Escabio. Dícese del vino o la bebida alcohólica en general. Como gran parte de nuestra cultura, la palabra escabio deriva del italiano, más precisamente de un dialecto, el furbesco, en el que scabbi significaba vino. El término no existe para la Real Academia Española pero no por eso deja de aparecer en la literatura argentina.
De hecho, los libros y el alcohol siempre tuvieron un vínculo íntimo. Muchos de los escritores más reconocidos de los últimos siglos tenían una fuerte amistad, por así decirlo, con la bebida: Truman Capote, Ernest Hemingway y Edgard Allan Poe, por nombrar algunos pocos. O Rodolfo Fogwill, para traer un ejemplo local.
Entonces, ¿por qué no combinar copas y letras también del otro lado del mostrador de la literatura, del lado del lector? En Buenos Aires, ya son varios los bares con librerías, bares de tragos y cervezas en los que se puede ir a leer un rato, y las vinotecas que comparten espacio con librerías. Te invitamos a descubrir dónde poner el señalador y hacer un alto para elegir una copa.
Bares con librerías y copas de autor
Sobre la calle Junín, a pocos metros de Avenida Corrientes abre con calidez sus puertas uno de los locales gastronómicos de Caras y Caretas. No solo es un lugar para comer, es una reserva cultural: “Creamos un entorno donde lo más importante son las expresiones de arte: literatura, música y gastronomía”, dice Cristian, director del área culinaria.
En el local de Junín se combina todo: librería, presentaciones con escritores y un menú bien curado. “La música que elegimos también es muy cuidada; te acompaña a disfrutar de un libro o de la escritura”, agrega. Caras y Caretas tiene su propia fábrica de cerveza, con ocho variedades embotelladas que podés encontrar en su local, más otras tres opciones tiradas para acompañar un rato de lectura.
Sobre la calle Honduras, donde abundan los bares cancheros, reluce Eterna Cadencia, una librería que, junto a su Bar Eterno, ofrece un espacio para refugiarse de la vorágine palermihttps://www.instagram.com/bareterno/tana.
“La idea es que la gente que quiera venir a comprar un libro tenga un lugar donde leer, tomar algo, escuchar buena música y pasar un buen rato”, dice Francisco, el administrador del bar. Además, a veces hacen presentaciones de libros de su propia editorial, cumpleaños y otros eventos en su terraza.
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También hay un living en la parte de atrás con sillones donde “la gente que agarró un libro se sienta a tomar algo. Algunos se quedan dormidos”, ríe Francisco. La propuesta del bar es simple: “Comida casera, rica y con materia prima muy cuidada”, agrega.
Más hacia la tarde se puede disfrutar de una cerveza, un vino o incluso un trago. “Un gin tonic, un Campari, un fernet, un whisky; nada de autor”, explica Francisco.
Librería + Vinoteca
Siguiendo en la zona de Palermo, a pocas cuadras de Plaza Armenia, se enciende una vidriera que combina libros y botellas de vino. Alamut y Autre Monde comparten un espacio con pisos y muebles de madera que le aportan calidez al amplio local.
Víctor se encarga de los vinos y Daniela, de la parte literaria. Con un poco de casualidad surgió la posibilidad de unir estos mundos en un mismo lugar: “La idea era proponer un concepto que hace diez años no había”, dice él.
“Lo que tiene de linda la propuesta es que estéticamente es muy atractiva la combinación y se atiende de la misma manera, con asesoramiento largo y dedicado”, apunta Víctor.
Si bien son pocos los clientes que suelen llevar bebida y lectura en una misma compra, las dos áreas siguen una línea similar en su selección. Víctor trabaja con bodegas pequeñas y otros proyectos de autor, ofreciendo 1800 etiquetas de vino diferentes. Daniela, por su parte, elige y recomienda cada libro de forma personalizada.
Cruzando Av. General Paz, a tan solo 20 cuadras del límite con la ciudad, la vinería Casa Florida comparte espacio con Musaraña Libros. “Son dos proyectos separados pero a la vez trabajamos juntos: hay una identidad total del espacio”, dice Juan, uno de los responsables del sector de vinos.
Al frente de esta casa antigua está Musaraña, a cargo de Alejandro. Un local con una amplia vidriera y lleno de libros, que podría funcionar por sí mismo. Pero siguiendo hacia el fondo, un poco escondido, Juan y Keke tienen otro tipo de biblioteca: una llena de vinos.
Además, hay un jardín con mesas donde se puede disfrutar una copa, una buena charla e incluso cada tanto, de eventos y degustaciones. “Los viernes tipo 7 de la tarde caen clientes del barrio porque les gusta hablar de vinos, disfrutan del lugar y de la mezcla con la librería; es un espacio atemporal donde te perdés un rato. Siempre nos quedamos hablando con ellos. Es la manera en que nos gusta trabajar”, comenta Juan.
Como en Casa
Hace nueve años brotó el centro cultural La casa del árbol en Palermo, sobre Avenida Córdoba, a pocos metros de Juan B. Justo. Con el correr del tiempo, se sumaron un bar y la librería con el mismo nombre a este edificio antiguo.
“Varias de las personas que formamos parte del proyecto somos ávidos y ávidas lectoras, también estudiantes de Letras. La idea era tratar de correrse de lo que uno encuentra en las grandes cadenas y librerías comerciales. El 90% de los títulos son de editoriales independientes”, cuenta Carmen, parte del grupo que originó el centro.
Desde que pudieron reabrir sus puertas pos-cuarentena, las personas que pasan por el centro eligen quedarse leyendo y tomando algo, mucho más que antes. “Se modificaron los hábitos de consumo y los usos que le dan al espacio. Antes la gente venía particularmente a una actividad. Ahora, llega una persona que busca un libro, se encuentra con un bar y entonces se queda en el patio tomando algo”, detalla Carmen.
El bar de La casa del árbol ofrece una promoción 2×1 en vermú de 18 a 21, además de una gran variedad de cerveza artesanal tirada para acompañar el rato de lectura.
Una librería sin vidrieras en la zona de Chacarita sería una descripción acertada de Falena. Pero es mucho más. También es una casa, un living, una terraza, un ambiente íntimo y una experiencia diferente.
Para poder entrar, hay que hacer una reserva previa. “Es un ambiente muy lindo, a la gente le encanta el lugar. Siempre quieren instalarse en las mesitas”, cuenta su dueña, Marcela.
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La experiencia es casi como elegir un libro de la biblioteca propia: “La apuesta es que puedas encontrar algo, ese tipo de búsqueda de ‘no sé qué estoy buscando pero lo estoy encontrando’. Es un espacio que invita a quedarse, a mirar y detenerse en los libros”, agrega.
Para sumar a este rato de exploración, el lugar cuenta con mesas y sillones donde sentarse a leer y tomar una copa de vino Alpamanta que sirve la casa. “Yo disfruto mucho estar en una librería en cualquier lugar del mundo y en base a eso creé esta experiencia placentera”, concluye Marcela.
Ya podés sacar el señalador y retomar la lectura, saboreando tu copa.