San Cayetano lleva al niño Jesús en brazos, quien porta una botella y una copa que le ofrece al santo, quien a su vez carga uvas en vez de espigas. Adultos en una calesita que, con sus manos, en lugar de una sortija, buscan descorchar un vino. Un kolla que toca una quena hecha de botellas. Una tapa de metal sacándose una selfie con corchos. San Martín, Belgrano, Napoleón, Fidel Castro, en distintas imágenes en donde la noble bebida aparece como protagonista o compañera inseparable.
Todo ese combo surge en la obra de El Dio Ilustrador, es decir Alejandro Moris, arquitecto, sommelier, artista plástico, fundador del Movimiento Argentino Salú, que en Instagram es @eldio54. Su libro Vino, mi fiel amigo (publicado por la editorial rosarina Homo Sapiens), con 60 ilustraciones sombreadas con Malbec, Cabernet y Tannat más breves textos, ya agotó dos ediciones y va por la tercera.
Afincado en Firmat, provincia de Santa Fe, El Dio ilustrador charló por videollamada con Vinómanos. “Busco informar y sacar una sonrisa. Yo quiero homenajear al vino, al descorchador, al laburador de la viña, al enólogo, al que vende vino”, dirá este hijo de un gerente de una cooperativa agrícola al que recuerda como un gran sibarita.
Ataviado con una remera con la imagen de Batman, y con el fondo de un cuadro abstracto, Moris, 56 años y dos hijos, nos sumerge en su mundo, que marida arte y vino y que permite revelar cómo se puede obtener pintura tanto de un Tannat como de un Malbec o de un Torrontés.
Entrevista a El Dio ilustrador
¿Cómo surge la idea de hacer el libro?
Fue inesperado lo que pasó con este libro. Ahora veo a todos caminando con forma de botellas o barricas (risas). Mi viejo muere el día de mi graduación como arquitecto, en 1989. Él era tanguero, más bien tradicional, de los que no entendían a Piazzolla, y desde su muerte empecé a dibujar sobre tango. Luego paso a una etapa de dibujo erótico, tomando al erotismo como método de extrema expresión.
Y si bien me gusta pintar en gran formato, siempre me dedicaba al humor gráfico. En 1998 voy a lo del “Gato” Dumas para hacer un curso sobre el mundo del vino. Quería pintar con vino y entenderlo un poco más. Así que volvía de la clase y “tiraba” un montón de bocetos. Dibujaba y dibujaba.
Me agarra la pandemia, me pongo a ordenar todo el quilombete que tenía en el atelier. Y encuentro cantidad de dibujos sobre vino. Empiezo entonces a beber un vino, a sombrear un dibujo con el vino que estaba tomando, y a anotar al lado de cada ilustración una “reflexión ebria”, sobre lo que me surgía en el momento. Y de golpe me encuentro con cientos de dibujos y “reflexiones ebrias” y en Rosario, por medio de un amigo, conozco a la gente de la editorial y librería Homo Sapiens, quienes me dicen: “Esto hay que publicarlo”.
¿Es habitual el humor gráfico dedicado exclusivamente al vino?
En humor gráfico solo Rep había hecho algo específico, y algo de Quino había también. Hay un dibujo mío que fue el origen del libro y responde a la pregunta de qué pasaría si el vino bebiese humanos: es una botella tomando personas.
El libro generó repercusiones inmediatas…
Al toque de que se imprime el libro, me empiezan a seguir los enólogos, me invitan a bodegas, asados y charlas. En mi Instagram tengo más de 200 dibujos y quedan unos 100 más por publicar.
A nivel técnico, ¿qué implica pintar con vino? Imagino que un límite en la paleta de colores.
Tal cual, por eso la idea es hacerlo blanco y negro y luego sombrearlo. Es un límite. Los dibujos del libro están hechos con pluma Perry, metálica, heredada de un tatarabuelo mío, con tinta y sombreados con vino. Tengo dibujos hechos solo con vino, pero no en el libro. El nuevo libro que voy a publicar está hecho con fibrón y algo de color, siempre con el tema del vino, aunque salvo en la tapa y unos copetes, no está pintado con esa bebida.
¿Cómo era el proceso de elaboración de esos dibujos sombreados con vino?
Para los dibujos de Vino, mi fiel amigo, me descorchaba un vino, dibujaba, y si me gustaba el dibujo, agarraba el pincel, lo mojaba en la copa y lo sombreaba con ese vino que estaba tomando y escribía mi “reflexión ebria”.
¿Qué hay que tener en cuenta para pintar con vino?
Yo soy un apasionado del dibujo, y todo lo que mancha me sirve para plasmar lo que tengo en mi cabeza. El mate, la sangre, el semen, el jugo de un vegetal, todo mancha, todo tiñe, todo se puede usar, ya sea con un palito, una ramita, una caña, un pincel. Tengo dibujos hechos con mate, en cantidad. En cuanto al vino, cuanto más cuerpo tiene, mejor. Con un Pinot me cuesta más pintar que con un Cabernet o un Tannat, porque tiene menos cuerpo y es más transparente.
Fui experimentando; por ejemplo, dejaba un Tannat en un cuenco, al sol durante tres días, y quedaban todos los taninos y una pastita al fondo que era como el color concentrado y teñía muy bien. Eso surgía como experimentación.
¿Y el Malbec?
Hay Malbec con un cuerpo tremendo y otros más livianos. Estos vinos de generación nueva, más frescos, sin tanto tiempo en barrica, más bebibles, tienen más cuerpo que el Pinot. Una escala sería así: Pinot, Malbec, Cabernet y Tannat. En el libro, un 30% de los dibujos están sombreados con Malbec.
¿Y el vino blanco sirve para pintar?
En una exposición, (el enólogo) “Paco” Puga me pidió que pinte con vino blanco. Dejé en un cuenco un Torrontés salteño, al sol, y se generó una concentración con la que podía pintar algunas cosas. El Sauvignon Blanc no agarra mucho. En el caso del Torrontés, al evaporarse queda como una cremita en el fondo. Al vino blanco lo tengo que dejar casi un mes al aire libre para que sirva para pintar.
¿Y los rosados?
Con el rosado he hecho dibujos cuando estaba haciendo el curso de sommelier. Empecé pintando con rosados, me gustaba el tono que le daban.
¿Usás espumantes?
No, no soy muy amante de los espumantes. Enarbolo mucho la bandera del vino tinto y eso que mi generación creció tomando vino blanco con soda.
¿Tomás vino mientras dibujás?
Tengo momentos para tomarlo, no tomo todos los días. Tengo una cava y me gusta comprar vino para compartir con amigos, de eso se trata. Tampoco soy de los que dicen: “Mirá este vino, qué cuerpo que tiene”. Disfrutemos del vino. El cuerpo que tiene lo veo para ver si puedo pintar o no.
¿Cuáles son tus vinos favoritos?
Tengo etapas… Me gustan todos los vinos. Lo que más aprendí fue el tema del maridaje, eso me quebró la cabeza. Por ejemplo, tiraba un espárrago a la parrilla, y lo tomaba con un buen vino. Comía el espárrago, tomaba el vino, y de golpe, ya no se lo podía tomar más. En el curso con el “Gato” me explicaban la reacción química entre el espárrago y el vino, pero si al espárrago lo untabas con queso crema, esa reacción no iba a suceder. Es lo maravilloso del maridaje.
Si tomo un Pinot cerca del verano, porque es más fresco, defino bien qué voy a comer, con qué lo acompaño. Si tomo un Tannat y tengo una ensalada la hago pelota. Pero si hago un guiso de lentejas, va bárbaro.
Detrás de una botella de vino hay mucho trabajo. Decir “este vino es feo”, me molesta. Hay mucha gente haciendo vinos impresionantes, o enólogos como Mariano Di Paola, “Pepe” Galante, “Paco” Puga, Ale Pella, Marcelo Pelleriti, y gente más joven como Lucas Niven, Martín Sesto. Y cuando volvés a los Luigi Bosca, los Norton, los Bianchi, los Catena Zapata, El enemigo de Ale Vigil… Son todos vinos maravillosos.
Hablás seguido de los trabajadores del mundo de la uva. Es un eslabón que se suele mencionar muy poco en la industria.
Primero los sumé en modo homenaje. Sin todos laburando el reloj no funca. También pienso: “Pucha, este tipo que trató con tanto cuidado a la uva, que no se rompa, y después escucha que critican al vino…”. Es importantísimo el laburante de la bodega, el que está en la viña, el que saca el yuyo, el que poda, el que cuida a la uva.
En tiempos de intensidad política también presidís una corriente: el Movimiento Argentino Salú. ¿Cuál es su principal objetivo?
El Movimiento Argentino Salú tiene, entre sus principales reivindicaciones, el cambio de nombre del Malbec: queremos rebautizarlo como Buenbec. Es que, estudiando la etimología de las palabras del mundo del vino, me entero de que Malbek, con k, era un húngaro que lleva la cepa al sur de Francia, y ahí le cambian la letra.
Era una cepa complicada, pero acá crece divina. Malbec se traduce como “Mal beso”. Entonces, en Argentina deberíamos llamarlo “Buenbec”. Si nuestro Malbec es diferente, de una uva única, ¿por qué no le podemos cambiar el nombre? ¡Llamémoslo “Buenbec”!
Salú El Dio Ilustrador!