Desde que el tiempo es tiempo y las personas bebemos la pregunta acerca de cuál es el mejor vino se reitera con la cadencia de la estaciones… de tren: cada cinco minutos alguien se pregunta cuál es el mejor vino.
No es una pregunta fácil de responder. Porque en el fondo, si bien está formulada correctamente, encierra ya la idea del ranking y, con ella, la de la utilidad, es decir el para qué de saber esto. Aunque no siempre es exactamente lo que se pregunta. Respuestas hay muchas. Pero entre ellas, tres que son las más acertadas.
El ranking y los puntajes
En el mundo del vino hay mucha gente opinando. Demasiada, tal vez. Pero si están, es porque sus voces se escuchan entre audiencias de distinta escala. Por un lado, por ejemplo, están los catadores estrellas que ayudan a entrar en mercados –Robert Parker y el Wine Advocate, por ejemplo, para los Estados Unidos–, pero también los concursos de vinos que ponen a competir ante un jurado de notables a miles de etiquetas, como el International Wine Challenge. Hay incluso un punto medio, que son los ranking que elabora la prensa, como los que acabamos de publicar en Vinomanos.com eligiendo los mejores Malbec de la Argentina.
La idea en cada caso es ordenar por un sistema de puntajes los vinos que vale la pena probar de los que no. Y así simplificar el asunto de elegir una botella entre miles.
Puntajes, medallas, rankings persiguen un fin práctico: allanar la elección a quien no tenga una opinión o un gusto propio y claro. Que, como es lógico, son la mayoría de los consumidores.
¿Son respuestas claras a la pregunta cuál es el mejor vino? Es uno de los más completos intentos, sin dudas. Pero también para que operen como respuesta, el consumidor debe confiar en ellos. Y sobre todo en quienes elaboran ese juicio y su método.
El que más te guste
Hay otra posible respuesta a la pregunta cuál es el mejor vino y es la que no persigue utilidad alguna. Es decir: no trata de guiar ninguna compra, ni dirigir el asunto hacia algún espacio de la góndola. Y es, en general, una respuesta con la que todos estaríamos satisfechos: “el mejor vino es el que más te gusta”.
Es el tipo de respuesta opuesta a las anteriores, donde alguien que ya tiene un gusto y reconoce sus posibilidades tiene además formado un juicio claro sobre qué sí y qué no. En el mundo del vino, son los que no abundan, claramente. Al menos, con ese nivel de clarividencia, son realmente muy pocos los que puede decir que les gusta un estilo de vino con cuerpo, frescura media y elevada tanicidad, o lo contrario, vinos frutados, ligeros y sencillez.
Sin embargo cualquier consumidor frente a un vino dirá si le gusta, lo prefiere o prefiere otros, aún cuando no tenga claro qué estilo o tipo de vino es el de su preferencia. En ese espacio entre lo que los especialistas eligen y los consumidores formados como ponderan propios, hay un océano amplio de posibilidades que nos lleva a la tercera respuesta: lo que elige la mayoría.
Lo que más se vende
Los consumidores de vino compran. Y lo que compran es a la larga un veredicto acerca de qué es lo que más le gusta y, por ende, cuáles son los mejores vinos. En nuestro mercado lo que más se vende son vinos frutados en el segmento de hasta 120. Pero claro: difícil que alguien piense que en los vinos más baratos de la góndola están los mejores.
Por eso, en general se segmenta la góndola por niveles de precio y, sorpresa, cuanto más arriba se va en precio más disperso resulta el resultado. Es decir, en los 350 pesos, por ejemplo, hay muchos vinos con peso relativo, mientras que en los 500 esa ecuación es aún más dispersa.
Entonces, ¿cuáles es el mejor vino? Entre estas tres respuestas se esconde esa certeza. En todo caso, a la hora de comprar y beber un vino, lo único que debería contar es que la botella llegue a su fin una vez descorchada. Si eso no sucede, todo lo dicho hasta aquí no tiene mucho sentido.
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