Este bodegón de cocina judía, fundado hace 10 años por el chef Juan Pablo Gorbán, ha logrado fusionar la esencia tradicional de esa gastronomía con toques modernos, conquistando los paladares más exigentes de Buenos Aires.
El Chiri de Villa Kreplaj, que acaba de festejar sus primeros diez años, celebra al ritmo de la música klezmer esos sabores de la tradición y las costumbres familiares judías y también -con técnicas actuales y nuevos sabores- los platos de la cocina israelí contemporánea.
En su salón sencillo se destacan los objetos personales de Juan Pablo Gorbán, dueño y chef, quien recreó algo así como el living de la bobe para recibir a sus comensales.
No faltan los cuadros de fotos de bebés, la cristalería antigua o la Mezuzá (es un pergamino que tiene escrito dos versículos de la Torá y que bendice el local), entre otros elementos típicos.
Por supuesto, aquí la comida es la protagonista y siempre se puede probar un poquito más, como invita la abuela Dorita, la auténtica bobe de Juan Pablo.
El mundo maravilloso de El Chiri
El Chiri de Villa Kreplaj es un templo a las gastronomías ashkenazi y sefaradi. “Yo cierro la grieta y propongo un menú en el que convivan nuestros sabores. Invito a la colectividad, pero también a aquellos amantes de la comida que no son judíos, porque van a descubrir un mundo maravilloso”, dice emocionado.
Entre los platos del centro de Europa (ashkenazíes), que se caracterizan por la escasez de productos (en general sus materias primas fundamentales son la papa, el pescado y la cebolla), aquí reina el guefilte fish, los kniches, los varénickes, el pastrón (riquísimo, servido en sándwich o al plato) y el pollo con farfalej.
Se suman los queridos kneidalaj (especie de albóndigas de harina de matzá que se sirven con caldo); el jalá (el pan trenzado y dulce que acompaña la comida y que significa la unión familiar) y las lachas, que emulan a aquel arenque tradicional.
Entre los platos sefaradíes, hay hummus, lajmayín, sambusak (unas empanadas de queso), falafel, babaganoush, tabule y más.
Además, en esta reversión de los clásicos, Gorbán ofrece alternativas: knishes de hongos, la posibilidad de sumar panceta a los platos con una leyenda divertida (“Si la bobe se entera me mata”); un sándwich vegetariano con base en los falafel y más.
Memoria emotiva
También hay opciones para el desayuno y la merienda. Y postres como el arroz con leche de la tía Cata, que llega bien frío y con azúcar quemada, blinis y crumbles de manzana o limón.
Gorbán viajó por el mundo, trabajó y se formó en distintas cocinas, vivió en España (de ahí el “Chiri” del nombre, que remite a los chiringuitos, kioscos o barcitos, de las playas ibéricas) y al final volvió a la Argentina para reencontrarse con sus raíces.
La suya es una apuesta que invita a la memoria emotiva, al encanto de los sabores y a una cocina honesta que refleja la cultura de un pueblo y de una comunidad con fuerte presencia en la ciudad de Buenos Aires.
Es un espacio cálido en el que siempre sobra comida y uno se puede llevar un pekele, el típico paquetito con el que solemos salir de la casa materna cuando vamos a comer.
Se puede disfrutar de la vereda, con reposeras y un deck cómodo.
GPS: Velasco 701, Villa Crespo, CABA. Todos los días de 9 a 00:00;
IG: @elchiridvk. Ver menú