Hubo un tiempo en que los países del nuevo mundo parecían desafiar la hegemonía de los europeos, establecidos por siglos en sus viejos viñedos. Pero ahora, puestos a revisar el nuevo mapa mundial del vino, países como Estados Unidos, Chile y la Argentina parecen veteranos de siempre a la lado de otras naciones desafiantes: en el mapa actual figuran países tan disimiles como Reino Unido, Rusia y China.
¿Es que se puede hacer vino en cualquier lado? La pregunta es amplia y la respuesta merece un poco de puntería fina. Entre razones de terroir y de mercado, el mapa del vino crece hoy en latitudes en las que estuvo históricamente ausente.
Malos lugares, buenos vinos
Según cómo se lo mire, claro. Pero en términos generales, toda zona donde la vid pueda crecer sirve para hacer vino. Sucede que no todos los lugares darán vinos distintos o gustativamente aceptables. Y ahí entra en juego otra ecuación más difícil de despejar: a lo largo de los siglos la vid ocupó lugares marginales porque es una forma razonable de rentabilizar tierra que no sirve para otra cosa. Así, laderas difíciles, regiones en extremo frías o suelos tan pobre que no sirven para otra cosa, fueron el lugar privilegiado de la vid para convertirse en vino.
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Bajo esas condiciones extremas, dio vinos extremos. Que en otras palabras se traduce en vinos con identidad. ¿Son los nuevos lugares lo suficientemente extremos como para aportar vinos con identidad? Es una buena pregunta que no tiene idéntica respuesta.
Aunque la mayoría cumple con la idea de rentabilizar zonas de difícil renta.
Burbujas de Inglaterra
Lo que arrancó en el condado de Sussex, al sudoeste de Londres, cuando hace unos 20 años algunos viñateros experimentando con Chardonnay y Pinot Noir, hoy se ha convertido en una realidad numérica que aspira a cubrir toda la isla de Inglaterra para 2100. De la mano del calentamiento global, los productores ingleses acaban de cumplir la vieja fantasía convertir a la isla en un vergel de buenos vinos que los independice de el savoir faire francés. Ya suman 2000 hectáreas entre unos 500 productores y 133 bodegas que elaboran más que nada Sparkling (conviene detenerse en que estamos en la latitud 50º, en el límite de la vegetación para la vid).
Y, en efecto, casas históricas de la champagne como Taittinger cruzaron el canal de la mancha para plantar a precio de libras en suelo británico. La recompensa parece un buen botín: vendida en libras a un consumidor orgulloso, servida en primera clase de British Airways, el sparkling inglés gana adeptos a altos precios en la isla del Reino Unido.
Industria China
En lo que va de la década China se convirtió en un gigante en muchos aspectos. Uno de ellos es el vino. Mientras que en tierras de Mao el vino fue un bien más bien escaso, las políticas gubernamentales instauradas en la década de 1980 tendientes a disminuir la producción de alcohol de granos que sirvan para comer, hoy rinden frutos en la provincia norteña de Xingjiang. Pero cuidado: la región es tan fría que las vides deben acollarse (se entierran durante el invierno) a fin de que no mueran. Con veranos secos y calientes, allá en el borde de Mongolia están produciendo tintos que tendrán su lugar en el país de la muralla.
No es el único punto donde el vino progresa. En las pendientes del Himalaya incluso hay un tinto producido por el gigante francés LVMH que se vende a 2500 dólares la botella. Se llama: Ao Yun que, en chino, “significa volando sobre las nubes”. Todo tiene un truco: en el país donde hay millones de millonarios apostar por un vino de lujo parece una opción segura. Habrá más.
De Rusia con amor
Los zares fueron grandes consumidores de espumosos. Tanto, que incluso parte del prestigio de la Champagne se lo deben a los aristócratas rusos que bebían burbujas dulces en pleno invierno allá en San Peterseburgo. Pero así como Armenia y Georgia, junto con Bulgaria, fueron durante la URRS base de los vinos que se bebían al otro lado de la cortina de hierro, en la recién anexada Crimea y en la zona de Krasnodar Krai (al este del Mar Negro) hoy se producen buenas burbujas.
Estamos tan al norte como en latitud 45º y de allí provienen, por ejemplo, marcas que ya están en el mercado global como Abrau Durso. Ellos cultivan Riesling, Chardonnay, Pinot Blanc y Aligote. Es decir, variedades clásicas europeas para vinos tranquilos y espumosos
. El asunto es que hoy esas marcas se consiguen fuera de las fronteras que maneja Vladimir Putin. Si son o no extraordinarios, aún no lo sabemos. Sí que tiene consumidores curiosos desde Inglaterra a su archirribal Estados Unidos.