Desde 2010 a la fecha, el oeste vitivinícola viene atravesando una sequía extensa y profunda. Este invierno volvieron las nevadas a Los Andes. Tanto, que incluso en Chile vivieron dos inundaciones en lo que va del año, en el contexto de un cambio de año Niña (seco) a Niño (húmedo).

Puestos a observar, estos últimos años de sequía fueron una excepción por su duración. O quizás no tanto. Para eso, para sortear esas dudas, un grupo de científicos del IANIGLA (Instituto Argentino de Nivología y Glaciología), el CONICET y otras instituciones, tanto argentinas como latinoamericanas, desarrollaron el primer Atlas Sudamericano de la Sequía.

Conocido como SADA (se puede consultar online), reconstruye el clima del continente desde el año 1400 a la fecha con un pixel de 50 km, una escala que resulta muy útil para el sector agropecuario.

En esa larga duración –al menos para los hombres y más aún para el vino– se ven cosas particulares. Mariano Morales, biólogo e investigador adjunto del CONICET en el IANIGLA, a cargo del desarrollo del Atlas SADA, habla desde Mendoza.

Qué es el Atlas de la sequía y para qué le sirve al vino de la región 1
Desde 2010 a la fecha, el oeste vitivinícola viene atravesando una sequía extensa y profunda.

Y afirma: “Lo que nos permite este Atlas es poner en perspectiva los fenómenos del presente, como la sequía actual. No es la primera, ni la más dramática en la larga historia que cubre este estudio, pero sí se ve el aumento de la frecuencia de estos episodios más dramáticos”.

Este punto es coincidente con las lecturas que hoy hacen en todo el mundo en función del cambio climático. Más profundidad en el péndulo, más reiteración y más intensidad. Esa es la diferencia con el pasado. Pero para estar seguros, hacía falta investigar el pasado.

Cómo se hizo el Atlas de la sequía

Siguiendo otros modelos, como el Altas de Norteamérica o el de Oceanía, el Atlas Sudamericano de la Sequía fue desarrollado con una técnica muy calibrada hoy: analizando los anillos de crecimiento de ciertos árboles a lo largo del continente y cotejando esa información con otras fuentes, incluso históricas, es posible reconstruir el clima de una región.

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Un grupo de investigadores desarrollaron el primer Atlas Sudamericano de la Sequía.

“Es una tarea titánica que nos llevó tiempo y dedicación. Una cuenta rápida: analizamos unos 15.000 árboles y por cada uno, unos 600 anillos. Luego los comparamos con un software para generar los patrones de crecimiento, vinculados al clima. Como son especies conocidas, con un comportamiento bien descrito, es posible ponderar esa información en áreas más grandes”, explica Morales.

Así se construye un índice multifactorial conocido como Índice de Sequía y se lo aplica en el plano del continente en un punto determinado. Lugares con abundante vegetación, como la cordillera de la costa en Chile, las sierras de Córdoba o los bosques patagónicos, son fácilmente trackeables con esta técnica. Regiones desérticas como Mendoza o San Juan, representaron verdaderos desafíos.

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Es una tarea titánica que nos llevó tiempo y dedicación.

Ni la última ni la peor

“Lo que vemos con esta herramienta es que hay zonas que serán más vulnerables que otras a las sequías. El bosque esclerófilo de la cordillera costera chilena está en mayor peligro que el flanco oriental de Los Andes. Mientras que los anticiclones por efecto del calentamiento parecen estarse desplazando hacia el sur, las lluvias y nevadas tienden a disminuir en el flanco occidental de los Andes centrales. Y ese bosque vive de ellas”, explica Morales.

Consistente con esas lecturas, la industria del vino al otro lado de la cordillera observa con resquemor la caída de los volúmenes de precipitación que les permitían partir cada año con los perfiles de los suelos llenos.

Al cabo de una década de lo que se conoce como una megasequía, las lluvias abundantes de este año parecen un alivio en la desgracia. Mientras las personas afectadas por el temporal del mes pasado perdieron casas y recursos, los suelos para la viña se recargaron.
Quizás este año la sequía ceda hacia un ciclo más húmedo –sería consistente con los modelos predictivos del Atlas y de los investigadores– pero lo que nadie puede garantizar es que así sea, o que el ciclo que se inicie sea uno más corto o pronunciado.

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Quizás este año la sequía ceda hacia un ciclo más húmedo.

“En nuestros modelos –continúa Morales– todo parece converger en que los acontecimientos serán menos predecibles que en el pasado. En todo caso, a las sequías anteriores le siguieron períodos más húmedos. La durabilidad, profundidad y persistencia es lo que observamos que está cambiando”, cierra.

El cambio climático es algo que ya nadie discute. Y el vino, un producto sensible a la marcha climática de los años, ya da cuenta del aumento de la temperatura global. En

Burdeos se aprobó la plantación de variedades más resistentes al calor, como la portuguesa Touriga Nacional, mientras que se exploran modos de elaborar que permitan ajustarse a una temperatura en ascenso. En todo caso, los estilos están cambiando con el clima.

Es periodista y enólogo y escribe como cata: busca curiosidades, experimenta con formatos y habla sin rodeos de lo que le gusta y lo que no. Lleva más de veinte años en esto. Lo leen en Vinómanos (plataforma que fundó en 2013) o bien en medios nacionales, como La Nación y La Mañana de Neuquén. Desde 2019 es el crítico para Sudamérica de Vinous.com (EE.UU.).