Historia del Malbec
Historia del Malbec

La historia del Malbec está llena de hechos curiosos, la mayoría muy conocidos, pero otros francamente fuera del radar. Una sola pregunta vale por toda esa afirmación: ¿existía un día para una variedad de uva antes de la celebración del Día Mundial del Malbec? No. Y si la hubo, no tuvo la trascendencia de este invento que nació en el corazón de Wines of Argentina allá por 2010. ¿A que no lo sabías? Prestá atención, hay bastante más.

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Todo el mundo sabe que el Malbec es una variedad de uva originalmente francesa. Cultivada en la zona de Cahors, sin embargo, pocos saben que en el siglo XIV fue tal el apogeo de su comercio con Inglaterra que incluso convirtió a esta ciudad hoy de provincia en un bastión cultural. Algo como lo que sucede hoy con Mendoza. Así es la historia del Malbec.

Pero como pasa con todas las cosas, el Malbec no fue profeta en su tierra. Enrique III es hombre clave en la consolidación de su prestigio. ¿Quién fue este rey y qué tiene que ver? Hacia el 1225 le prohibió a sus súbditos de Burdeos –entonces Aquitania en la actual Francia y Gran Bretaña eran un mismo dominio– cobrar un impuesto sobre los vinos que descendían de Cahors rumbo al puerto de sobre el Thames, en Londres.

¿La razón? Dicen los historiadores –como Beezly o Unwin–  que el vino era lo suficientemente bueno. Escribe Pablo Lacoste, historiador mendocino, reconstruyendo esta historia: “El vino de Cahors recibió atención especial de dos reyes ingleses. Si Enrique III lo situó bajo su protección personal, un siglo más tarde, Eduardo III se interesó en este producto y comenzó a llamarlo ‘Vino negro de Cahors’”. Con ese nombre llegaría a ser legendario.

Hubo un Zar del Malbec y se llamó Pedro El Grande (1672-1725) que, así como la iglesia ortodoxa rusa usaba el Vino negro de Cahors en sus misas, por prescripción médica curó una úlcera de estómago bebiendo el vino. Fue su hija Catalina, sin embargo, la que llevó la variedad hasta la actual Crimea, donde aún hoy se la cultiva con impactantes vistas al Mar Negro.

El vino cayó en el olvido, sin embargo, a la sombra de otros que fueron prestigiados dentro de Francia. De hecho, uno de los máximos gourmets de la época, Grimod de la Reyniere, ni siquiera lo menciona en su lista de favoritos escrita poco después de la revolución francesa. Y eso que en Burdeos se cultivaron unas 40.000 hectáreas hasta la estocada final: la crisis de la filoxera en el siglo XIX y una helada masiva de 1956 que lo borró del mapa bordolés.

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En la historia del Malbec, ¿cuándo llega a la Argentina?

Historia del Malbec

La historia del Malbec local comenzó un 17 de abril. En el convulsionado año de 1853, el gobernador mendocino Pascual Segura y su ministro de gobierno Vicente Gil, presentaron a la legislatura el proyecto de hacer una Quinta Normal como las que tan buen resultado estaban dando en Chile. La idea original la había impulsado Domingo Faustino Sarmiento. Por eso el Día Mundial del Malbec se celebra en esa fecha.

Culpa de Napoléon III. Los primeros esquejes llegaron a Mendoza a lomo de mula desde Chile, donde ya se lo cultivaba con relativo éxito, de la mano de un viticultor francés llamado Miguel Amado Pouget (1821-1875). ¿Y Napoleón III? Ahí viene su parte: Pouget, egresado de la escuela de Horticultura de París, tuvo que exiliarse de Francia por razones políticas luego del golpe de estado que Napoleón III diera en 1851 y que lo convirtió en emperador. Por eso, en 1853, contratado por Pascual Segura y con la venia de Sarmiento, el francés cruza Los Andes con una incipiente cantidad de estacas de vid y el pescuezo sano. Como el Malbec, Pouget tampoco sería profeta en su tierra.

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Falta de presupuesto. Como es habitual en la educación argentina, la Quinta Normal que abriera Pouget en 1853 debió cerrar en 1858 por falta de fondos. Pero así como la vid es tesonera, los hombres que la cultivan también: y mientras fue emperador Napoleón III, Pouget se quedó a divulgar sus conocimientos y propagó la vid en Mendoza hasta su muerte en 1875. El asunto clave es que, mientras la escuela languideció por falta de dinero, el empresariado cuyano empezó a despegar con sus vinos elaborados con uvas francesas. Ahí se funda el presente en la historia del Malbec.

La otra historia del Malbec

La adaptación al desierto. Citemos a Lacoste, en su libro Vinos a capa y espada (2da edición): “es importante destacar el rol de los viticultores criollos en este proceso (de propagación del Malbec). Con su labor, ellos aseguraron que el Malbec estuviera sólidamente arraigado a Mendoza cuando se produjo la llegada del ferrocarril (1885) y cuando comenzaron a llegar masivamente los inmigrantes (a partir de 1901)”.

Entre esos criollos claves estaba la familia González de Panquehua, en el norte de la ciudad. Según hemos podido reconstruir oralmente con varios agrónomos, buena parte de las poblaciones de Malbec que destacan hoy nacen en esas poblaciones plantadas en… Las Heras, donde ya nada queda de ese esplendor.

Dolly & Malbec. Claro que esas poblaciones con los años llegaron a conocerse al detalle. Y con la década de 2000 comenzaron una serie de estudios por aislar y multiplicar los mejores individuos de Malbec. En otras palabras, hacer varios clones de la variedad. Ese trabajo se llevó a cabo den diversos estamentos y ya hay clones disponibles comercialmente: algunos seleccionados por el Catena Institute of Wine, otros por el INTA y otros por la familia Biondolillo. Algo con lo que no podían siquiera soñar Pouget al traerlo o Catalina al plantarlo en Crimea.

Historia del Malbec

 

 

 

 

 

 

¿Por qué funcionó el Malbec? Para el censo vitícola de 1968 la variedad ya ocupaba 47.470 hectáreas que, en el contexto nacional, representaba casi la mitad del encepado. La posta es que en la historia del Malbec la adaptación fue perfecta porque ofrecía buen color y maduración, además de sabor, sin resignar kilos. Los mismo motivos por los que la Bonarda también funcionó. Eso en el clima cálido del desierto.

Y el dato del color en la historia del Malbec: lo ponderaron los reyes Enrique y Eduardo, el zar Pedro El Grande y otros de su tiempo, llamándolo vino negro, razón por la cuál el Malbec destacó siempre: su color violeta.

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Otra vez, nadie es profeta en su tierra. Como dijo un filósofo, la historia se repite, sólo que esta vez no sería justamente una tragedia. Todo lo contrario con la historia del Malbec: había caído en una suerte de olvido para la década de 1980 y en 1990 quedaban unas 10 mil hectáreas. Fueron los paladares extranjeros quienes descubrieron su sabor singular, olvidado ya de Europa. Así, desde 1997, pero con fuerza a contar de 2002, el Malbec comenzó una arremetida exportadora que hoy lo lleva a unas saludables 40 mil hectáreas actuales.

Con un plus: plantado en toda la Argentina, permite comparar las regiones en la medida en que modifican su sabor. Por eso la historia del Malbec recién empieza.

Es periodista y enólogo y escribe como cata: busca curiosidades, experimenta con formatos y habla sin rodeos de lo que le gusta y lo que no. Lleva más de veinte años en esto. Lo leen en Vinómanos (plataforma que fundó en 2013) o bien en medios nacionales, como La Nación y La Mañana de Neuquén. Desde 2019 es el crítico para Sudamérica de Vinous.com (EE.UU.).