Las estafas de vinos son moneda corriente en pequeña escala. Pero durante los primeros años del siglo XXI el negocio del vino experimentó un auge que dinamizó varios negocios y generó un caldo de cultivo ideal. Uno que no tardó en dar resultados fueron las subastas de grandes vinos o “fine wines” en inglés. Organizadas por renombradas casas de subastas, convocaron a multimillonarios que veían en las botellas de los vinos más exclusivos buenas inversiones. Mes a mes estas empresas batían sus propios récords de recaudación, de modo que se empeñaban en conseguir nuevas “viejas” botellas para que sus clientes pujen en busca de nuevos récords.
Los vinos de cosechas históricas y formatos extraordinarios –magnum, doble magnum, jeroboam’s– elaborados por las bodegas más importantes de Francia, España, Italia y Portugal eran siempre el plato fuerte. Fue entonces que los medios especializados en vinos comenzaron a cubrir estas subastas. Con una demanda en constante crecimiento hubo quienes dudaron del origen de las botellas, aunque las tiendas aseguraban que hasta las etiquetas y los corchos debían pasar un minucioso control antes de llegar al atril.
En el corazón de las subastas no tardó en aparecer una figura. Con un pasado difícil de rastrear, Rudy Kurniawan se mostraba como uno de los más entusiastas compradores hasta posicionarse entre las figuras más convocantes a la hora de organizar eventos y degustaciones. Luego de conquistar los paladares de los coleccionistas más exigentes y haber comprado algunas de las botellas más caras de la historia, el bueno de Rudy, ya apodado Dr. Conti por sus aduladores, comenzó a ofrecer sus vinos en estas subastas. Un paso que podría haber sido natural, si no hubiese tropezado con un juicioso viticultor francés: Laurent Ponsot, quien llamó la atención sobre algunas de las botellas ofrecidas por Kurniawan, que pertenecían a añadas que su familia jamás había embotellado.
A las demandas de Ponsot se sumarían las del magnate Bill Koch, fuerte coleccionista herido en su vanidad por Kurniawan, y fue así que el FBI entró a escena. De un momento a otro Dr. Conti, el mayor coleccionista de botellas de Romanée-Conti, entre otras rarezas, se reveló como el principal falsificador de botellas de colección, algunas que había logrado vender por mas de 100 mil dólares. La estafa de vinos más grande de la historia quedaba al descubierto.
Si hasta aquí la historia te parece interesante, mirá la versión completa en Sour Grapes, ya disponible en Netflix, el documental que narra con precisión el ascenso y ocaso de una de las estafas de vinos más resonantes del mundo. La historia de Rudy Kurniawan, alisas Dr. Conti, el experto en engaños que engatusó a los acaudalados coleccionistas de vinos y dejó en ridículo a las casas de subastas más grandes del planeta.