Con tan solo 30 años, Agustina Hanna fue elegida para dirigir Ruca Malen, bodega por la que pasaron algunos de los profesionales más importantes de la Argentina.

Dueña de una carrera meteórica que le permitió, a pesar de su corta edad, trabajar en el país y en Europa con grandes figuras de la enología mundial, Agustina Hanna tiene la intención de aggiornar el estilo de los vinos de esta bodega de Agrelo, Luján de Cuyo, con su visión y experiencia, e impulsar un interesante programa de sustentabilidad.

Junto a ella, Ruca Malen se prepara para el lanzamiento de un nuevo portafolio enfocado en la calidad y la sustentabilidad y que definen como “una colección de historias”. Agustina Hanna innovará tanto en diversas formas de elaboración -tradicionales, orgánicas, biodinámicas-, como también en la utilización de recipientes de fermentación. 

Agustina Hanna
Agustina Hanna, la joven enóloga de Ruca Malen.

Ruca Malen continúa siendo “la casa de la mujer joven” – significado de su nombre – sumando la mirada femenina y fresca de esta winemaker atenta a los intereses de las nuevas generaciones y quien asegura que es momento de “descontracturar la escena vitivinícola y asumir un compromiso con el medioambiente desde las bodegas”.

Agustina Hanna, la nueva enóloga de Ruca Malen

Agus, ¿cuál fue tu primer contacto con el vino?

Cuando tenía 9 años con la escuela visitamos una bodega y me enamoré de lo que vi. Desde entonces empecé a decirle a todo el mundo que quería ser enóloga.

¿Pero en tu casa no se bebía vino? 

Sí, obvio, es más: cuando tenía 13 años mi papá tuvo un problema de salud y le recomendaron la famosa copita de vino diaria. Pero lo cierto es que con los años fui yo la que le enseñé a tomar vino a mi familia. Soy la primera en meterme en el mundo del vino. Mi mamá es abogada y papá es arquitecto.

¿Y cómo continuaste en el camino del vino?

Cuando terminé la secundaría ingresé a la Universidad Juan Agustín Maza y mientras estudiaba hice cuanta pasantía pude. Desde el primer día entendí que había que cumplir con los libros y el estudio, pero lo cierto es que la teoría me aburría: yo quería estar rodeada del olor a bodega. Es el mejor lugar para aprender, así que me las rebuscaba para estar en una bodega todo el tiempo que podía. 

¿Pero comenzaste a estudiar enología sabiendo algo de vinos?

No, llegué a la universidad habiendo bebido poco, pero tuve suerte de formar parte de un grupo, que aún hoy se reúne, para compartir vinos y así aprender entre todos. 

Es más, al principio le tenía como miedo al hecho de aprender. Nos enseñaban con mucha solemnidad, era un mundo muy complejo. No me olvido de una clase en la que nos explicaban de un vino con aromas a “ciervo ahumado de Patagonia”… Nadie entendía nada ni se animaba a hablar, pero después comprendí que tenía que acercarme al vino de un modo más relajado. 

Agustina Hanna
Hanna tiene la intención de aggiornar el estilo de los vinos de esta bodega de Agrelo, Luján de Cuyo, con su visión y experiencia, e impulsar un interesante programa de sustentabilidad.

¿Pensás que esa imagen solemne del vino es una barrera con los jóvenes?

Puede ser, pero está cambiando, lo estamos cambiando. Tenemos que invitar a los más jóvenes y a los que no beben vino a que olviden los preconceptos y se animen a probar. No todos buscan lo mismo y las generaciones más jóvenes no se guían por lo que hace la mayoría, buscan sus propias experiencias. Tenemos que contarles que siempre hay un vino que te va a gustar. Además, es bueno simplificar el mensaje, por ejemplo, explicando que se puede beber en vaso sin problema, que no hace falta un copón.

¿Cuál fue tu primera oportunidad?

Me siento muy afortunada. Hago lo que quise hacer toda mi vida y encima tuve maestros increíbles que me enseñaron un montón. En 2010 tuve la primera gran oportunidad en Bodega Monteviejo, con Marcelo Pelleriti; fue increíble, una experiencia que superó mis expectativas y me abrió muchas puertas. Más tarde pude trabajar en importantes bodegas como Catena Zapata junto al equipo de Alejandro Vigil, y luego en Bodega Rolland. En el medio conocí al winemaker español José Luis Ruiz y con él trabajé en España. También tuve una experiencia en Provence. En 2017 ingresé a Nieto Senetiner para incorporarme al equipo de alta gama como segunda enóloga de Santiago Mayorga.

¿Cómo te influenciaron?

Son todos increíbles profesionales con un factor común: son perfeccionistas. Fueron exigentes, pero a la vez generosos con su experiencia. El mundo del vino es una familia donde el equipo de trabajo es todo. Viéndolos aprendí que una sola persona no puede hacer un gran vino. Hay que tener objetivos claros y ser consciente del sacrificio que implica cada vendimia cuando tenés que estar todo el día a full en la bodega. Si no lográs hacerlo con buena onda, es imposible. 

Gracias a ellos aprendí a trabajar en la elaboración de vinos de alta gama porque me transmitieron esa búsqueda de perfección. Me convertí en una detallista.

¿Cómo recibiste el desafío de ser primera enóloga de Ruca Malen?

Me tomó por sorpresa. Siempre te preparás para estar algún día al frente de una bodega pero no me lo esperaba. El día en que me enteré fue muy emocionante, un día con nervios y a la vez entusiasmo, pero ante todo me sentí muy agradecida con todos los que me ayudaron a llegar acá. 

¿Y qué podemos esperar de Ruca Malen?

Llegué justo para organizar la vendimia en un año que tuvo sus complicaciones, pero confieso que viví el sueño de cualquier enólogo gracias a la libertad con la que pude trabajar. 

Todo salió muy bien y empezamos a ensayar algunas ideas. Me tomé esta vendimia para caminar los viñedos, conociendo lo que tenemos, y para ampliar la búsqueda de nuevos componentes en viñas viejas o zonas de mayor altura, como Gualtallary y El Cepillo, por ejemplo. Para mí, la clave es buscar la excelencia en la materia prima, entender su potencial y estar muy encima de los detalles para lograr vinos únicos y transparentes.

También hicimos diferentes vinificaciones, con racimo entero en algunos casos, levaduras indígenas, probamos fermentaciones en huevos, barriles y barricas. Hicimos mucho de cara a los lanzamientos que llegarán a partir de primavera. 

Mi objetivo a partir de la vendimia 2021 es aportar creatividad e innovación, con el desafío de elaborar vinos que reflejen frescura, energía y elegancia. Quiero darle además a cada vino una identidad propia, haciendo foco no solo en el terroir sino también en la calidad de la uva y en cada proceso de elaboración

Espero sorprenderlos con una ampliación de portafolio dirigida a un público curioso, con una imagen renovada y vinos frescos y transparentes, ideales para los que buscan algo diferente con calidad. 

Agustina Hanna
Hanna innovará tanto en diversas formas de elaboración – tradicionales, orgánicas, biodinámicas-, como también en la utilización de recipientes de fermentación.

Y más allá de los vinos, ¿en qué más estás trabajando?

Quiero ayudar a consolidar el programa de sustentabilidad. Ruca Malen es una bodega con certificación orgánica y estamos convencidos de que el mundo necesita cambios si queremos pensar en un mejor futuro. Por esto mismo tenemos que hacer nuestro aporte incorporando insumos sustentables, eliminando la aplicación de agroquímicos, optimizando el uso del agua y dando un mejor manejo de los recursos. Y a la vez fortalecer los lazos y compromisos sociales con la comunidad y quienes nos permiten que nuestros objetivos se cumplan. En este camino es donde vamos a centralizar nuestros esfuerzos.  

¿Cuál es el varietal con el que más cómoda te sentís en la bodega?

El Malbec. Me enamoró desde la primera vez que lo probé, me encanta porque es una cepa honesta que te cuenta diferentes historias. Es transparente con el origen, la vinificación y todo lo que hagas. Me gusta que nos permita justamente eso, contarle historias a los consumidores. Además, hay mil estilos y en Argentina se pueden elaborar cada vez mejores Malbec; nos queda un camino muy largo por recorrer.

Otra cepa que me fascina es la Garnacha, con la que trabajé en Somontano y estoy segura de que Mendoza tiene una gran oportunidad con sus vinos.

Se habla de una nueva generación enológica, de la que sin dudas formas parte. ¿En qué se diferencia de las generaciones anteriores?

No tenemos secretos, creemos que el intercambio de ideas y experiencias es súper importante. Nos ayudamos por más que trabajemos en diferentes bodegas o regiones. Todo eso es nuestra fuente de inspiración para lo que después hacemos en bodega. Pero obvio que esto es posible gracias a los que estuvieron antes para abrirnos las puertas o cambiar la industria en los últimos tiempos. 

A veces me preguntan si es difícil trabajar en esta actividad siendo tan joven y mujer. Seguro fue difícil para las primeras mujeres, como Susana Balbo, pero hoy en la vitivinicultura no se habla de géneros. 

Una transformación que creo es más importante está en nuestras inquietudes por el medioambiente y la preocupación por ayudar al cambio. Es en esto que espero dejar un legado en Ruca Malen.