Los asesinos de la fruta: cómo se borran esos rastros de los vinos

Suena a película policial, pero no. Nos referimos a los winemakers que nadan contra la corriente y eligen matar los sabores clásicos de sus uvas. Descubrí 6 modos en que se elaboran y guardan estos vinos especiales.

Azafrán, brea, humo, cuero. Esos son algunos de los descriptores infrecuentes entre los vinos de Argentina, pero que definen un paladar completamente diferente y sorprendente cuando se los prueba.

Infrecuentes, porque en nuestro país el corazón de los vinos es frutal. Para ser un poco más abarcativo, está hecho de los sabores primarios de la vid: algunas especias, notas vegetales y sobre todo fruta, mucha fruta. 

Y hay una razón sencilla para ello. En climas solares y con variedades de uva bordelesas ocupando el grueso de la producción, no es de extrañar que los sabores dominantes en las copas argentinas sean los frutales.

Pero existen productores de vino que pelean por borrar las frutas de sus vinos, lo que no es sencillo, pero sí posible. 

Los asesinos de la fruta: cómo se borran esos rastros de los vinos 1
Hay algunos de los descriptores que son infrecuentes entre los vinos de Argentina.

Para matar la fruta tienen que valerse de otras técnicas de elaboración y de guardado. De ellas aflora una nueva paleta de sabores a las que vale la pena prestar atención.

Técnicas de elaboración para matar la fruta

Aliado raspón. Entre las técnicas más empleadas hoy para bajarle el tono frutal a un vino, es decir, para hacerlo menos obvio en la mirada de los productores de este estilo, se encuentra el uso del raspón. 

Hablamos de vinos que se fermentan completa o parcialmente con uvas sin despalillar. El raquis (o raspón) puede añadir desde notas vegetales a unas exóticas notas de canela y tierra húmeda. 

En todo caso, le bajan el tono frutal a un Malbec, pero sobre todo le suman cierto exotismo a un Pinot Noir. Cuando el sabor es exagerado, deja además una sensación compacta y ligeramente amarga en la boca.

Los asesinos de la fruta: cómo se borran esos rastros de los vinos 2
Hay vinos que se fermentan completa o parcialmente con uvas sin despalillar.

Oxidar todo. En un paradigma de vinos frutales, la oxidación es el enemigo número uno. Deja de serlo ni bien se quieren hacer vinos de otro perfil. 

Y con oxidación nos referimos a una crianza larga en barricas neutras, donde el sabor de madera sobrevuela al vino, pero lo que define el perfil son unas notas de cacao, avellanas, cuero, resina, moka que emergen sobre un vino que ha perdido la fruta. 

Hay casos notables de vinos así en el mundo (no tanto en Argentina), donde largas crianzas en toneles, por ejemplo, llevan a la bebida a un color caoba y a una paleta de vino de otro cuño. 

Hablamos de algunos Pedro Ximenez criados en soleras, por ejemplo, como los Jerez Olorosos, secos o dulces, donde la nariz no tiene nada de fruta, sino de exóticas especias tostadas, arrope y azafrán.

El velo. Enemigo número dos de la pureza varietal y el sabor frutal, el velo es un proceso biológico en el que unas levaduras diferentes a las de la fermentación se alimentan del glicerol (una sustancia dulce y con la textura del alcohol en el vino). 

Al hacerlo, le adelgazan el paladar hasta secarlo, y aumentan los compuestos volátiles. Escrito así, parece una porquería. Pero cuando se prueba un Manzanilla o un Jura bien elaborado, las notas de avellanas, de frutos secos y de manzana verde oxidada son la gloria. 

En nuestro país se está poniendo de moda como una forma de matar la fruta en blancos y, de paso, conseguir paladares más secos.

Los asesinos de la fruta: cómo se borran esos rastros de los vinos 3
El velo es un proceso biológico en el que unas levaduras diferentes a las de la fermentación se alimentan del glicerol.

Naranjos. Empleando una antigua técnica de elaboración de vinos blancos, que consiste en fermentarlos y macerarlos con sus pieles, se llega a una serie de vinos color naranja, que no son otra cosa que blancos oxidados. 

No es cualquier oxidación. Es la del color, pero no del vino, que está protegido por el poder antioxidante de los taninos de la uva. 

El resultado es un vino con textura rugosa y poca fruta, donde a lo sumo emergen notas de damascos secos o duraznos enlatados. Son una tendencia creciente en nuestro mercado.

Rancio es mejor. En el Mediterráneo existe una larga tradición de vinos rancios. En general son vinos sobre oxidados a sol y sombra, dentro de una damajuana, y luego criados largamente en barriles viejos. 

Si a priori podrían parecer un bodrio, bien elaborados son vinos exotiquísimos. Ofrecen notas de brea, azafrán, frutas secas y paladares concentrados por el largo proceso que suponen tanto las damajuanas como los barriles, donde hay pérdida de agua. 

En nuestro país algunos productores están probando suerte.

Los asesinos de la fruta: cómo se borran esos rastros de los vinos 4
Los vinos naranjos son fermentarlos y macerarlos con sus pieles.

Botrytizados. Otra vez la podredumbre viene a combatir las frutas. Hablamos de vinos cuyas uvas fueron atacadas por un hongo (conocido como botrytis cinerea) que deshidrata el grano y altera su balance y sabor. 

Los vinos de Sauternes en Francia o de Tokaj Aszu en Hungría son los reyes de este género en el que, además de frutas de hueso, emergen notas de hongos, miel y frutos secos.

Los asesinos de la fruta: cómo se borran esos rastros de los vinos 5

Es periodista y enólogo y escribe como cata: busca curiosidades, experimenta con formatos y habla sin rodeos de lo que le gusta y lo que no. Lleva más de veinte años en esto. Lo leen en Vinómanos (plataforma que fundó en 2013) o bien en medios nacionales, como La Nación y La Mañana de Neuquén. Desde 2019 es el crítico para Sudamérica de Vinous.com (EE.UU.).