
La pechuga puede ser un corte seco y aburrido o uno perfecto y maravilloso. Nada más hay que encontrarle una receta que la convierta. Gonzalo Alderete Pagés, cocinero del restaurant Perón Perón, tiene claro que algo aburrido puede ser glorioso. No en vano cambió los manuales de psicología por braseados y ollas para descubrir cuál era su lugar en el mundo. Y lo mismo hace con la pechuga del pollo, recuperando un sabor de infancia: “en mi casa, mientras cocinábamos el almuerzo hablábamos de qué ibamos a cenar. De esas charlas y preparaciones saco mis recetas”, dice.
La propuesta gastronómica de Perón Perón recupera y mejora la cocina casera con toques gourmet. Y si en la mesa se habla, entre otras cosas, de política, en el restaurante la liturgia peronista tiene su costado kitch. Para comer rico, abundante y ver una proción de la historia politica Argentina conviene visitarlo. Y si la política no es tema, siempre se puede hacer la receta en casa.
En ese caso, para 6 personas hace falta:
2 zanahorias.
1 cebolla
½ morrón
1 rama de apio
1 copa de vino blanco
1 taza grande de caldo de gallina
1 pechuga grande de pollo
1 puñado hongos
1 taza grande de arvejas
1 cucharita de extracto de tomate
3 papas medias doradas
6 tapas de empanadas
Tomillo, laurel
En una sartén alta poner a dorar la zanahoria cortada en moneditas; cuando empieza a tomar color agregar la cebolla picada, el morrón y el apio cortados. Saltear todo unos minutos y cuando se está empezando a dorar sumarle los hongos, el vino blanco, caldo de gallina y el pollo desmenuzado –el pollo previamente cocinado, que sobró del asado o que compraste ya hecho-. Cuando empieza a hervir, agregar un poco de tomillo, el extracto de tomate (puede ser salsa), el laurel y por último las arvejas. Cocinar quince minutos a fuego medio para que los sabores se integren. Entretanto, hervir papas cortadas en medallones o dorrarlas al horno.
Luego, rellenar seis cazuelas de barro con la preparación y las papas. Sellalas con una tapa para empanadas oprimiendo la masa en los bordes como si fuera un pastel. Terminado, se hornea diez minutos hasta que dora y se sirve.
El juego es que los invitados tendrán que romper la masa para comer el relleno y pueden acompañar la cazuela con el mismo hojaldre. No olvidar servir un buen blanco frío, como estos . Por lo demás queda la charla de sobremesa, toque ese día política, fútbol o religión, que si bien siempre están prohibidos es de lo que se termina hablando.
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