En el calendario de las añadas, la 2023 será largamente recordada. A poco de empezar abril, la suerte ya estaba completamente echada porque el grueso de las bodegas había terminado para entonces de levantar las uvas en el país.
Es que este año se dio una fatídica combinación que hizo rodar rápido los dados de la timba y arrojar un resultado anticipado: una merma que a la fecha se estima del 25% respecto al promedio de las últimas cosechas, aunque con un elevado estándar de calidad.
El fin adelantado no se debe, como sucedió el año pasado, a heladas tardías. Todo lo contrario. El corazón del año arranca rengo en la helada polar del 31 de octubre y el 1 de noviembre pasado. Ese tardío frente frío se llevó puesto el número de la cosecha: con los brotes ya avanzados, aquella helada barrió con los kilos este año.

Ningún productor de uva esquiva el tema y todos saben que aquel frente polar ocurrido hace seis meses es el responsable de la merma actual.
¿Cómo fue la cosecha 2023?
Pero no terminan ahí los efectos de la helada. La baja carga de uva en las plantas también hace al efecto anticipado de esta vendimia. Con menos racimos por planta y con una superficie de hojas recuperadas en un verano de temperaturas tórridas, la madurez avanzó a velocidad crucero.
En todas las regiones de la Argentina se reportó una cosecha anticipada. Ya a finales de enero estaba claro que el año avanzaba más rápido de lo normal.
Algunos productores comparan la 2023 con la 2020, el año en que un fenómeno similar y un verano tórrido adelantaron la vendimia entre tres semanas y un mes.
Otros, la cuadran entre la 2022 y la 2019, cuando un año seco y caliente generó datos extraños en la marcha climática.
Un solo dato da cuenta de este fenómeno: en febrero de este año, una helada irregularmente temprana –empujada por la sequedad ambiente en el contexto del fenómeno de La Niña– marcó las temperaturas más bajas para el mes en lo que va de la historia registrada.
Así las cosas, el año seco, con temperaturas en diciembre y enero muy superiores a la media, anticiparon la madurez de las uvas.
Febrero, sin embargo, no alcanzó a frenar el proceso. Para el 1° de marzo, por ejemplo, ya casi no quedaban uvas blancas para cosechar en el país. Y para el 1° de abril, casi no quedaban tintas.
En un año como 2018 –considerado arquetípico– las uvas llegaron en pie hasta fines de abril y comienzos de mayo.
La merma
Según los datos publicados semanalmente por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), a la semana 18 de la vendimia –cerró el 2 de abril– los datos para todo el país arrojaban una merma del 25% respecto del promedio de las últimas diez añadas.
Esa pérdida, en particular con las uvas blancas –las más afectadas por la helada la primavera pasada– empujó los precios por arriba de la inflación.
Algunos productores de uva, aún con la merma de la producción, obtuvieron los mejores números de la década.
Otros, sin nada que vender, quedaron atrapados entre unas expectativas desmesuradas y un negocio que no se pudo hacer.
Como dato, la uva que el año pasado se vendió en $120 el kilo, este año se llegó a transar en $350. Descontada la inflación, hay un tercio arriba del precio, debido a la falta de uvas.
Completan el cuadro 2023 algunos datos singulares. De las 1240 bodegas registradas, sólo 821 elaboraron vino o mosto este año. Mientras que las existencias de vino están cortas respecto de las necesidades del mercado, el mosto este año fue el gran perdedor.
Segmentada por distritos y provincias, sin embargo, la merma en la cosecha es muy diferente. La helada pegó fuerte en San Rafael y Alvear, en el sur de Mendoza, según los datos oficiales, con caídas del orden del 56 y 65%, respectivamente.

Esos números negativos sólo se acercan a lo reportado por el INV de General Roca, Río Negro, con el 34% a la baja.
Expectativas de calidad
Como cada vez que sucede un raleo natural, las uvas se concentran y quedan con mayores índices de perfume, color y estructura. Aquellas bodegas que leyeron bien el año y pudieron cosechar anticipadamente conseguirán uvas más complejas.
Por eso es que a la fecha los productores hablan de una añada corta pero muy cualitativa. En los reportes que las bodegas están compartiendo por estos días, las palabras madurez, concentración y calidad son las más repetidas. Ahora hay que esperar a que los vinos lleguen a su fin para probarlos.
A la fecha una cosa es segura: la añada será recordada por las cambiantes expectativas y por cómo demandó, de parte de los equipos técnicos, cintura para poder operar.