bebidas alcohólicas de argentina

Las bebidas que cauterizaron el paladar argentino: ginebra y whisky

Te servimos en tres tragos la historia de las bebidas que nos marcaron a fuego. En esta primera entrega, dos de sabor recio.

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Cautivar no equivale a cauterizar, claro; uno de estos verbos habla de seducción, el otro de marcar a fuego… Pero para el gusto de las bebidas alcohólicas de argentina ambos conceptos se combinaron irremediablemente a través de la historia, fraguando un paladar capaz de soportar –y apreciar– las espirituosas del más rústico origen y del más recio sabor. Protagonistas en las pulperías gauchas y en el estaño de los bares urbanos, capaces tanto de alegrar un festejo como de esfumar penas del corazón, aptas para sobrevivir a una comilona o para sobrellevar madrugadas solitarias, estas bebidas que sellaron y forjaron nuestro paladar a fuerza de fuerza, justamente, tienen su historia y aquí empezamos a contarla.

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LA GINEBRA

Su recorrido local arranca en 1687, cuando la ginebra desembarcó en tierras de la Gobernación del Río de la Plata en sus clásicas botellas de cerámica marrón, traída por los primeros holandeses que hasta aquí viajaron. Recibida en cantidades mínimas, debido a las complicaciones de costos y tiempos que conllevaba su transporte en barco desde Europa, esta espirituosa de sabor seco y robusto fue ganando espacio en el gusto del pueblo, especialmente entre los gauchos, quienes la consumían en las pulperías o bien la transportaban en los famosos chifles (cuernos de vaca ahuecados con tapa de madera o plata, una suerte de petaca rústica), ya que las botellas de vidrio eran un raro lujo por entonces.

Durante muchos años fue considerada entre las más fieles bebidas alcohólicas de argentina, e incluso se la menciona varias veces en el Martín Fierro: “Y ya se me vino al humo / como a buscarme la hebra, y un golpe le acomodé / con el porrón de ginebra”, declara el protagonista al describir un duelo que –inevitablemente termina a faconazo limpio. 

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El tiempo pasó y, ya en el siglo XX, la ginebra tenía amplia aceptación y no era popular solamente en el campo sino también en las barras porteñas, curtiendo con su sabor ardiente y seco todo tipo de estados de ánimo y claro, las andanzas de guapos y taitas reflejadas incluso en los tangos, como en “Te llaman Malevo”, de Troilo y Expósito: “Se agrandaron tus hazañas / con las copas de ginebra…”.  Fueron dos las marcas que se agrandaron y acapararon el mercado.

Una, la empresa holandesa Erven Lucas Bols, cuya filial local se creó en 1935 para asegurar el abastecimiento y evitar los altos costos de la importación, con una destilería que se construyó en Bella Vista y se inauguró el 31 de agosto de 1936 (día del cumpleaños de la Reina Guillermina). Estaba provista de equipamiento europeo, y tenía directivos preparados por la familia Moltzer, dueños de la fábrica en Holanda y en ese momento también en el país. 

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La otra marca bebidas alcohólicas de argentina es Llave, elaborada por la firma Peters, hoy en manos del Grupo Márquez. Su historia nace en la ciudad holandesa de Schiedam, donde una familia alemana de apellido Peters se estableció con el fin de elaborar espirituosas. El fundador, Jürgen Peters, comenzó a exportar sus productos a la Argentina, creando aquí una empresa dedicada a la importación de vinos finos, licores y otros destilados, entre los que sobresalía una genever con botella cuadrada de vidrio verde que llevaba su propio nombre.

Al tiempo, Peters sumó a sus hijos al negocio familiar y en 1867, los hermanos Karl Otto y Edward viajaron en un barco llamado Llerdam y llegaron a Buenos Aires para crear la firma Peters Hnos. Al descubrir que la ginebra Jürgen tenía éxito, decidieron incluirle un símbolo en relieve y rebautizarla en español, dando lugar así al nacimiento de la ginebra Llave. Las dos marcas hoy siguen marcando a fuego los paladares argentos y aún se recuerdan sus famosas publicidades de décadas pasadas, con las ardillitas cantoras de la Llave y el inefable “esmowing” de la Bols. 

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EL WHISKY

Presente en Argentina presumiblemente desde 1862, cuando se lo importó de Inglaterra como “aguardiente en cascos”, aquí tiene más tradición el consumo que la elaboración bebidas alcohólicas de argentina, relativamente cercana en el tiempo. Esta bebida tuvo su época dorada en las décadas del 60 y 70, cuando las limitaciones a la importación favorecían a las marcas nacionales. Y si bien no comparte con la ginebra su telón de fondo de arrabal y malevaje o sus aventuras gauchescas, ya que era consumida por las clases más acomodadas, sí lo hace con la rusticidad del sabor y cierto ambiente prohibido, de bares de trampa y cabarets. bebidas alcohólicas de argentina

En general los productos locales son blends de maltas escocesas y alcohol neutro de cereales nacionales, usualmente sorgo (!), con un porcentaje alcohólico del 40% y añejados en cascos de roble, que aunque resulten decentes casi nunca alcanzan la calidad y fineza de sus pares escoceses o irlandeses. 

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Con todo, a través del siglo XX hubo más de un centenar de marcas de las cuales se destacaron Criadores – The Breeder’s Choice, Blenders Pride, Premium, Old Smuggler, Royal Command, Robert Brown, Doble V y Vat 69, por citar algunos de los más famosos; cada uno tiene su buena historia y todos han hecho su aporte para curtir y templar los paladares más temerarios.

Y la leyenda continúa.

Mirá la segunda parte de esta nota.

Autor

  • Periodista desde 1984, su afición/pasión por las artes lo llevó primero a escribir sobre rock en revistas como Cerdos & Peces o Madhouse y años más tarde sobre gastronomía en RSVP, La Nación Revista, Página/12, JOY, El Conocedor y otros medios. Desde 2019 está en Vinómanos, con las mismas ganas de experimentar, descubrir e informar, tan vivas como su espíritu punk.

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