
El 4 de octubre se celebra el “Día Internacional del Vodka”, el destilado que fue furor en los 90 y que hoy –fuera de la mezcla con bebidas energizantes– atraviesa una etapa de altibajos. Si sos amante de la coctelería te contamos porqué vale la pena redescubrirlo.
Más allá de una época dorada en los 90, donde cobró cierto reconocimiento gracias a la serie “Sex and the City” y al fanatismo de sus protagonistas por el Cosmopolitan (vodka, triple sec, jugo de lima y jugo de arándanos) o a cócteles como el Sex on the Beach y el Piel de Iguana, el vodka siempre estuvo asociado a los boliches, las previas y las borracheras fáciles. Ni hablar cuando surgieron las bebidas energizantes y el combo “vodka con speed” agitó cuerpos en todas las pistas del mundo.
¿Pero por qué se trata de un destilado poco querido por los amantes de la coctelería? Lo cierto es que se lo tilda de “insípido e inodoro”, características poco deseadas para quienes buscan complejidad y diferentes perfiles de aromas y sabores en una bebida.
Ahora bien, el vodka tiene un atributo paradójico: mientras que la nuetralidad es el superpoder en la barra, también es su kryptonita a la hora de las bebidas. Desde una óptica positiva, significa que es versátil, fácil de mezclar y simple, por eso, para muchos, es la puerta de entrada al mundo de los spirits. Pero otros consideran que este carácter “neutro” se traduce como falta de personalidad.
Derribando mitos
Creer que el vodka es “insípido e inodoro”, como plantean algunos, es un error. En primer lugar, porque no todos se elaboran a partir de la misma base, pueden utilizarse diferentes clases de papas, cereales, melaza e incluso uvas, como sucede con Cîroc, una etiqueta francesa a base de Mauzac Blanc y Ugni Blanc, dos cepas blancas.
Es que este destilado no tiene denominación de origen ni normas de elaboración. Por eso, aunque Rusia y Polonia son los países que lo vieron nacer, se trata de una bebida universal que puede producirse en cualquier parte del mundo bajo esa denominación.
La neutralidad, entonces, está en tela de juicio. “Se pueden encontrar diferencias entre marcas tanto en los aromas como en la sensación que genera al paladar. Estas surgen debido a la cantidad de destilaciones que se le da y a la materia prima que se utiliza”, señala Valentina Lagos, jefa de Barra de Komyūn.
Como prueba, basta con hacer una “cata” comparativa entre varias etiquetas hasta encontrar la favorita.
La evolución del vodka
Si fuera neutro y siempre igual, no se podría hablar de evolución dentro del vodka, pero lo cierto es que el estilo fue variando. Si antes eran bien estructurados y predominaban las notas a pan y a cereales, hoy ganan las versiones más frescas y afrutadas. Además del mencionado Cîroc, un ejemplo de este nuevo estilo es el suizo Xellent, que combina centeno con 25 botánicos.
También el vodka es diferente con respecto a otros destilados en lo que a categorías de consumo se refiere. Según datos del International Wine and Spirit Research (IWSR), todas las espirituosas crecen en las categorías premium y seguirán haciéndolo durante los próximos cinco años, excepto el vodka, cuyo incremento se da de la mano de etiquetas de segmentos inferiores.
A la hora de comprar, Diego Zelaya, jefe de barra de Orilla Restaurant & Bar y autor de la carta de coctelería de Desarmadero Session, sugiere: “En relación precio calidad, recomiendo el Wyborowa, un vodka de centeno muy noble. Ya pasando a los vodkas más premium me gustan mucho el Cîroc, Ketel One y Grey Goose”.
Cómo beberlo en casa
El vodka es ideal para hacer combinados simples, se lo puede mezclar con frutas, gaseosas (lima limón, pomelo, etc.) hasta tónica, para hacer un vodka tonic. Si se trata de cócteles más complejos, Zelaya cuenta que lo utiliza para “resaltar los sabores secundarios del cocktail, por ejemplo, un buen bloody Mary o algún cocktail frutal para que se destaque bien la fruta y algún cítrico que lo acompañe para darle un poco de acidez al trago y que quede equilibrado”.
Por supuesto que también se puede beber solo, en ese caso hay que servirlo bien frío y tomarlo en shots de a pequeños sorbos.
Ahora bien, ¿qué vodkas probar para empezar a conocer del tema? Tomá nota:
Smirnoff. La marca nació en Rusia en 1864; cuando los bolcheviques tomaron el poder cerraron las destilerías y Vladimir Smirnov –hijo del fundador– tuvo que irse del país hasta que, tras un largo periplo, se instaló en Francia. Pelea cabeza a cabeza con Gordon’s por ocupar el lugar del destilado más vendido del mundo.
SKYY. Este vodka vio la luz en 1992, en San Francisco, Estados Unidos. Se obtiene a partir de una cuádruple destilación de trigo y tiene un filtrado triple. Es de cuerpo medio y su portfolio incluye una variedad especial para hacer Martinis: SKYY 90.
Absolut. Se elabora en Suecia desde 1879. Está presente en 130 mercados y es famoso por sus alianzas con artistas –desde Andy Warhol hasta Jay-Z intervinieron sus botellas–, para ediciones limitadas y su amplio portfolio que incluye versiones saborizadas con ingredientes naturales.
Sernova. Es el último lanzamiento en materia de vodka en el país es Sernova, una marca de Fratelli Branca. Pasa por un proceso de siete destilaciones y tres filtraciones. A la nariz ofrece notas derivadas de cereal y en boca tiene un sabor redondo, envolvente, sedoso y equilibrado.
Grey Goose. Elaborado en Cognac a base de uva, es un destilado que conquistó el mundo desde la década de 1990. Desde 2004 pertenece al gigante de las bebidas Bacardi. Hoy es un clásico en las barras.
Belvedere. De origen polaco y elaborado desde 1910, fue el primer vodka que inauguró la categoría super premium. De sensación cremosa al paladar, en nariz destaca un trazo de vainilla. Se destila cuatro veces y está certificado como kosher.
Cîroc. Revolucionó el mercado del vodka al elaborarse a partir de dos uvas blancas (acá escribimos sobre los spirits de uva), algo que nace de una idea brillante de su creador. Combina Mauzac y Ugni Blanc, plantadas y destiladas en Cognac. Su perfil es bien distintivo: cítrico, delicado y algo más dulce.