La ebullición que corona los porrones, los chops y las pintas rebalsa los vasos y está pasando a la acción. Emprendedoras, científicas, productoras profesionales o caseras, educadoras, consumidoras amateurs y sommeliers calificadas multiplican las posibilidades de encuentro entre las mujeres y la cerveza. 

“Hasta ahora, las mujeres aparecemos como objeto, en una posición pasiva. No somos partícipes protagonistas”, dice Karen Borensztein, fundadora de la Comunidad de Mujeres Cerveceras sobre la presencia del género femenino en las publicidades de alcohol. 

Y Alejandra Alomo, de Birreras de Argentina, coincide: “La mujer en el ámbito de la cerveza prácticamente no existe, está invisibilizada”. 

Pero esa realidad está cambiando, al calor del entusiasmo de las chicas. Mujeres como Karen y Alejandra se pusieron de acuerdo para formar comunidades donde se pudiera visibilizar una relación protagónica del género con el alcohol. 

En el caso de ambas, trabajan para acercar a sus pares a la bebida hecha a base de malta, lúpulo y levadura. ¿Qué pueden aportar las mujeres cerveceras a la cultura de la birra local? 

mujeres cerveceras

Mujeres cerveceras

A Karen Borensztein siempre le gustaron los bares: para conocer gente, para juntarse con amigos o, incluso, para ir a trabajar. 

Pero un día se dio cuenta de que su realidad (que es la de muchas) no se reflejaba en la televisión. 

“Veía que no estábamos en las publicidades. Y en contraste aparecía lo que pasaba en los bares, donde estamos nosotras tomando birra, vino o cócteles”, relata la fundadora de la Comunidad de Mujeres Cerveceras (CMC).

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Las chicas de Comunidad de Mujeres Cerveceras.

Entonces, a fines de 2017, apareció una idea: crear una comunidad para darle mayor entidad a la mujer amante de la cerveza. 

“En el momento no sabía qué estaba haciendo. Empezó a tomar forma cuando comencé a hablar con otras cerveceras”, explica.

Hoy en día, CMC está presente en 13 países de Latinoamérica. Sí, trece. La expansión de la comunidad le permitió a Karen conocer cómo se hace la cerveza en otras regiones y cómo las costumbres y los recursos naturales disponibles influyen en la producción o el consumo de la bebida. 

Por ejemplo, en México toman la “chela” con limón, sal y chile picante. Y según el estado, se pueden encontrar versiones con salsa inglesa, tabasco o grillos cocidos (conocidos como chapulines). Toda esa inspiración fue bienvenida. ¡No contaban con sus astucias!

La absorción de ideas continuó. En Colombia, una cervecera se animó a hacer una Grolsch con mango biche, una fruta ácida típica de Cali. En Guatemala y Jamaica, descubrieron, usan café o manzanilla. 

En República Dominicana se la juegan con maracuyá, cacao orgánico, jengibre y limón. Y en Chile, han llegado a usar ají cacho de cabra, una hortaliza picante de la zona. “Cosas que hay que probar”, afirma Karen.

La innovación no tardó en aparecer, entonces, a nivel local. En Salta, una cervecera casera eligió la miel de caña para hacer una versión diferente de la clásica Honey.

Y en Viedma, la cervecería artesanal Painé se le animó al maracuyá y a las frambuesas para crear dos variedades ácidas y frutales.

Identidad nacional 

Hace casi cuatro años, se organizó un evento cervecero en Mar del Plata que sería la semilla para una nueva asociación. 

En ese encuentro exclusivamente femenino, alguien mencionó la existencia de comunidades de mujeres cerveceras en Estados Unidos.

Al principio, pensaron en unirse al colectivo yankee, pero después optaron por una versión local. Y crearon Birreras de Argentina.

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Las birreras de Argentina.

“Nos dimos cuenta de que necesitábamos algo más propio, con nuestra identidad”, comenta Alejandra Alomo, una de las asistentes al encuentro marplatense. 

La semilla germinó en un suelo fértil, lleno de mujeres dispuestas a compartir sus saberes y difundir la cultura de la cerveza argentina. 

Los primeros brotes se dejaron ver con una cocción en una fábrica de Bronx en Pilar, donde quince integrantes del grupo hicieron una cerveza que llevó el nombre de Juana Azurduy. 

La bebida se vendió en todo el país y lo recaudado se usó para financiar la construcción de una comisaría de la mujer en Santa Clara del Mar.  

Si bien el objetivo es difundir la existencia de mujeres en el circuito cervecero, una de sus ramas más importantes es la solidaria: todos los años, para el 8 de marzo, realizan una cocción de cerveza. Lo que se produce en el evento se vende y la plata se dona.

Estos eventos también les dieron la visibilidad que estaban buscando: “Llamó la atención de los medios que tantas mujeres estuviéramos haciendo cerveza. A partir de ahí se comunicaron otras chicas que no nos conocían y se fue creando una red más grande”. 

Actualmente son cerca de 150 mujeres en 6 sedes en todo el país. Ahora las cocciones se hacen regionalmente, con una base en común y después cada grupo le agrega algo propio de su zona. 

Por ejemplo, para el evento del 2020 (pre-cuarentena), “en Patagonia usaron frutos y en Mendoza pusieron una hierba que se llama gramilla; nosotras pensamos en CABA como una ciudad caliente así que le agregamos merquén, un condimento picante”, cuenta Alejandra.

Además, cada cerveza lleva el nombre de una mujer importante de la historia local. En 2019, la sede de Buenos Aires tuvo como punto de encuentro la ciudad de Avellaneda y la bebida se llamó Azucena Villaflor, oriunda de la zona. 

Cultura cervecera

Hace no mucho tiempo, antes de que el barbijo se convirtiera en un accesorio imprescindible, era común ver cervecerías emergiendo en suelo argentino. 

Desde Ushuaia hasta La Quiaca, los locales de cerveza artesanal superpoblaron las ciudades del país con cientos de opciones y le hicieron pasar un momento de incertidumbre a la producción industrial.

Las malas lenguas dicen que la moda pasó y que la cuarentena le dio una estocada letal a este sector experimental, pero las birreras no están de acuerdo.

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Hacer cerveza artesanal también es un espacio ganado por las mujeres.

“A pesar de que todos lo vivimos como un gran boom, la cerveza artesanal en Argentina es una industria muy jovencita y le falta mucho por desarrollar”, enfría Alejandra Alomo.

La experta considera que un camino para crecer sería generar políticas que apoyen a las PyMEs. “La llegada al público en bares es muy buena, pero es el único canal de venta. Solo algunas fábricas pueden vender en supermercados”, dice.

Con la cuarentena que comenzó a principios de 2020, el sector artesanal tuvo que adaptarse a la producción en latas para vender directo al consumidor, sin el bar de por medio. 

Quizás para el argentino promedio todavía es medio raro, pero “en el resto del mundo es muy común ir a algún supermercado y tener un sector lleno de distintos tipos de cervezas”, cuenta la integrante de Birreras.

Creatividad y espuma

Karen Borensztein, de CMC, coincide sobre el futuro de la cerveza argentina: “Creo que se va asentando cada vez más. Es una cultura, no es una moda. No viene a competir con otras bebidas sino a enriquecer”. 

Ambas acuerdan en que queda un largo camino por recorrer para la producción artesanal local, que avanza con paso firme. 

“En los concursos de Latinoamérica, Argentina siempre logra muchísimas medallas. Para ser tan joven es una industria que afuera gusta mucho”, comenta Alejandra.

El jurado “premia la calidad”, explica. Y detalla que “para medir los estilos hay dos guías, llamada BJCP y WBC. Los jueces certificados catan las características y puntúan”. 

Recientemente Cuatro Jokers, parte del colectivo de Birreras, ganó la medalla de bronce con un estilo llamado Wee Heavy en la copa de Cervezas de América.

Esta novedad campeona es casi como tomar un postre: tiene aroma a caramelo, similar al flan o los pochoclos dulces, con sabor a nueces, ciruelas, dulce de leche y coñac. Otro gran ejemplo de la innovación argentina.

Dice Karen que la cultura de la cerveza “es ancestral, pero acá estamos generando la nuestra”. En ese sentido se inscriben la aparición de recetas con ingredientes como frutas y flores y sabores ácidos.

Patentes para dos variedades

“El contexto nacional y latinoamericano empuja a que innoves, porque es difícil conseguir algunos insumos importados, no tenemos una industria desarrollada. Siempre hay inconvenientes y ante eso, nos la ingeniamos. Así, con creatividad, salen cosas positivas”, aporta Karen.

De hecho, Argentina ya tiene dos variedades de cervezas patentadas: la Dorada Pampeana y la IPA Argenta. 

La primera es producto de la limitación de insumos, allá lejos y hace tiempo. En ese momento, los maestros cerveceros locales solo contaban con un tipo de malta, lúpulo y levadura seca. El resultado fue una cerveza rubia con aroma dulce y mucha malta. 

Si bien los problemas ya no son los mismos, todavía el tipo de cambio le juega en contra a la industria. Como dice Karen, muchas veces es difícil conseguir los equipos y para capacitarse hay que pagar los cursos en dólares.

Por otro lado, la IPA Argenta se caracteriza por reinventar el clásico inglés con insumos locales. Fue patentada en 2013, en el marco de un encuentro de la Asociación Civil Somos Cerveceros y se distingue por llevar lúpulos autóctonos y granos de trigo.

Por su lado, Alejandra compara el desarrollo de la bebida a base de malta con la industria vitivinícola y ve luz al final del porrón: “En el vino, el que consume sabe lo que es un Malbec y lo diferencia de un Cabernet, por ejemplo. En la cerveza todavía no se distingue entre una Lager y una Ale. Creo que es una cuestión de tiempo, con los años la gente se va a interesar por saber más”.