Snacks orientales se ven por todos lados. Con envases llamativos y sabores extraños para el paladar local, raras, como encendidas, las golosinas y snacks asiáticos están sin embargo cada vez más cerca del corazón celeste y blanco.

Estos snacks orientales son reconocibles a primera vista en cualquier góndola por la variedad de colores y los símbolos indescifrables del paquete. Y también porque se multiplican: si bien la verdadera razón de su llegada al país son las costumbres gastronómicas de las comunidades de inmigrantes chinos, coreanos y japoneses, cada vez son más los argentinos que se animan a probarlas. 

snacks orientales
Las góndolas del barrio chino suman color, diseño y sabor con sus snacks orientales. Los consumen no solo las comunidades de chinos, coreanos y japoneses. También hay fans argentinos.

Snacks Orientales: exotismo y variedad

En el Barrio Chino se congregan integrantes de diversos orígenes asiáticos. Y en sus supermercados como Casa China, Asia Oriental o Ichiban se lucen “golosinas” y snacks orientales a base de arvejas, mariscos o incluso frutas.

De acuerdo con Yu Sheng Liao, periodista e influencer gastronómico nacido en Taiwán y ex catador en una fábrica de chupetines, cada país asiático tiene sus productos característicos: cuando hablamos de snacks, los coreanos van por los picantes y los japoneses prefieren lo dulce; en cambio, los chinos y taiwaneses tienen gustos bastante variados. Los sabores pueden ir desde algo tan sencillo como papas saborizadas hasta platos elaborados, como camarones y langostinos. 

Una golosina muy popular en Corea es el Pepero: un palito como el grisín que servían en la panera de los restaurantes de antaño, pero bañado en chocolate. Suena a combinación extraña, pero en realidad no tan alejada del habanito con el que se revistieron durante décadas las tortas de cumpleaños. 

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Todos los años, el 11 de noviembre en Corea se celebra el Día del Pepero, una fiesta que funciona como un segundo San Valentín. Este evento fue creado por la marca, pero ya es una tradición en la cual los enamorados se regalan dulces. En Japón existe la competencia, otros palitos bañados en chocolate marca Pocky. 

Los Pepero y muchos otros productos importados de Oriente se pueden conseguir en los reductos de la comunidad coreana, asentada principalmente en dos zonas de la ciudad. Un eje es el de la avenida Carabobo, entre Eva Perón y Castañares, donde los locales no son distintos a cualquier almacén de barrio. El otro se ubica cerca de Avellaneda, la avenida de la ropa al por mayor que atrajo mayoritariamente a los inmigrantes que llegaron entre 1960 y 1980.

Caramelitos

Gabriela es hija de coreanos y junto a su familia tiene una empresa de importación de productos alimenticios con venta online, llamada Bu-Bu. El nombre de esta pyme familiar significa “matrimonio” en coreano y representa la unión de sus raíces con Argentina.

Ella cuenta que durante y después de la guerra entre las dos Coreas, las golosinas eran de azúcar y agua, pero muy vistosas. “Las hacía una persona en la calle, como acá las garrapiñadas. Vos te acercabas y veías cómo amasaba en el momento, le daba forma y lo cortaba para hacer caramelitos”, relata Gabriela. 

Este momento histórico marcó las costumbres del país: “Ahora todo lo que sea snacks, galletitas o dulces tiene que estar muy bien presentado. Sino, no se vende”, comenta Gabriela. 

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La creatividad de los snacks orientales es imabtible: hay de verduras, de sésamo de frutos del mar y la lista sigue al infinito.

Yu Sheng Liao destaca que “los coreanos tienen una forma de abrir los snacks muy distinta: los cortan por la mitad y queda el paquete como recipiente”. No hay más opción que terminar todo el contenido del envase, pero el periodista taiwanés asegura que nadie deja restos: “Comen mucho snack salado o medio dulce, tipo maíz”. 

A Gabriela le llama la atención que en Argentina lo dulce suele ser de textura suave o tipo galletita, pero lo salado es más bien crocante. En Corea tienen muchas cosas dulces y crujientes, como el Pepero, o unos palitos que venden en Bu-Bu de miel y sésamo. 

Además, compara los sabores típicos de los snacks y también encuentra diferencias. “En Argentina quizás se limitan más a lo que es fiambrería: queso, salame, jamón, lo que está más alineado a los sabores europeos. Allá, en Asia, no están acostumbrados a eso porque la carne es muy cara. Los gustos más comunes son batata, cebolla, mariscos, cangrejo o camarones”.

Cultura

Todos estos snacks orientales están pensados para vender en China, Corea o Japón. Entonces, ¿por qué llegan a Argentina? En principio, para las comunidades de inmigrantes y descendientes. “El público es la colectividad, los importadores ya tienen asegurado que se vende eso. Y el argentino –sostiene Yu Sheng– empezó a explorar cosas, aunque sea un one shot. También mucha gente que viajó compra estos snacks y golosinas porque les traen recuerdos”. 

En los últimos años creció mucho el interés por la cultura asiática, con exponentes como el estilo musical K-Pop de Corea o la lectura de manga de Japón; además, la más reciente película ganadora del Oscar a Mejor film extranjero, Parasite, es de origen coreano. Todo esto acerca a los argentinos a conocer y querer consumir productos de Oriente. 

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Ana Irie, nieta de japoneses y jefa de pastelería en el restaurante Chila empezó a elaborar dulces japoneses, llamados wagashi, en plena pandemia.

Alguien que puede asegurarlo es Ana Irie, nieta de japoneses y jefa de pastelería en el restaurante Chila. A comienzos de la cuarentena, Ana empezó a elaborar dulces japoneses, llamados wagashi, para pasar el tiempo y aprovechar lo que aprendió en una beca que la llevó a estudiar a Japón el año pasado. 

La pastelera aclara: “No son golosinas, son dulces tradicionales”. La diferencia principal es que no se hacen en grandes cantidades, sino de forma artesanal. Durante el período de mayor aislamiento estuvo subiendo las fotos a su Instagram y muchas personas comenzaron a hacerle pedidos para probar.

El wagashi está hecho a base de poroto aduki pero la importancia está en el exterior. La decoración de cada dulce va cambiando con las festividades que se celebran, muchas veces relacionadas a la naturaleza, como el comienzo de la primavera. Para poder hacerlos, Ana consigue el poroto en el Barrio Chino o en las zonas de comercios coreanos, pero como no suele encontrar otros ingredientes tiene que hacerlos desde cero. “Es como vivir en el exterior y querer hacer el dulce de leche desde la leche. Se puede, pero es más trabajo”, explica.

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Los dulces japoneses son de sabores sutiles y muchos se elaboran a partir de poroto aduki. No funcionan como postre, se comen con el té, comenta Ana Irie.

La magia de estos dulces está en lo efímero: sus ingredientes no son de larga duración así que es obligatorio comerlos dentro de las 24 horas. La diferencia con los dulces argentinos es su sabor: el paladar nacional quizás se decepcione al primer mordisco, esperando un relleno con dulce de leche o chocolate. En cambio, los dulces japoneses son de sabores sutiles. Además, no funcionan como postre, se comen con el té.

Envases, texturas y costumbres, son muchas las diferencias entre nuestros kioskos y lo que llega desde Asia. Pero la curiosidad impulsa a cada vez más argentinos a viajar a bordo de los sabores y sin tomar ningún avión.

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