Los dedos de Rudie Martínez son capaces de elaborar una manteca cannábica y hacer galletitas de miel “para la alegría”, o trozar pollo para cocinarlo al curry. Pero también de disparar sonidos desde los teclados de Adicta, intervenir en la canción “Bocanada”, de Gustavo Cerati y en un enorme lote de proyectos musicales propios y colectivos como Audioperú, RR Orquesta y Maldonado, entre muchos otros.
En ambos mundos se mueve este músico y chef, que se define como “una Doña Petrona punk” que hace “gastronomía underground” a través de su canal de Youtube bautizado “Cocina Cualquiera”. En los videos, ataviado con delantales que recuerdan a Kraftwerk o a David Bowie, enseña a elaborar platos aptos todo bolsillo, desde tartas de atún hasta empanadas de berenjena.
Una esquina de Palermo, no muy lejos de la Plaza Miguel Abuelo, fue el punto de encuentro con Rudie. Puntual, con una remera roja con una imagen de la película Apocalipsis Now, lentes de sol y gorra naranja, se dispuso a contar su historia elaborada entre sintetizadores, bandejas de discos, pimienta y comida vietnamita. A pocas cuadras, mañana, tocará junto a su banda (con nueva cantante) en La Tangente.
Rudie Martínez, música y gastronomía
Experimentar con especias a los 12
¿Es verdad que un fan te reconoció cuando estabas trabajando en un restaurante y eso te impulsó a regresar a la música, luego de la disolución de Adicta?
La banda estaba separada, yo necesitaba un trabajo y lo único que sabía hacer era gastronomía. Trabajaba en un restaurante de comida texana, haciendo barbecue y ribs. Un día vino un chico que me miraba y me miraba, me estaba volviendo loco. Y me dice: “¿Qué hace Rudie Martínez sirviéndome la comida?”. “Todos necesitamos un trabajo”, respondí (risas). Quedó como una anécdota, pero me dije: “Ah, debería dedicarme de nuevo a la música”.
¿Estudiaste gastronomía?
Sí, en el IAG. Una vez estaba caminando por Avenida Santa Fe, me encuentro con una amiga, le pregunto a dónde va y me dice: “A pagar la cuota de la escuela”. “¿Qué escuela?”. “La de gastronomía”. “Ay, te acompaño”. Y entré y dije: “Qué lindo esto. Quiero estudiar gastronomía”. Pregunté cuánto salía el curso y era una fortuna. Había cobrado royalties por la banda de sonido de una película y me alcanzaba justo. Y así pagué la carrera. Me enloqueció. Yo ya cocinaba de chico.
¿Por qué?
Vivía con mi hermana y mi mamá, y cuando mis sobrinos quedaban a mi cuidado tenían que comer. “Esto muy difícil no debe ser”, pensaba yo. Aparte mi mamá era bastante mala cocinera, comíamos siempre lo mismo. Yo pensaba que si miraba la tele algo iba a sacar. Y cuando cocinaba mis sobrinos decían: “¡Qué rico!”. Y empecé a experimentar con especias, así que desde los 12 años cocinaba cosas sencillas.
Entonces la tele fue tu formadora…
Sí, absolutamente. Eran esos programas tipo Utilísima, donde te enseñaban a bordar y a coser. Mi hermana, que es docente, cuando volvía del trabajo, los miraba. Y también te enseñaban a hacer, no sé, bavaroise, o a brasear una carne. Y ahí aprendía.
Después leía revistas, compraba libros de gastronomía. Luego me apasioné con la comida del sudeste asiático, sea vietnamita, malaya o tailandesa. La búsqueda constante del sabor me sigue inspirando. Puedo criticar este café que estamos tomando ahora y decir: “Tiene demasiada agua”.
Chocolinas con mayonesa
¿Cuándo se volvió un oficio rentado ser chef?
Trabajaba en un bar de La Plata haciendo pizzas, tratando de ponerles un poco de onda, a principios de los ´90. Después amasaba yo la pizza en vez de comprarla. Antes del bar solo cocinaba en mi casa. Lo del curso en el IAG fue en 2001.
¿Qué te enloqueció del IAG?
Primero, me gusta mucho el orden. Y estaba todo limpio, todo el mundo enfocado en algo. La comida es una ofrenda de buen gusto hacia alguien. Era gente dedicada a cuidar lo que estaban haciendo para que el otro la pase bien. Además, era como un laboratorio. Eso me encantó.
Como un estudio de grabación.
Sí, lo asocio mucho con la música. A mis alumnos de producción, porque doy clases en la escuela EMBA, les digo: “Esto es como cocinar. ¿Comerían Chocolinas con mayonesa?”. En la música empezás de a poco, agregás un sonido, una armonización, como si fuera un condimento. Hay paralelismos. Alguna vez leí que (Astor) Piazzolla era un cocinero genial. Uno de los mejores músicos del siglo XX debía hacer unos spaghettis increíbles, seguro.
Recién contaste que te interesa mucho la comida del sudeste asiático. ¿Se pueden hacer platos accesibles de esa gastronomía?
A full. En el Barrio Chino tenés de todo. En tu casa no tienen que faltar salsa de pescado, salsa de ostras y curry. Y menta, cilantro, ciboulettes, cosas riquísimas que dan frescura. Lo demás lo inventás. Una receta es agarrar agua, harina, un poco de almidón de maíz, manteca, y hacés una masa, un pan sin leudar, como una tortilla mexicana. Le ponés pollo cortado que salteaste en wok y le agregás salsa de pescado. Es una especie de nem (NdelR: plato típico vietnamita) con lo que hay. Hay que adaptarse al presupuesto.
Salsa Beyoncé
¿Cómo siguió tu recorrido gastronómico después de hacer pizzas en el bar platense?
Trabajé en un food truck… Hice todo lo que un sobreviviente gastronómico puede hacer. También para un chef vietnamita en un restaurante de “puertas cerradas” en San Telmo, en un “puertas cerradas” en Colegiales, en el de comida texana… De ahí me fui a un servicio de catering. Hacía sobre todo la panadería, pero si en un servicio querían un gravlax o un braseado de cordero, me lo pedían a mí.
¿Y ahora?
No trabajo de chef. Hago mayonesas veganas, pero solo para mis amigos, no las publicito. Las mayonesas son un éxito; las hago de brócoli, remolacha, zanahoria… y también hago chutney de frutas de estación.
¿Cómo surge la idea de hacer los videos de “Cocina cualquiera”?
Por la pandemia. Estaba haciendo una salsa bechamel, y mi marido me dice: “Terminá la salsa Beyoncé”. “¿Salsa Beyoncé? Grabame y hablemos de eso”. Quedó lo de salsa Beyoncé, tuvo likes y empecé. A la gente le encantaba y pedían más. Pero me gusta mucho el trabajo que hago en EMBA y se complica subir más videos.
Te definís como un “Doña Petrona punk”…
Soy una Doña Petrona punk. Mi mensaje es: cocina cualquiera. Y es eso del limón sin exprimir de Charly. No soy un chef profesional, pero hay que buscar expandir el paladar.
Cannabis y gastro underground
¿Cuáles son los videos con más repercusiones?
Las galletitas cannábicas fueron el hit. La parte de la manteca era la más buscada (risas). Tampoco pretendo ponerme sofisticado y meterme en el circuito de los chefs profesionales. Tengo varios videos grabados sin subir, me falta editarlos. ¡Es que somos gastronomía underground!
¿Como con la música?
Bueno, es un lugar cómodo para vivir. Me gusta la supervivencia.
Desde una mirada prejuiciosa, a un músico que incursiona en el pop, la electrónica y demás quizá no se lo asocie a una comida sencilla.
Ehhh…. Mirá, mis amigos pop son unos muertos de hambre. El rock chabón tiene muchísima más plata, te lo puedo asegurar. Yo no tengo ninguna pose hacia la vida, ¡trabajaba en un food truck!
¿Cocinás para tus músicos? ¿Le cocinabas a Cerati, por ejemplo?
A Cerati le cociné. Recuerdo que estaba Cecilia Amenábar, su ex mujer y amiga mía. Una vez le hice ensalada de espinaca con jamón crudo, dátiles y un dressing de Dijon que le encantó. Hicimos un par de asados. Una vez Gustavo me hizo uno, estaba riquísimo.
¿Hacés asado?
¡Soy un genio! La gente no sé si se va a animar, pero anotá: agarrá un bife de chorizo, dejalo marinar en salsa de soja con un poco de azúcar y tabasco, dentro de una bolsita de nylon durante 24 horas. Después, a la parrilla.
¿Tomás alcohol?
No tomo vino. Sí un poco de cerveza. Y tomo gin tonic porque lo probé en Londres y me encantó. Creo que también lo tomo porque me hace acordar a Londres.
Rudie Martínez ¿recordás canciones del rock que hablen de la gastronomía y que te llamen la atención?
No tiene que ver con la gastronomía, pero me encanta la idea de “Glass onion”, de Los Beatles. Una cebolla de vidrio, parece gastronomía molecular.