Un mordisco, una cucharada, una lamida, otro, una más. Así, hasta que de la paleta de helado no queda nada de nada. Tampoco la cucharita usada para comer el helado del vasito. Lo mismo que siempre pasó con el cucurucho –el envase comestible por excelencia de la heladería– ahora también se da con otros formatos. La vajilla comestible gana lugar entre quienes buscan reducir la generación de basura y los plásticos de un solo uso, poniendo sobre la mesa alternativas que tienen una visión sustentable desde su concepción.
Un popurrí de vajilla comestible
Helados 100% comestibles
Guapaletas, la firma que hace unos años aggiornó la paleta de helado, fue la primera a nivel nacional que empezó a usar el palito biodegradable y comestible que fabrica la empresa nacional Ecobella: los 39 sabores de helado de su marca ya lo tienen.
“La incorporación requirió acomodar algunas cuestiones técnicas dentro de la elaboración: aprendimos cómo funcionaba, qué resistencia tiene. Pero una vez que superamos esa primera etapa, la experiencia fue muy buena, también en términos del impacto que provoca en el consumidor, que lo valora un montón”, cuenta Federico Manzuoli, cofounder de Guapaletas.
El ejecutivo dice que esta decisión acompaña la visión general del proyecto, que usa productos naturales, sin conservantes y con certificación libre de gluten. “Es un camino consecuente”, asegura. Además, la marca trabaja para incorporar packaging biodegradable.
“Generábamos mucha basura, por algo teníamos que empezar el cambio. Así llegamos a las cucharitas comestibles, elaboradas con pasta de arroz, de Ecobella. También incorporamos el removedor para el café y el palito de las paletas, hechos del mismo material”, cuenta Cecilia Bruzzone, gerenta de operaciones de Munchi ‘s, sobre las acciones que realizaron como parte de su programa de sustentabilidad.
También eliminaron los porta-cucuruchos de plástico e incorporaron potes de papel reciclable para el cuarto de helado, mientras trabajan en pruebas para lograr que los envases de medio y un kilo también sean biodegradables y, por qué no, comestibles (en lugar de los hechos de telgopor).
Todo empezó con los palitos de sushi
Unos 15 años atrás, Agustín Vierheller solía pedir delivery de sushi. Un día abrió un cajón de su cocina y lo encontró lleno de palitos descartables. “Así surgió la idea de buscar una alternativa. ¿De qué otro material podían ser? ¿Por qué no hacerlos comestibles?”, recuerda el fundador de Ecobella.
Los palitos para sushi – Ecosticks– fueron el primer producto de la empresa, elaborados a base de harina de arroz; siguieron revolvedores, cucharitas y palitos para helado. “La receta es siempre la misma, adaptamos la forma y el uso”, explica.
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La empresa provee a 200 restaurantes de comida oriental a través de la distribuidora Kometo y trabaja, por ejemplo, junto a Green Eat; ya exporta a Chile y ahora está enfocada en el desarrollo de un cuchillo y un tenedor también comestibles con la idea de presentarlos a las aerolíneas.
Innovación para beber
Al tomar un smoothie, un jugo o una limonada también es posible encontrarse con un sorbete que se puede comer. Los productos de la marca española Sorbos llegan al mercado local desde hace un año y medio; están hechos de almidón de maíz y gelatina, aportan 26 calorías, vienen en tres sabores (limón, frutilla y neutro), tienen colorantes y aromatizantes naturales, son sin TACC y no contienen GMO (organismos modificados genéticamente).
“El sorbete se flexibiliza recién a los 40 minutos; es como una pastilla Yapa en cuanto a rigidez y sabor, pero no invade: solo lo vas a sentir si lo masticás”, cuenta Augusto Hachquetalepo, a cargo de Sorbos Argentina, que provee entre otros clientes gastronómicos a Tiendas Naturales.
“Además de reemplazar el plástico, este sorbete propone algo divertido y rico. Cada unidad hoy ronda los $20; quien lo entiende como un valor agregado, lo elige”, asegura. Los sorbetes comestibles están pensados para bebidas frías, ya que las calientes aceleran demasiado su flexibilización.
El sorbete es el cuarto residuo plástico más común en las costas y los océanos. Desde noviembre de 2019, en la ciudad de Buenos Aires quedó prohibido el uso de pajitas de plástico descartables; solo en los patios de comida de los shoppings porteños, en 2018 fueron usados 2 millones de sorbetes de plástico al mes, un descarte equivalente a 1,7 toneladas de residuos.
Fue momento entonces de la aparición de sorbetes de otros materiales. Ganaron espacio los de papel (que son descartables, pero más fáciles de reciclar que los de plástico) y los reutilizables de acero y otros metales –similares a la bombilla del mate–, vidrio (no tan populares por estos lados), bambú (los producen Bioconexión y Sorbentables) o de trigo (compostables, que elabora Trigo Sorbetes Sustentables).
Todos estos casos demuestran que comer hasta (literalmente) el último bocado y beber con accesorios eco friendly son opciones que están en la mesa, cada vez más al alcance de la mano.