A todos nos pasa que, en la cena de fin de año, quedamos a veces en mesas donde no tenemos mucha afinidad con los que nos toca en suerte compartir la velada. Y estando la Argentina como está, hablar de actualidad política es encender la mecha de la discordia o, si tocamos el fútbol, la cosa se puede poner espesa y arruinar toda la noche, ni qué hablar de economía y otros tantos rubros espinosos.

En ese caso, hablar de vinos es un catalizador, un rompe hielos ideal que, bien llevado, pone a circular la mesa de forma amable, antes de que un par de copas haga que todo el mundo se embeba del espíritu del año nuevo.

¿Pero de qué hablar? ¿Qué temas son interesantes sin ser snob? A continuación, algunos salvavidas para que la noche no zozobre.

La vuelta de los blancos. Todo el mundo ama a los tintos. Pero en una noche de calor, en pleno diciembre, ¿será posible que no pinte un buen blanco? En rincones especializados, en gastronomía, entre consumidores formados el blanco vive un revival de la mano de estilos más logrados que el blanco escurrido de otro tiempo: Chardonnay de altura, que aporta frescura y madurez al sabor, Sauvignon blanc de zonas templadas, con trazo tropicales tipo maracuyá, el sabor de moda, o bien Torrontés picarón para las picadas. Con un plus: por menos plata que los tintos entregan igual sabor. ¿Podían creerlo?

Tintos de verano.

Para hablar de vinos, los tintos de verano ponen hielo en cualquier conversación caliente. Si hasta ahora pocos consumidores se atrevían a enfriar un tinto, los nuevos estilos, más frescos y ligeros, se bancan una buena refrescada, incluso un hielo, para funcionar mejor. ¿Herejía? ¿Pecado? Depende el punto de vista. Al menos desde el nuestro, es peor no beber vino porque está caliente a tomarse una rica copa fría y refrescante. Complemento de este tema universal, este otro: ¿cómo enfriar rápido una botella de vino?

¿Los sommelier mienten?

Cuando el tipo, en el restaurante, te ofrece una botella de vino con biri biri, ¿miente o dice la posta? Depende. Y ese es un buen tema para hablar de vinos. Uno se da cuenta enseguida que sarasea, porque: a) insiste con una marca (ahí hay un arreglo); b) si uno le pregunta algún detalle de la botella que recomienda, por ejemplo, tiempo de crianza o zona de origen, un titubeo puede dar margen a la sospecha.

Pero por regla general, un buen sommelier no chapucea. Lo que pasa es que en este país tendemos a desconfiar de todo el mundo, por motivos de principio y no de prueba. Pero que los hay, los hay. Conversar del tema puede, con una anécdota inventada incluso, puede soltar la lengua.

boring-dinnerLa botella más cara.

En nuestro país hay vinos cuya sola botella asciende a 35 mil pesos. Es un Felipe Runiti 1992 que, puestos a juzgar, cuesta 4 salarios mínimos; o bien Catena Zapata Estiba Reservada 2010 y Cobos Chañares 2014, que cuestan 6700 pesos cada una, casi un salario mínimo. ¿Y en el mundo? Una visita a sitios de compra de vino internacional, propone que, por 160 pesos de envío, te compres una botella de Romané Conti 2014 por 250 mil mangos.

 

Mejor no sacar la cuenta pero sí hablar de estos vinos: ¿qué opinan en la mesa? ¿qué hace que cuesten tanto dinero?

El fraude del siglo.

Mientras que se sirven los vinos, seguro alguno dice que en el supermercado chino se consiguen vinos muy baratos. Es verdad. Y mientras que muchos piensan que son falsos o robados, y en algunos casos tienen razón, lo mejor es comentar el fraude del siglo para hablar de vinos. Un tal Rudy Kurniawan que, nacido en Jacarta, Indonesia, bajo el nombre de Zhen Wang Huang, embocó una estafa que lo mandó a la cárcel. En 2006 se presentaba como un gran coleccionista, con una cava de vinos muy selectos de Francia que comenzó en subastas impactantes.

El chiste es que en 2012 se descubrió que Kurniawan compraba vinos sencillos de Burdeos y los reetiquetaba como grandes Burdeos, falsificando todo el pack y embaucando a varios millonarios con su estafa. Hay una buena película para ver: Sour Grapes o “Uvas agrias”.

El gusto del terroir.

Cada vez más se habla de terroir en Argentina para hablar de vinos. Y como los consumidores tienen poca idea de qué se trata, siempre es un tema para proponer y mandarse la parte. Que el vino tiene el gusto de la región que le da origen, está largamente comprobado. ¿Pero cuál es ese sabor? Es un tema un poco nerd, pero enseguida la gente se engancha. Para eso, hay que partir del vino que se está sirviendo en la cena y proponer el famoso “qué pasaría si fuera de otra región.”

El tema da como para una hora de estimaciones mientras el vino obra maravillas tejiendo la mesa en una deliciosa fraternidad. Demás está decir que no hace falta saber mucho para plantear el tema. Con tirarlo, nomás, arranca.

Las mejores burbujas argentinas

El nuestro es un serio país productor de burbujas que, además, siente verdadera afición por los Extra Brut. ¿Pero cuán dulce o seco es un Extra Brut? Para mandarse bien la parte, conviene mirar la contraetiqueta, en donde se consigna el gramaje de azúcar por litro.

Y anticipar el tema: si dice 9 a 11, será un poco dulzón; si dice 6 a 9 más bien seco. Si dice menos, seguro es Brut Nature. Pero el chiste funciona igual.