¿Un chalet en la terraza de un edificio en pleno centro porteño? ¿La vista del Obelisco más privilegiada de la ciudad? Sí, mi ciela. El chalet de la 9 de Julio forma parte de lo que supo ser Mueblería Díaz, la más grande de Sudamérica y desde hace un año está abierto al público con oferta de desayunos, catas de vino y propuestas culturales.
Entrevistamos a Diego Sethson, bisnieto de Rafael Díaz -el visionario detrás de la bizarra construcción- quien nos contó acerca de la historia y actualidad de este inmueble especial.
El chalet de la 9 de Julio: de Ushuaia a Curazao
Cuando concertamos la entrevista nos explican: “Da a la 9 de Julio, pero se ingresa por Sarmiento 1113”. Nos referimos a una construcción insólita que evoca otra época de Buenos Aires y de la Argentina: similar a los que se ven en la ciudad balnearia de Mar del Plata, el chalet de la 9 de Julio fue ideado por el dueño de una mega mueblería con el objetivo de dormir la siesta y así evitar regresar a su domicilio en la localidad bonaerense de Banfield.
Rafael Díaz fue el inmigrante español detrás del proyecto, y quien repone la historia es su bisnieto Diego Sethson, obsesionado por llenarlo de vida y sumar nuevas experiencias a la tradición ¿Cómo lo hace? A través de las propuestas culturales y gastronómicas que se desarrollan allí.
Nuestro anfitrión nos recibe en el chalet y ofrece una visita guiada con panorámicas únicas que incluyen el Congreso, la Confitería del Molino, el Palacio Barolo y vistas increíbles del Obelisco: dame lo más porteño que tengas. ¡No, tan porteño, no!
Nos cuenta que el edificio se mandó a construir el 12 de octubre de 1926, incluidos el chalet y una antena de radio. Su bisabuelo deseaba tener una estación propia con el slogan “Radio Muebles Díaz: la casa del chalecito”.
Lo logró. LOK Muebles Díaz ocupó la frecuencia AM 630 que luego terminó utilizando nada menos que Radio Rivadavia. Pero ese hito fue complementario de una ambición mayor: constituirse como la casa de muebles más grande de Sudamérica.
De hecho, lo fue, dado que contó con nueve pisos de showroom de un promedio de 800 m2 cada uno, unas catorce habitaciones… ¡por piso! Literalmente, se vendieron muebles para casas ubicadas desde Ushuaia hasta Curazao, Brasil.
En el chalet de la 9 de Julio, Diego repone algunos datos que parecen inverosímiles. “Los compradores iban eligiendo cómo amoblar su casa con una innovación para la época: fue uno de los primeros lugares que otorgó créditos a sola firma. Esta apuesta financiera (impensable en el contexto de inflación actual, cercana a los tres dígitos anuales) representó buena parte de su éxito comercial, ya que el cliente elegía a cuántas cuotas pagar. Otro slogan del local fue, precisamente, “casa de confianza”.
Díaz era sevillano, llegó a Buenos Aires a los 14 años con su mamá y comenzó a trabajar en los negocios de telas de Once. Después de diez años de manejar varias tiendas en simultáneo y amasar cierta fortuna, identificó en los muebles el camino del éxito dado que podía aportar mucho debido al conocimiento exhaustivo que tenía acerca de las telas.
La asistencia comercial era integral. Se le preguntaba al cliente acerca de los colores de las paredes o del piso para así dar con las mejores opciones para cada caso. El concepto era simple: muebles para toda la vida. También se involucró en el ámbito inmobiliario. Uno de sus hitos fue en 1945 cuando le compró a su esposa el famoso Hotel Riviera, el más alto de Mar del Plata por aquel entonces.
Sethson explica que Mardel era una ciudad que su bisabuelo adoraba. “Para la construcción del chalecito se inspiró en su particular estilo arquitectónico, llamado normando”, agrega.
El entrevistado repasa mitos alrededor del uso del inmueble. Hace foco en uno que circuló como leyenda urbana: a muchos niños se les decía que allí estaba Papá Noel preparando los regalos de Navidad. De hecho, Diego pudo cumplirle el sueño a mucha gente que había querido subir toda su vida y, por algún motivo, no había podido.
Gastronomía con mirada federal y latinoamericana
La oferta gastronómica del chalet de la 9 de Julio es variada y se va actualizando en una agenda mensual que se publica en su perfil de Instagram. Una buena opción son los desayunos en donde, por un precio accesible, el visitante toma variedad de tés o café con churros o donuts, pero, dependiendo el día, se suman delicias populares e infalibles como pastafrola, tarta de ricota, galletitas y alfajores, a cargo de pequeños emprendedores.
Otro clásico son las catas de vinos con tapeos, quesos y charcutería, y las catas de vino con chocolate en las que diversos productores y vinotecas del país piensan propuestas desde el maridaje, con ingredientes novedosos y originales.
Algunos de los que participan son Al Vino Vino, quienes comercializan vinos argentinos de exportación y vinos boutique; Modo Gab, quienes venden vinos y delicatessen sumadas a charlas de viajes, catas y eventos, y Vino e Historia, a cargo de Noelia Pineda, especialista en quesos y vinos, la primera en apostar a hacer actividades allí.
Se suman también veladas de rock; radioteatro emulando a los Locos de la Azotea (creadores de la radio argentina) más de un siglo después; jazz, cine y, por supuesto, las visitas guiadas que acompañan a las actividades gastronómicas.
Sethson amplía la búsqueda de la identidad del chalet de la 9 de Julio: “Pretendemos que las propuestas sean muy nacionales y federales. Hacemos un seguimiento del crecimiento del vino y de los nuevos desarrollos, por ejemplo, en la Costa argentina. De hecho, nos interesaría trabajar en algún momento con bodegas con base en Chapadmalal, jugando un poco con el estilo del chalet. Además, estamos abriendo la puerta a la gastronomía peruana, venezolana y latinoamericana en general. El edificio está fuertemente arraigado a la historia de la inmigración. Creo que es una metáfora de esperanza: Argentina fue y puede volver a ser un gran país”.
Si bien se realizan actividades en diversos horarios, recomiendan no perderse el after office. Los clásicos de la casa son los pizza party, generalmente a cargo de Il Piccolo: “Cuando termina de oscurecer, ves la ciudad a plena luz. Es un momento único”, remata Diego con su rostro iluminado.