Con la pandemia del coronavirus cerrando puertas y países, cualquier cosa será recordada de este año. Pero para las bodegas, que están terminando de elaborar, la vendimia 2020 tiene varios elementos para quedar largamente en la historia del sector. De la Patagonia hasta Salta, este año es descripto por todos los enólogos como el más raro del que tengan memoria.
Para empezar, Mariano Di Paola, jefe de Rutini, la está haciendo desde su domicilio. “Era mi vendimia número 40 y acá me tenés –dice al teléfono– en el patio de casa, probando los vinos que me traen. Esto es rarísimo”. Como él, muchos enólogos y técnicos que están en la población de riesgo, dirigen desde sus hogares la vendimia 2020.
Pero ahí recién comienzan las rarezas. En la Patagonia el enólogo Leonardo Puppato, de Familia Schroeder, ya tiene toda la uva propia en la bodega, cuando en otro año aún le quedarían dos o tres semanas. “Tuvimos que moler en una semana lo que hacemos en tres”, dice. La razón, es que este año fue adelantado en general desde San Juan hasta Neuquén.
Alejandro Vigil, enólogo jefe de Catena Zapata, lo explica en pocas palabras: “Un año de mucho calor y seco, con poca agua, adelantó la vendimia de los tintos entre dos y tres semanas”. La suya es la opinión generalizada. Algo que todos los equipos de vendimia vivieron a flor de piel: molieron a contrarreloj. Un buen ejemplo lo da Hervé Birnie-Scott director técnico de las bodegas de LVMH: “tuvimos que moler todas las uvas tintas entre fines de febrero y el 24 de marzo en que terminamos”, dice, y agrega “fue una acertada apuesta por la fruta fresca y la acidez”.
La excepción de los Valles Calchaquíes. Para Rafael Domingo, enólogo de Domingo Hermanos con base en Cafayate, la vendimia 2020 trajo un “verano lluvioso y nublado que hizo que los procesos se estiren un poco. Hoy (por el viernes 27) empezamos a moler los Cabernet”. Mientras que en los valles más altos, todo ha seguido su curso relativamente normal.
En este escenario, aún no entra la Patagonia profunda. “Chubut viene bien, puede que cinco días adelantado, pero en forma”, reporta Juan Pablo Murgia, enólogo de Otronia, cuyas uvas aún cuelgan en las plantas, luego de haber sorteado desde nevadas hasta heladas extremas.
El dato: “Aún falta cosechar un 1/3 en todo Mendoza. Pero el pronóstico para la vendimia 2020 es de un 30% menos de uva”, dice Marcelo Belmonte, director de viñedos del grupo Peñaflor. Por su parte, el Instituto Nacional de Vitivinicultura ajustó su pronóstico a la baja.
Desafiante vendimia 2020
A la falta de agua y las altas temperaturas, señaladas por Vigil para la vendimia 2020, Martín Kaiser, agrónomo de Doña Paula, le pone algunas cifras: “Registramos 55 días por arriba de los 32°C en Luján de Cuyo, cuando lo normal es tener 30 o 31. Esto hizo que las uvas maduraran rápido en materia de azúcar”. ¿Pero qué pasa con el resto de las variables?
“Comenzamos a cosechar cuando el azúcar ya estaba en su punto, pero con miedo por los taninos, que podían estar verdes”, grafica el enólogo Pablo Richardi, director de Bodegas Flechas de Los Andes. “Hoy, con los vinos terminando de descubar estamos seguros de que lo hicimos bien”, cierra. En la misma sintonía, Santiago Mayorga, de Cadus Wines, razona: “Las maceraciones bien manejadas, más cortas tal vez, nos permiten extraer los taninos suaves”. En eso, este año dará cuenta de la buena mano de los enólogos para interpretar las uvas.
El truco de la vendimia 2020 parece estar en el punto de cosecha. “La ventana fue muy estrecha”, dice Phillipe Rollet director de Enología de Bodega Caro, “Malbec y Cabernet llegaron juntos”. Pero la suya es la experiencia de todos. En Agrelo, en Paraje Altamira, en Guatallary (lo que no se llevó el granizo), las uvas maduraron al unísono. “Esta vendimia fue un enorme desafío logístico”, dice Marcelo Belmonte, director de Viñedos de Peñaflor.
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Buena acidez
Pablo Durigutti, enólogo de Durigutti Family Winemakers, con toda la uva dentro de la bodega para la fecha, destaca una curiosidad de este año en la que todos están de acuerdo: “Lo sorprendente es la acidez de las tintas. Como cosechamos temprano, la acidez natural es bien elevada”. Rollet grafica: “Tenemos pH de 3,3 en Cabernet de Altamira; es soñado”.
Sebastián Zuccardi, con su visión de agrónomo, razona en la misma línea: “En años calientes, la calidad del viñedo hace la diferencia. Si llega estresado a marzo, la uva estará sobre madura. Bien manejada, en cambio, ofrece todo”, sentencia. Birnie Scott opina en la misma línea, “como nunca, este año la diferencia se hizo en el manejo del viñedo”, dice.
Para los blancos parece haber sido una vendimia estándar, aunque un poco más concentrada por el color y la falta de agua. Vigil dice que “las variedades no aromáticas, como Chardonnay, ofrecen buen cuerpo y acidez málica.”
En el NOA, el Torrontés es una incógnita. “La lluvia no lo ayudó mucho, pero para los perfiles menos aromáticos está bien”, dice Thibaut Delmotte desde Colomé, aunque no muy convencido de los resultados aún.
Sobrebeberemos para contarlo
“No hay mal que por bien no venga”, dice Richardi refiriéndose al adelantamiento de la cosecha. De haber sido un año estándar, la cuarentena podría haber llegado a ser una pesadilla para los productores. Matías Ciciani, enólogo de Bodega Escorihuela, lo pone en perspectiva, habiendo ya terminado: “La hemos pasado muy feo. Fue una cosecha muy compleja, con la familia en cuarentena, con la duda de que uno pueda contagiarlos. Obviamente con todas las medidas de seguridad, pero la duda siempre queda”.
Por su parte, Leonardo Puppato describe las complicaciones extras de la región patagónica: “Hemos tomado todos los cuidados; para llegar tenemos cinco controles policiales, por lo que hicimos dos turnos de 12 horas. Todo el equipo se repuso la camiseta”, dice. Por suerte, sólo le queda ingresar un fracción menor de la uva.
Si la vendimia 2020 ya fue rara en términos climáticos, sólida en materia de calidad y logísticamente muy compleja porque la ventana de ingreso de uva fue estrecha, la cuarentena le metió aún más presión. Todo eso hará que sea, al menos para las bodegas, una de esas cosechas largamente recordadas y por la que todos quieren brindar cuando la pandemia haya pasado.
Parafraseando, sobrebeberemos para contarlo.