No hace mucho tiempo, ciertas regiones de la Patagonia se mantenían ajenas a la vitivinicultura. Sin embargo, los cambios en la matriz productiva y sobre todo el tesón, la audacia y la preparación de algunos soñadores hicieron que crecieran algunos proyectos “indie”, dignos de destacar. Acá va un listado que habrá que tener en cuenta a la hora de degustar nuevos y atrevidos vinos del sur argentino.
Estos son los pequeños productores de vinos de la Patagonia
Río Negro
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Trina Bodega y Viñedos
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Dominio de Freneza
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Cabrón Patagonia Argentina
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Tierra del Viento
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Tero Rengo
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Mabellini Wines
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Cielos de Gualjaina
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Rincón de los Leones
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Del Golfo Espumante
Es una bodega boutique, ubicada en Río Colorado, en Colonia Reig, a 2500 metros de la RN 22. Comandada por Ezequiel Naumiec y su mujer Paula Tripicchio, elaboran vinos de alta gama y ofrecen una experiencia sensorial completa ya que tienen, además, restaurante y hospedaje.
Ezequiel trabajó en Mendoza y, tras una visita a esta localidad rionegrina, le impactó la vitivinicultura arrasada, con 17 bodegas en desuso y muchas en ruinas.
Fue entonces que buscaron un pedacito de esa historia todavía viva y comenzaron a trabajar con mirada ecológica y herramientas vinculadas a lo orgánico y a la biodinamia.
Plantearon el proyecto Trina en base al Malbec y a los tres tipos de suelos que tiene la chacra: el sustrato arenoso en la costa del río; un sector pedregoso con un parral de más de 80 años que les da las uvas para el gran Reserva y el otro sector en que también hay un parral, pero de 30 años, que convive con viñas nuevas. En total son 4 ha de viñedos.
Los precios de sus vinos oscilan entre los $2400 para su Blend de Malbecs y los $7000 del Trina Gran Reserva.
Todo aquel que guste de los vinos patagónicos y del Alto Valle, sabe quién es Agustín Ezequiel Lombroni. Fue el enólogo a cargo de cada proceso en Verum Wines, en General Fernández Oro, durante varios años. En 2017, logró cumplir un sueño cuando trabajó con la familia Thienpont en Chateau Le pin, Pomerol, donde entendió “lo que es una grand vin”.
Durante su estadía en Francia, Jacques Thienpont le recomendó que pusiera su pasión y energía en su propio proyecto. Eso lo llevó a perseguir su anhelo y actualmente, junto a su familia, es el enólogo y propietario de Dominio de Freneza.
Por ahora solo se dedica al Pinot Noir con sus vinos La Voja ($7800) y La Freneza ($12000), aunque ya tiene entre manos sumar Chardonnay. Respecto a las uvas, alquila 1,5 ha en Mainqué, con viñedos de 1955 y 1988 de los que sale la mayor parte de la producción de La Freneza. Además, compra uva en Mainqué y en El Chañar.
La cosecha se realiza a mano y la fermentación maloláctica se lleva a cabo en un 80% en barricas usadas, pero todas de roble francés. Y con gran amor por el terroir.
Es un emprendimiento ubicado en un lugar que muy pocos conocen. Cabrón se encuentra en Valle Azul, departamento de El Cuy, al sur de la ruta 22 y del río Negro. Allí se estableció el enólogo Ramiro Simone en un proyecto netamente familiar. Lo acompañan Andrea Olave, su mujer, gastronómica, y Augusto, su hijo, de 6 años, en calidad de “explorador de bodega y cocina”.
“Decidimos invertir y emprender en esta localidad, previo a un estudio de investigación que venimos realizando desde el 2007”, cuenta el enólogo. Valle Azul tiene una impronta basada en su geografía y ubicación que la posicionan con un gran futuro en la producción de vinos de alta gama, asegura Simone.
La familia cuenta con 5 ha donde tienen cepas tintas. Trabajan con uvas propias y otras que compran a terceros en pequeños volúmenes destinados a la investigación, para “identificar patrones basados en relación costos-calidad por localidad”.
Su vino insignia es aReo ($1900) y bajo esta marca elaboran un Malbec, un Merlot y un blend de Pinot Noir-Malbec. Ramiro destaca las características del terroir como clave: “Está en una franja donde, en una distancia de 3 km se ubican el río, la chacra y la barda, y esto provoca condiciones climáticas excelentes”. Actualmente comercializan en Chubut, Río Negro, Neuquén y Buenos Aires.
Si hay un lugar llamativo en materia de producción de vinos, sin duda es el sitio donde desarrolló su emprendimiento el winemaker Nicolás Ginóbili (quien tiene un parentesco lejanísimo con el ex basquetbolista Emanuel Manu Ginóbili), junto a su esposa Yoandra Hernández y su pequeño hijo Francesco Ginóbili Hernández. Hablamos de Tierra del Viento.
Ellos se encuentran en Patagonia norte, provincia de Río Negro, en cercanías al lago Pellegrini, en la localidad de Contraalmirante Cordero. Allí están desde hace 12 años, como hobby en un principio y luego como una pyme familiar. “Me gusta el carácter del vino patagónico, su historia y el lugar del que nace”, revela Nicolás.
Lo más atractivo de este proyecto es que, en sus 2,5 hectáreas, implantaron Malbec, Cabernet Franc, Petit Verdot, Verdicchio, Ancellotta, Refosco, Pinot Jouvertin y Sauvignon Río Colorado y, a veces, compran Merlot y Malbec a viñateros de la zona.
Según revela a Vinómanos, sus vinos están “en permanente estudio y con cambios pequeños, casi imperceptibles, porque los vamos amoldando a las exigencias del mercado para obtener la mejor relación precio-calidad”.
Su vino insignia es un blend de tintas que llamaron Nativo y apuntan a elaborar variedades no tradicionales, lo que despierta curiosidad en el público.
En medio de esa estepa particular, está su viñedo rodeado de jarillas, alpatacos, molles y zampas, sobre un suelo calcáreo, yesífero y pedregoso. “Y un viento incansable”, remarca. La botella ronda los $1200 y se comercializa en el Valle, la Costa rionegrina y también en Buenos Aires.
Neuquén
Un nombre con gancho y un vino que gusta. Se trata del Tero Rengo, la marca creada por Lucas Quiroga, el mendocino que se aquerenció en San Patricio del Chañar desde que llegó para trabajar en las bodegas de la localidad. Actualmente es el enólogo de Bodega Malma pero, además, se animó a concretar el sueño del vino propio.
“Todo empezó como un proyecto para hacer vinos para la familia”, narra a Vinómanos. Esto fue en 2018 cuando hicieron 500 litros luego de la primera cosecha. La propuesta se generó para la gente del pueblo que, según Lucas, estaba buscando vinos más cercanos a ellos. Actualmente producen unas 30.000 botellas.
El emprendimiento lo lleva a cabo con un socio y amigo, Diego Argañaraz, que lo ayuda en logística y distribución, y con su familia. Están en una finca propia que adquirieron en 2012 y donde implantaron Malbec.
Además de esta cepa, tienen Chardonnay y compran Pinot Noir. Elaboran en dos gamas: una joven, sin paso por roble, y otra, reserva, que tiene 12 meses de paso por roble francés.
También elaboran dos espumantes, un dulce natural de Moscatel con Chardonnay y un Extra Brut de corte Pinot y Chardonnay, con método Charmat.
Los vinos se distribuyen en el mercado regional en Patagonia, pero también en el Litoral. El joven está $1000; el Reserva $1800; el Chardonnay $1500 y los espumantes, $2000 y $2500.
Este es un proyecto que nació de la mano de un soñador que contagió a toda la familia. Hablamos de Mabellini Wines, un emprendimiento creado por el escribano Carlos Alberto Mabellini junto a su mujer, Lorena Nicolas Creide.
Esta nueva propuesta cuenta con dos chacras. Una es la antigua finca familiar, donde tenían peras y manzanas desde 1930 en Colonia Confluencia, Neuquén.
Hace unos años, decidieron reconvertirla para este proyecto: arrancaron los frutales de estas 6 hectáreas y plantaron Malbec (selección masal Catena Gualtallary), Pinot Noir (clon 115), Cabernet Franc (clon 212) y Chardonnay (clon 95). En el 2021, se obtuvo la primera cosecha.
Por otro lado, en 2022, adquirieron 20 hectáreas en Mainqué (Río Negro) con una plantación de 60 años que tiene Malbec, Cabernet Franc, Merlot y Pinot Noir; incluso hay Torrontés que están injertando a Malbec y Pinot. “Este año estamos vinificando las dos chacras, solo usamos uvas propias, no compramos a terceros”, resalta Mabellini a Vinómanos.
La bodega está en su chacra de Confluencia y posee una capacidad en tanques de acero inoxidable de 120.000 litros, automatizados con sistema de frío. También cuenta con madera, con barricas de 500 litros y tonel de 4000 litros.
Tiene cuatro etiquetas próximas a salir al mercado en base a Pinot, Cabernet Franc, Malbec y Chardonnay, que costarán unos $4000.
Chubut
El proyecto Cielos de Gualjaina está integrado por la familia Miretti a pleno: el matrimonio conformado por Mariano junto a María Alejandra González y sus hijos María Florencia, María Sol y Simón.
“Nuestro enólogo es Ibrahin De La Torre, quien también forma parte de la familia ya que es la pareja de María Florencia”, resalta Sol.
Lo atractivo de este emprendimiento es que está ubicado en un lugar que se impone como nuevo polo vitivinícola: Gualjaina, Meseta Central Chubutense, a 90 kilómetros de la localidad de Esquel. En este rincón de estepa, desarrollaron el plan con dos varietales de zonas frías, Chardonnay y Gewürztraminer, que implantaron entre 2016 y 2017.
Actualmente, la superficie cultivada de forma agroecológica es de un poco más de una hectárea. En la chacra hay varias líneas de álamos, guindos y ciruelos que favorecieron la protección; además sumaron especies de plantas nativas y otras exóticas como grosellas, frambuesas, jostaberries y aromáticas.
Trabajan con pequeñas partidas, interviniendo lo menos posible. En 2021 tuvieron su primera añada comercial, de la que lograron un puntaje de 92/100 por parte del Master of Wine, Tim Atkin.
En el 2022, obtuvieron 370 botellas de Gewürztraminer y 320 de Chardonnay. Hoy no solo los comercializan en la Patagonia sino que llegan a CABA, de la mano de Victoria Beleniski, de Fulanos Wines. El precio sugerido es de $18.000.
Esta propuesta se ubica en la localidad de Paso del Sapo, Departamento Languiñeo. Son los vinos elaborados por “Agrícola Los Robles” y comandados por los hermanos Giacomino, Juan y Leonardo, y Felipe Delpiano. Están en la ribera del río Chubut, a unos 180 km al este de Esquel, muy cerca de los fabulosos puntos turísticos de Piedra Parada y el Cañadón de la Buitrera.
Con estratos geológicos que tienen restos de antiguos lechos marinos y suelos de origen aluvional de tipo franco arcilloso, es un lugar apto para la vitivinicultura porque, además, cuenta con alta exposición solar: unos 300 días radiantes al año.
Así nacieron los vinos Rincón de los Leones, inspirados en el nombre que se usaba para denominar a Paso del Sapo. La población nativa llamaba león al puma y en inicios del siglo XX, abundaban. La bodega está instalada en un antiguo almacén y lugar de acopio de lana.
La historia comenzó en 2007, como un proyecto agrícola ganadero y también forestal. Pero en 2010, Juan Giacomino decidió implantar vides de variedad Chardonnay, tipo barbado, pie franco, de origen Mendoza, Vivero Las Delicias.
Al ver que tenían un potencial enorme, apostaron. Este varietal logra allí un vino de color dorado, nariz a fruta tropical, boca untuosa y presencia de vainilla porque la fermentación y guarda se hace por cinco meses en barrica de roble.
También ofrecen Pinot Noir, que se vinifica con maceración carbónica, con crianza en barrica durante seis meses. Además, cuentan con otros varietales como Merlot, Pinot Gris y Cabernet Franc.
Tienen implantadas vides para una producción estimada de 5000 botellas, “con el objetivo de llegar a 10.000”, cuenta Juan Giacomino a Vinómanos. El valor promedio de cada una es de U$S 20/25.
El concepto que define a esta novedad es que es una propuesta comunitaria. Tal como cuenta Darío González Maldonado, enólogo sanjuanino afincado en Chubut e integrante de Cambio Rural de INTA, Del Golfo Espumante, que se desarrolla en Caleta Olivia, se hace entre todos.
“El programa se inició en mayo de 2021. Originalmente la idea era promocionar o promover el cultivo de variedades finas a muy pequeña escala, con módulos que van de 50 a 300 plantas por productor. Hoy ya hay 12 chacras con variedades Merlot, Pinot Noir, Chardonnay, Gewürztraminer, Sauvignon Blanc y van a sumar Ancellotta. Se encuentra en la etapa de Vivero Vitícola municipal”, resume.
Paralelamente, según reveló Darío, cuentan con un informe de una consultora de Mendoza que llegó a esta zona de Chubut para medir viabilidad de actividad a muy pequeña escala.
“No fue para saber qué sucederá en lo económico sino para conocer el impacto social positivo. Dependiendo de ese informe, se destinaría un fondo para la construcción de una bodega/laboratorio municipal y el equipamiento para hacer microvinificaciones. Se está viendo la parte legal para ver cómo registrar a estos minifundistas porque tienen menos de una hectárea y no están contemplados en el INV”, completa.
Por otro lado, con 1200 parras de uvas criollas que tienen condiciones muy buenas para hacer espumantes, se hizo una prueba piloto de un blend espumante en una bodega de Chubut en la zona de lago Puelo.
“Superado este test y tras el informe de la consultora, se podrá iniciar la construcción de la bodega estatal”, prevé. La idea es recibir allí la uva criolla de parrales de Caleta Olivia, chacras y estancias de la zona.
Actualmente existe una marca conjunta en la que están vinculados los productores minifundistas que se llama Del Golfo Espumante. Se elabora con método tradicional y se obtiene una bebida de estilo Brut Nature. “Vamos a tener los derechos y se va a inscribir la marca ante el INV en el 2024, para comenzar así -celebra- con la comercialización”.