Sobre la mesa hay una serie de botellas. Una de ellas, un vino blanco, está ligeramente separada del resto, como puesta en penitencia. Estoy en el Penedés, Catalunya, probando una serie de vinos tranquilos que llaman mi atención por el sabor de sus uvas, como Xarel-lo o Parellada. La cata avanza con pausa, hasta que llega el turno de la botella penitente.
Sé que no está elaborado con una uva conocida, como casi todos los vinos que vengo probando en la región. Es que en Catalunya abundan las uvas nativas. Pero en la etiqueta se leen con toda claridad Sauvignac y Muscaris.
Son casi familiares, pero no son uvas clásicas. Y en efecto, estas son dos uvas inventadas. Y la botella penitente, un blend elaborado de uvas híbridas.
El aroma del vino es una combinación de Sauvignon Blanc y Moscatel, con un paladar delgado y sabroso. Si lo catara a ciegas, pasaría como un típico White Blend donde con toda seguridad tendría algo de Sauvignon Blanc o Moscatel.
Pero no. Este vino –llamado La Volada de Albet i Noia– está elaborado con esas dos uvas de las que nunca he oído hablar. Y es razonable: se trata de dos uvas PiWis. Y en esa rareza radica su interés.

Qué son las uvas PiWis
Con ese sonoro nombre se conocen a un gran grupo de variedades de uva que son híbridos entre vitis europea y americanas o asiáticas.
El nombre de PiWis es una abreviatura de la palabra alemana “Pilzwiderstandsfähige Reben”, cuya traducción según Google sería algo así como “enredaderas resistentes a los hongos”. La idea queda más o menos clara desde el vamos.
Las PiWis nacieron a fines del siglo XIX como resultado de una línea de investigación para hallar variedades resistentes a las enfermedades de la vid.
Y son híbridas, precisamente, porque resultan de una selección humana guiada por intenciones definidas: de la combinación de pólenes y flores de vides que permiten ir eligiendo, con el paso de los años, las características deseadas de las uvas.
De algunas de esas investigaciones nacieron los porta-injertos que se usan hoy. Otras muchas cayeron en el olvido.
Algunas no. Y eso es lo que ofrecen dos uvas PiWis como Sauvignac y Muscaris: dos blancas que pasan por el ataque de hongos como si estuvieran acorazadas, conservando las uvas turgentes y terminando el ciclo y las frutas.
Desde el punto de vista agronómico, son una panacea. Desde el enológico, dependerá mucho de las variedades.

Uvas como Concord o Isabela también son híbridos de uvas resistentes a hongos, pero el sabor, para cualquiera que haya probado vinos como el Frambuá de las sierras cordobesas, está lejos de ser algo agraciado.
Por eso llamó mi atención este blanco catalán: es un rico vino blanco que, además, resiste a las enfermedades.
Historia y futuro
Los primeros PiWis modernos se desarrollaron en Alemania en 1967, donde dan cuenta de unas 1600 hectáreas plantadas a la fecha.
Actualmente también están desarrollados en Suiza, donde el clima más húmedo y extremo reclama algunas adaptaciones diferentes.
En el Penedés fueron introducidas a manera de experimento por un puñado de bodegas lideradas por Albet i Noia, donde con la ayuda de un equipo técnico suizo exploran la hibridación de las uvas Xarel-lo y Parellada hacia uvas resistentes a los hongos.
En la cosecha 2020, cuando en la zona llovió el doble de un año estándar y las uvas se pudrieron, Sauvignac y Muscaris permanecieron incólumes.
Si hasta entonces eran las raras de la pista, los productores comenzaron a mirarlas con brillo en los ojos. Y cuando visité la zona en mitad de una sequía extrema, que recrudece desde 2021 y lleva los registros de agua a la mínima histórica, las uvas viníferas resienten su sabor, mientras que algunas PiWis podrían resistir con calidad enológica.
Por eso es importante el desarrollo de estas ideas. Particularmente en Catalunya, donde hay unas 70 variedades nativas: como Sumoll –de una acidez elevada incluso en años calientes–, Mandó –de fruta delicada en esos años–, o la sabrosa Picapoll Blanca, que madura tardíamente.
Genéticamente adaptadas a estas condiciones extremas, suponen la base para el desarrollo de otras PiWis que sirvan para salvar el vino del cambio climático. Y de eso se trata buena parte de las exploraciones que se hacen en esta materia en la región.
Sea que resisten plagas o sequía, que maduran tarde o desarrollan aroma y color, las PiWis con características enológicas podrían suponer una solución a los desafíos del mediano y largo plazo.
En la mayoría de las legislaciones mundiales, las PiWis no están autorizadas. No son uvas genéticamente modificadas, con lo que el camino a su aceptación depende más de su calidad en la elaboración que de la capacidad de subsanar desafíos al cultivo. Por ahora es más un deseo que una realidad.