Viñedos Yacoraite

Viñedos Yacoraite: en las alturas de Jujuy, un nuevo horizonte en vinos y gastronomía

En conexión con la comunidad y con un entorno de montañas sagradas, todos los detalles de este proyecto de Alejandro Izquierdo que desde hace 10 años refleja su pasión por las uvas y su espíritu emprendedor.

Julieta Aguerregaray

Rutas del vino, Vinos

Para llegar a Viñedos Yacoraite, un espacio para la viticultura en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy, se debe recorrer un camino de 1,3 km desde la Ruta 9. Este sendero, que va bordeando el Río Yacoraite, está dibujado por pintorescas casitas rurales, cada una con su huerta y pequeñas fincas con animales que adornan el paisaje. A medida que uno avanza en el camino, el silencio va guiando hacia las imponentes montañas que se aprecian en el horizonte.

A 25 minutos de Tilcara, Yacoraite invita a conectarnos con la zona, un lugar sagrado y de culto para sus residentes, que ofrece un entorno distinto, pero al mismo tiempo está cerca de todas las demás maravillas turísticas de Jujuy.

Es un espacio donde la uva crece y se convierte en parte de la poesía que inspira este rincón del Noroeste Argentino.

Yacoraite: belleza para el mundo

El proyecto refleja la pasión por el vino y el espíritu emprendedor de Alejandro Izquierdo, un porteño con raíces jujeñas que decidió apostar por el potencial vinícola de su tierra natal. 

“Mi conexión con Jujuy siempre fue profunda”, comenta el fundador de la bodega. “Nací en Buenos Aires, pero mis papás son jujeños. Desde joven, quedé fascinado por la Quebrada de Humahuaca y su belleza única. Cuando en 2013 tuvimos la oportunidad de adquirir estas tierras con mi mujer, no lo dudamos”, agrega. 

Yacoraite invita a conectarnos con la zona, un lugar sagrado y de culto para sus residentes.

Izquierdo, economista que actualmente vive en Estados Unidos ejerciendo su profesión, ingresó al mundo del vino como un hobby. “Tengo un grupo de amigos con el que nos juntamos a tomar vino y catar. Todo empezó como un juego, pero eso me llevó a estudiar el tema. Empecé a tomar cursos y ahora estoy cursando la diplomatura en la Wine and Spirit Education Trust (WSET).

 

– ¿Cómo integraron el proyecto del viñedo con la zona? 

El 99% de la gente que trabaja en Yacoraite es de la zona. Los primeros fueron la familia Díaz, que no conocían el oficio y fueron aprendiendo y aprendiendo, al punto de que hoy los contratan de otros viñedos para colocar espalderas. Es muy gratificante ver cómo la gente del lugar ha progresado a través de la oportunidad que le dio el viñedo. 

Actualmente trabajan 10 personas entre viña, winebar, y asesores. Con ellas vinieron todas las tradiciones, porque en Yacoraite el 1° de agosto festejamos la Pachamama, hacemos las ofrendas; el año que viene tenemos en mente celebrar el carnaval. Buscamos ser parte de lo que nos rodea. El telón de fondo es el cerro Yacoraite o Pollera de la Colla -como le dicen los lugareños-, y la arquitectura de la bodega se integra como si formara parte de él. Cada detalle está pensado para ser parte de la Quebrada, ya que es un paisaje que despierta la curiosidad.

La visión de Alejandro no solo abarca la producción de vino de alta calidad, sino también la creación de una experiencia integral para los visitantes, que combina paisajes, gastronomía regional y, por supuesto, vinos de altura: “Queríamos compartir esta belleza con el mundo”. 

Plantando raíces: desde el suelo hasta la copa

Con la orientación de Marcos Etchart y el ingeniero agrónomo Juan Prates, Yacoraite comenzó su camino en 2014 con la plantación de la primera hectárea de viñedos. Hoy tienen 5,5 y aspiran a sumar una más.

Inicialmente centrados en el Malbec, pronto expandieron su oferta con variedades como Cabernet Franc, Merlot, Torrontés y Riesling, adaptándose a las particularidades del terroir jujeño.

Ezequiel Bellone, ingeniero agrónomo, y Lucas Niven, enólogo de la bodega, destacan los desafíos y ventajas de cultivar a 2.777 metros sobre el nivel del mar. “El clima y la altitud ofrecen condiciones únicas. La altura nos da una intensidad vínica en las bayas que hace que nuestro vino sea diferente”, explica Niven. 

Y continúa: “El suelo es muy importante, ya que tenemos un montón de hierbas como suico, rica rica o manzanilla, que le dan características naturales, de montaña, de altura. También su composición calcárea, con arena, con grava, con piedra”.

Yacoraite cuenta actualmente con una línea con dos vinos de la casa, Mallku Malbec y Cabernet Franc, y otros en proceso de elaboración que el próximo año saldrán al mercado. 

“Con Mallku quedamos entre los 10 mejores Malbec en el último Concurso Nacional de Vinos que se organizó en Mendoza de Guarda 14, y obtuvimos 93 puntos de parte de Tim Atkin”, cuenta Izquierdo.

Lo define como un Malbec “concentrado y elegante a la vez, con mucha textura, rugosidad, por el tipo de suelo, y buen aroma. El Merlot -anticipa- lo usaremos como corte, porque aporta elegancia y sutileza”. 

“También tenemos uvas Cabernet Franc, que es una variedad que adoro y se ha expresado muy bien. Con mucho aroma a morrón y pimiento verde, es fresco, en lo que es la nariz y con mucha textura en boca. Esta temporada además hemos hecho una cofermentación de Chardonnay, Torrontés y Riesling con pieles, que nos da un vino naranjo muy excéntrico con aroma a cítricos, a carozo, notas de maracuyá. Es un vino diferente”, se entusiasma. 

En las últimas cosechas, con heladas y con un tercio de plantas jóvenes, han producido en total unas 10.000 botellas por año, y planean converger, en añadas sin helada y con las viñas desarrolladas, hacia las 28.000. 

Un wine bar y un restaurante: disfrute para los sentidos

Actualmente producen sus vinos en una bodega que alquilan en San Salvador de Jujuy, pero planean contar con elaboración propia para el 2026. Además, el futuro de Yacoraite promete expandirse con la apertura (sin fecha aún) de un pequeño hotel boutique.

En Viñedos Yacoraite, la sustentabilidad tiene una dimensión fundamental en lo social. “Es importante para nosotros no solo producir vinos, sino también promover el desarrollo y las tradiciones locales; y queremos que eso sea parte de nuestras raíces”, suma Izquierdo. 

Inaugurados con la premisa de acercar los vinos directamente a los visitantes, abrieron las puertas de un wine bar y del restaurante Inkillay (“mi florecita / mi pequeña flor”, en lengua quechua).

En ese sentido, Niven agrega: “Desde nuestros inicios, hemos colaborado estrechamente con la comunidad local, tanto en la viña como en el wine bar, compartiendo nuestra experiencia a lo largo de los años. Desde el cultivo de la vid o el cuidado del agua hasta la producción de cada botella, cada paso es un compromiso con la tierra y con quienes nos visitan, atendidos siempre con la hospitalidad de la gente del lugar”.

“La idea es ofrecer un espacio donde la gente pueda disfrutar de nuestros vinos, y los de la zona, rodeada de la misma belleza que nos inspiró a comenzar este proyecto. Todo está integrado en un edificio: wine bar, restaurante y una sala de exposición, en la que por el momento hay sombreros andinos”, menciona Izquierdo.

Se trata de una colección privada de chulos, que son los gorros del norte argentino, de Bolivia y de Perú, que Alejandro y su mujer fueron comprando en diferentes viajes y que “está siendo curada por una historiadora para acercarnos aún más al espíritu de esta zona”.

El wine bar propone un estilo rústico con mesas bajas que conecta con la naturaleza a través de un ambiente acogedor y cálido; el restaurante, en cambio, ofrece un estilo moderno, con sofás tapizados con colores verdes y mesas grandes y robustas. Pero ambos ambientes comparten iluminación con luz natural y vistas imponentes. 

Los platos están a cargo de la chef Florencia Rodríguez, quien fue ganadora de la tercera edición del Prix de Baron B – Édition Cuisine, con una propuesta gastronómica que celebra los sabores locales. “Mi cocina está enraizada en los ingredientes de temporada que nos rodean en la región andina, y pensada para resaltar la personalidad de nuestros vinos”, dice.

En Yacoraite se pueden elegir dos tipos de almuerzo. El primero es uno de pasos con un menú con platos como sopa de maní con gallina, espuma de papa amarilla con bagna cauda y ollucos (conocidos también como papas lisas), confitados, hoja de parra rellena de cayote (o alcayota) y queso de cabra con caldo de pollo, trucha de Yala con gremolata y salsa huancaína y salsa de cúrcuma o kalapurca -una sopa aimará- con cordero. 

El segundo es más de tapeo con platitos pequeños con opciones saladas como quinoa con remolacha, hinojo y charqui, huevo, trucha, papa desireé, molle y habas, tamal de maíz morado, osobuco, alcaparras y hojas de alcaparra o caldo de pollo, cayote, queso de cabra y aceite de hierbas andinas, entre otros.

Para lo dulce, proponen tres opciones: cacao, quinoa, maracuyá, locoto, ulpada (alimento preparado con harina tostada, agua fría y azúcar, que suele tomarse como refresco); humita con merengue, leche evaporada, toffe de cabra y yista (masa hecha con puré de papas hervidas a la que se le agregan las cenizas de algunas plantas), y palta con coco, frutillas, ananá y suico. 

El primer menú se sirve con tres vinos incluidos y el segundo con vinos por copa, a elección. Ambas opciones son de su portfolio: Mallku Malbec o Cabernet Franc y Lio de lías Torrontés.

Un plato típico: Sopa de Maní.
– ¿Qué es imperdible dentro de Yacoraite? 

A.I.: Lo que me encanta de lo que hemos logrado es que al llegar al lugar experimentamos un verdadero bombardeo a los sentidos. Es un paisaje único que te acoge con calidez y comodidad, amplificando tu disfrute de este entorno. Luego, viene la experiencia gastronómica y enológica. Creo que este efecto completo de estimulación sensorial es más que la suma de sus partes.

Además, los visitantes tienen la oportunidad de conocer una porción de la cultura local y disfrutar de actividades como visitas guiadas a los viñedos, donde se cuenta el proceso detrás de la producción de los vinos.

Autor

  • Julieta Aguerregaray

    Es Licenciada en Comunicación Social y periodista. Ha colaborado escribiendo en medios mendocinos y en chilenos, como la Revista Casa Etc del Diario El Mercurio de Valparaíso. Le gusta descubrir lugarcitos para comer o salir a pasear.

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