El Riesling es una especie de fetiche enológico. Elaborado en Alemania, Alsacia, Austria o Canadá, da vida a los blancos que apasionan a los paladares más entendidos. La explicación de este fanatismo es su carácter exótico, mineral, fresco y austero que lo convierte en un vino versátil que seduce incluso a los fundamentalistas de los tintos.
Así como el Pinot Noir es el gran desafío de los enólogos en materia de tintos, el Riesling lo es a la hora de los blancos. Pero, como se puede observar, los mejores resultados se logran en algunas de las regiones vitivinícolas más frías del planeta, entonces, ¿por qué comienza a marcar tendencia en nuestro país?
La exploración de nuevos terruños en busca de climas fríos, ya sea en la altura de la montaña o a orillas del Atlántico, ha permitido a los enólogos locales ir más allá de los tintos y probar suerte con varietales como el Riesling. Y lo cierto es que los resultados son cada día más alentadores, los que permite pensar un gran futuro para los vinos blancos argentinos.
Riesling argento. La principal diferencia entre la versión local y las europeas es el alcohol. Mientras que en el viejo mundo un Riesling alcanza los 12 grados como máximo, en nuestro país puede llegar a los 13, algo que imprime un carácter acentuado en un vino por definición delicado. Tal vez sea en la expresión aromática donde se encuentran más puntos en común con los europeos, aunque éstos son más minerales y complejos. Por último, en paladar el gran diferencial es la untuosidad de los exponentes argentinos versus la ligereza de los europeos. Para redondear, podemos decir que el Riesling local es más robusto y frutal.
Cuáles probar. Hasta el momento el Riesling es una especialidad de pocas bodegas. Apenas son de cinco las etiquetas disponibles en el mercado, aunque vale destacar que cuatro de ellas se lanzaron durante los últimos años. Pero un dato interesante detrás de la movida del Riesling argentino es que se elabora en todas las regiones del país a pesar que solo existen cien hectáreas de viñedo.
Mendoza, novedades con historia: Luigi Bosca Las Compuertas (2014, $180). La familia Arizu es pionera en el cultivo y elaboración del Riesling en Argentina. Ya en la década de 1970 ofrecían una etiqueta con este varietal y más tarde su Luigi Bosca Riesling, en botella de 500 cm3, se convirtió en un ícono para los fanáticos de los blancos. En 2014 decidieron relanzarlo y hacer foco en su origen: un antiguo viñedo de Las Compuertas.
Sin dudas un dato clave, se trata de la zona más elevada y fresca de Luján de Cuyo, Mendoza. Es por esto que resulta un blanco vivaz, expresivo y original, donde se destacan los aromas cítricos en armonía con los florales y el dejo mineral típico de la cepa. Un verdadero lujo para los amantes de los blancos podrán acompañarlo, por ejemplo, con un fondeu de queso.
Doña Paula Estate (2014, $125). Si se tiene en cuenta que Doña Paula siempre se destacó por sus blancos, a nadie debería sorprender que hoy ofrezca un Riesling. A diferencia del Luigi Bosca, este proviene de un viñedo mendocino de altura emplazado a 1.350 metros, Gualtallary, Valle de Uco. Esta ubicación le permite ostentar un carácter extremo donde la frescura es una bendición. La aromática es típica, muy floral y cítrica, con dejos de peras maduras. En boca puede recordar a un vino europeo por su ataque voluminoso con una punta dulce que realza la acidez. En medio de paladar su textura permite entender la mineralidad que tanto se le atribuye a la cepa junto a sabores frutales. Final prolongado con regusto floral. Por su estilo bien puede acompañar una cazuela de conejo o de ave aunque los quesos tipo brie, camembert y hasta reblochon también pueden hacerle justicia.
Patagonia, diamante en bruto: Humberto Canale Old Vineyard (2013, $110). A partir de un viñedo plantado en 1937, uno de los más antiguos del Alto Valle de Río Negro, la familia Canale elabora este Riesling de clara expresión patagónica. Entre sus aromas se destacan las peras, los duraznos y la lima, mientras que las flores aportan un dejo sutil. En boca su ataque en casi dulce aunque luego fluye tenso y refrescante, los sabores son firmes y francos en medio de paladar. Sorprende su largo final de regusto frutal que lo convierte en un vino ideal para carnes de cerdo en compañía de chutney clásico o salsa agridulces.
Viñedo oceánico, la apuesta correcta: Mar & Pampa (2014, $130). El Riesling agradece que se lo cultive en cercanía de ríos o frente al mar. Y Daniel Pi, enólogo de Trapiche, al parecer tuvo en cuenta este dato a la hora de plantar el ya famoso viñedo experimental de Chapadmalal. Aquí el vino ofrece una identidad diferente a los de altura y en sus 11 grados de alcohol quizás esté la explicación. Mientras que en aromas ofrece un combo frutal, floral y mineral similar a los mendocinos es en boca donde se luce por su delicadeza y mayor frescura, esto lo define como un vino delicado que puede acompañarse con pesca de mar, mariscos o platos de la cocina asiática a base de pollo y salsas picantes.
Salta, Riesling extremo: Amalaya Brut Nature (NV, $105). Sin dudas es uno de los vinos más curiosos elaborados con Riesling. No solo por que se trata de un espumoso sino por que el viñedo que le da origen se encuentra a 1750 metros de altura en pleno noroeste argentino. Aunque se trata de un assemblage 80% Riesling y 20% Torrontés, el resultado es a favor de la cepa europea y se destaca tanto por su originalidad estilística como por su perfil refrescante. Las notas florales son protagonistas junto con los cítricos y en paladar la acidez se potencia con las burbujas. Es un vino ideal para sorprender y descorchar en celebraciones descontracturadas.