
Es probable que James Bond sea el mejor bebedor del cine. No el mayor -podríamos pensar en el eterno borrachín que interpretó en las películas de John Ford Victor McLaglen, por ejemplo-: el mejor. Desde el principio, desde las novelas del ex agente de la inteligencia británica Ian Fleming, sabemos que el 007 tiene un excelente gusto para todo: mujeres, autos, ropa, comida y, obviamente, bebidas.
De hecho, quien revise las películas en este Dia Mundial de James Bond podrá descubrir que bebe mucho, muchísimo más de lo que come, lo que nos permite preguntarnos cómo hace para nadar ida y vuelta a una isla y volar un fuerte, viajar al espacio, destrozar a un gigantesco villano mientras se tira en paracaídas o manejar una moto encima de un tren.
James Bond es, en ese sentido, un superhéroe: su poder consiste en disfrutar de vicios refinados sin perder estado atlético.

Día Mundial de James Bond: Dr No(t stirred)
Una de las grandes originalidades de las novelas de Fleming consiste en la cantidad de espacio que le dedica al lujo. El corte de trajes, los autos, las chicas y las bebidas son descriptas por alguien que sabe muy bien qué hará con las (millonarias) regalías de sus trabajos.
Bond se mueve necesariamente en un mundo de glamour porque los villanos a los que se enfrenta necesitan ser millonarios. Una cosa es comprarse un departamento de dos ambientes y otra, conquistar el mundo, leit-motiv para malos como Le Chiffre, Ernst Stavros Blofeld o el emasculador láser Goldfinger.
Hay algo interesante aquí y es que Bond, aunque es un espía y surge en plena Guerra Fría, nunca va tras el fantasma del comunismo, sino contra magnates megalómanos en la cúspide del capitalismo. Es decir, malvivientes paradójicamente bon vivants: el savoir-vivre de nuestro agente es una herramienta imprescindible para el camuflaje.
Claro que tiene sus preferencias. De hecho, son más claras en el rubro alcohólico que en el erótico (no hay etnia que no haya pasado por las sábanas de Bond) salvo por su hasta ahora irreductible heterosexualidad.

Sí, su trago preferido -20 veces, dicen los que saben- en las películas es el vodka martini, que debe ser mezclado, pero no batido (“Shaken, not stirred», segunda después de “Bond, James Bond” como frase célebre del hombre), dos medidas y media de vodka, una de vermouth seco en vaso con hielo, girado con cuchara de cóctel, aceituna opcional.
Casi una marca de fábrica y si Sir James no se toma uno en la película, sabemos que es mala. Para variar, y esto también es absolutamente frecuente, Bond toma whisky con hielo y soda (dos medidas generosas por vaso).
El mañana nunca muere: brindemos
Por supuesto que conoce de marcas y también, de costumbres. Por ejemplo, en su viaje por Cuba en Otro día para morir (la última película con Pierce Brosnan como el 007), toma ron cubano del mejor.
Donde fueres, claro. O con quien estuvieres: Bond creó el Vesper Martini, un cocktail cuyo nombre proviene del primer y desgraciado amor del espía, Vesper Lynd. Tres partes de gin, una de vodka y media de Lillet, decorado con una larga y fina tira de cáscara de limón.

Es el único trago “original” de la serie (literaria o fílmica) y el homenaje es justísimo dado el destino de la coprotagonista de Casino Royale. Y hay otro trago importante: el Americano (onza de Campari, onza de algún vermouth dulce, hielo, soda y rodaja de naranja).
Pero por encima de todos estos tragos para brindar durante el Dia Mundial de James Bond, que representan el grado último de la sofisticación y conforman el lenguaje de casinos, hoteles de ultra lujo y exclusivos reductos internacionales, Bond bebe champagne.
No cualquiera, por cierto. Si bien ha dicho que probablemente el mejor sea el Taittinger Blanc de Blancs Brut 1943, a falta de tan alto gusto se conforma con Dom Pérignon, aunque no le hace ascos a un Veuve Cliquot, un Krug o un Pommery 1950.
Y sabe de vinos pero, digamos la verdad, el que más ha tomado por Europa es el Chianti.
Si analizamos todo, veremos que hay en este hombre recio, capaz de saltar en paracaídas o de surgir del agua y llevar bajo un traje de buzo un impecable smoking, una cierta debilidad por lo dulce y lo fresco.
Una hipótesis: detrás del duro agente hay un alma sensible. Al menos, con una copa en la mano.