como si resultara invisible que toda la vida que se vive -desde la era digital, desde el automóvil, desde las naves espaciales a las tijeras genéticas- no estuviera sostenida en una inédita cantidad de tecnologías y pudieran encontrar en ese acto de rebeldía artesana una razón más humana. 

Vendimia.

Me cuesta no ver ese humanismo como un mugrón (es el reemplazo de viejas vides que se mueren en un viñedo con nuevos brotes) del romanticismo reeditado en el hippismo y ahora en esta versión entre bucólica y ludita.

Es una defensa del vino que sólo un grupo social puede sostener: el que puede sostener una estética desprejuiciada del dinero, justo cuando el mundo de los costos indica lo contrario.

Rarezas de este tiempo. Las uvas pisadas representan una versión del vino con un nuevo ideario de clase, el de vivir en el campo, con wifi y pantallas, para montar una vidriera que se discuta en las ciudades. 

Recupera así lo que en el vino hay de analógico y artesano, para digitalizarlo y representarlo política y estéticamente a los demás. No es raro que estalle la indignación entre los comentarios.

Autor

  • Joaquín Hidalgo

    Es periodista y enólogo y escribe como cata: busca curiosidades, experimenta con formatos y habla sin rodeos de lo que le gusta y lo que no. Lleva más de veinte años en esto. Lo leen en Vinómanos (plataforma que fundó en 2013) o bien en medios nacionales, como La Nación y La Mañana de Neuquén. Desde 2019 es el crítico para Sudamérica de Vinous.com (EE.UU.).

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