Envalentonados por la confianza en sí mismo de Claudio Zucchino, el más extravagante de los bodegueros quebradeños, subimos un puñado de botellas hasta la cava de Mina Moya, un socavón cavado en la piedra y luego abandonado, a casi 4000 metros de altura.
Con temperatura y humedad estables, es el lugar ideal para la estiba de vinos. Todo un símbolo para los vinos más altos del mundo.
Las bodegas de Quebrada de Humahuaca entendieron que para hacer vinos de altura necesitan optimismo y una cuota de locura pero además, cristalizar una épica. Vencer las heladas traicioneras y otros retos de la naturaleza es sólo el principio. Por eso pensaron en un evento fundacional para la historia del vino jujeño. Una experiencia diseñada para inicar la leyenda.
Éramos unas 80 personas en lenta procesión bajo el sol cercano de agosto. Los vinos que llevábamos como un tesoro nacieron en el viñedo más alto del mundo, montado sobre terrazas precolombinas a 3319 metros de altura. Desde la Hostería Viñas de Uquía ascendimos trabajosamente en camionetas 4×4, zigzagueando por los estrechos caminos de la mina.
En paralelo, media docena de llamas cargaban en sus lomos las botellas del vino que Zucchino bautizó Uraqui. La ceremonia conmovió a los lugareños más curtidos. Incluyó músicos copleros, rituales de agradecimiento a la Pachamama, funcionarios provinciales, reconocidos enólogos de Salta y Mendoza, médicos atentos a potenciales apunados, los bodegueros de la zona y los infaltables periodistas llegados desde Buenos Aires.
El objetivo: instalar a Jujuy en el mapa vitivinícola argentino.
Uvas únicas
Hoy la provincia tiene apenas 22 hectáreas de vid y cuatro bodegas con sus productos etiquetados en el mercado. Son unos 20 productores divididos en dos zonas: los Valles Templados (VT), ubicados en torno a los 1200 metros de altura en los alrededores la capital San Salvador; y los de la Quebrada de Humahuaca (Q de H), entre los 2200 y los 3200 metros.
Bodegas Dupont en la finca Maimará y Viñas del Perchel, los dos pioneros, no suman más de doce cosechas. La altura es inclemente, las heladas no dan tregua, y como todo es muy reciente, muchos aún sufren los dolores del parto. Se plantan pequeñas parcelas de distintas cepas, no por curiosidad ni por excentricidad, sino por supervivencia, para descubrir lo que funciona. Los métodos orgánicos, muchos de ellos heredados de la cultura incaica, no se usan para hacer marketing, sino para evitar calamidades.
Pero esta hostilidad por parte del ambiente tiene la ventaja de promover la solidaridad entre los bodegueros. En la Quebrada se vive un reconfortante clima de comunidad. Todos ellos, congregados en la jovencísima Asociación de Bodegas de Quebrada de Humahuaca, cruzan consejos, comparten reuniones y trabajan junto a las autoridades provinciales para promover la industria. El interlocutor natural es Ezequiel Bellone, un joven ingeniero agrónomo jujeño que asesora a varias de las bodegas locales y recientemente fue elegido presidente del Consejo Consultivo Vitivinícola de Jujuy.
“El clima de la Quebrada exige métodos alternativos –dice Bellone–. Además de las heladas y amplitudes térmicas que llegan a ser de 20 grados, la altura nos expone a una radiación solar excepcional. Los racimos están muy cerca del sol y son menos las capas de atmósfera que filtran sus rayos. Por eso nuestras uvas tienen cáscaras gruesas y pigmentos fuertes, reaccionan sintetizando más color. Los principales varietales implantados en la Quebrada son sobre todo Malbec, y luego Syrah, Cabernet Franc, Merlot y Sauvignon Blanc”.
Bellone identifica tres zonas vitivinícolas. “La primera, desde Tumbaya hasta Purmamarca, recibe los vientos calientes del norte, allí se adapta bien la bonarda y es el único lugar donde tenemos viñedos ya productivos de torrontés”.
Otros productores de Humahuaca
De Purmamarca hasta El Angosto del Perchel se distingue una segunda zona. “Aquí tenemos emprendimientos como el de Fernando Dupont que fue el primero en Jujuy, hace 15 años. Hoy los cortes de Dupont llevan principalmente Malbec, Syrah, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc. Otro viñedo en esta zona es el de Huichaira, con 2 años de implantación, todavía sin vino en el mercado pero con un potencial muy grande”.
Por último, desde El Angosto del Perchel hasta Uquía, en el departamento de Humahuaca. “Es una zona más estrecha, con pocos períodos libres de heladas. Aquí el Cabernet Sauvignon, por ejemplo, no alcanza a madurar”.
Otra característica de la Quebrada es que varios productores comparten especialistas. Por ejemplo, el hacedor de vinos Marcos Etchart, hijo del legendario Arnaldo Etchart, llegó a la zona para asesorar a Fernando Dupont en 2005. La primera cosecha importante la lograron en 2007. En ese proyecto trabajó junto al ingeniero agrónomo Juan Prates.
Fruto del equipo son las etiquetas Pasacana, Punta Corral y Rosa de Maimará, lo más conocido de la Quebrada hoy por hoy. Entonces Marcos conoció a la familia Vilte y su viñedo justo enfrente al de Dupont. Y a Claudio Zucchino para quien cortó los vinos que subimos a la cava en estos días.
Para Etchart el descriptor común a los vinos de la Quebrada de Humahuaca es una nota de aceituna negra. “Parecido a lo que aparece en los valles altos de Salta, como Colomé, Tacuil y Cachi –dice–. Lo otro interesante aquí es el apoyo del gobierno provincial, más allá de la calidad general de los vinos, que va a seguir subiendo. La uva es mucho más potente, hay que trabajar con menos maceración y no pasarse con extracción de taninos que son muy intensos”.
Fernando Maurette y Raúl María Nocetti son socios en Tukma un emprendimiento que también produce vino en Tolombón, Salta, cerca de Cafayate. En total elaboran unas 150 mil botellas al año. Nocetti, que es jujeño, reconoce que su debilidad es el proyecto de Huacalera, donde también tiene un hotel. “Nuestra finca está justo por donde pasa el trópico de Capricornio –cuenta–. Ahí tenemos 18 mil plantas, Sauvignon Blanc y Malbec.
Se comercializan bajo la marca Tukma Altura 2670, los metros de altura de los viñedos. También tenemos pinot noire y merlot. En la Quebrada es difícil, no llegamos a medio kilo por planta. Para que te hagas una idea, hace dos años una helada nos malogró la cosecha el 8 de diciembre!”
Una extrañeza es el delicioso torrontés que hace Gastón Cruz en sus dos hectáreas de viñedos, a pocos kilómetros de Purmamarca, camino a Chile. “Mi familia elaboró vino toda la vida, pero siempre para consumo propio –dice Cruz–. Ahora generamos un emprendimiento productivo. El torrontés es lo más logrado de mi bodega, pero también estamos haciendo un poco de Malbec”. La bodega de Cruz se llama Don Milagro, y por ahora el torrontés se comercializa principalmente en Purmamarca bajo la marca Carnaval.
“Realmente vinos diferentes”
La Ruta Nacional 9 divide los viñedos de Quebrada. Los que están a la derecha (este) o a la izquierda (oeste), donde está Bodegas del Perchel. Su primer vino se llamó Runa, 60% Syrah y 40% Malbec, criado 12 meses en roble americano. Al inicio los dirigió técnicamente el enólogo Patricio Villanova. Luego se sumó al proyecto la ingeniera agrónoma Gabriela Celeste de Eno Rolland.
También sobre la ladera occidental está el emprendimiento de Alejandro Izquierdo. Él trabaja en Washington para el Banco Interamericano de Desarrollo, pero nació en Buenos Aires de padres jujeños, y sus vacaciones despertaron un amor por la Quebrada. En 1990, junto a su señora, descubrieron la montaña Yacoraite, también llamada “Pollera de la Coya” por la forma de campana y sus vivos colores rojo y amarillo. “En 2012 volvimos y la montaña nos llamó –cuenta Izquierdo–.
Buscamos un terreno, aunque no sabíamos para qué”. Fanático tomador de vino, Izquierdo viajó a Salta, Yacochuya y Colomé, en busca de asesoramiento. Se vinculó con Marcos Etchart quien a su vez le presentó a Juan Prates. Al equipo se sumó Ezequiel Bellone, para imprimirle la parte orgánica al vino.
Empezaron con 1.5 hectáreas de Malbec, luego agregaron Cabernet Franc hasta alcanzar las 3.2 hectáreas. “Buscamos un clon que nos ayudara a zafar de las heladas –cuenta Izquierdo–. Este año fue nuestra 3° cosecha, sacamos 2.200 kilos. La idea es que cuando todo el viñedo esté productivo y maduro de unos 25.000 kilos de uva”. El equivalente a 25 mil botellas, aproximadamente.
El primer vino de Izquierdo lo empezó a hacer Marcos Etchart en la Bodega de Zucchino, con buena parte del Malbec. Pero el emprendedor también le dio al enólogo mendocino Lucas Niven y Ezequiel Bellone para que prueben hacer un vino distinto en la bodega de Alfredo González en Purmamarca. Su idea es seguir usando bodegas de amigos y en su finca generar un lugar para la venta directa.
La bodega de Alfredo González es Amanecer Andino. Hace 8 años plantaron Bonarda, Malbec y Cabernet Sauvignon. Con el asesoramiento de Lucas Niven, la producción se trabajó en barrica francesa y americana. “Este año vamos a comercializar unos 15.000 litros de ese vino –cuenta González–. Y la idea es llegar a los 50.000”.
Alejandro Nieva, también jujeño, tiene en Huichaira la finca Villa del Cielo. Sobre la margen occidental, a pocos kilómetros antes de llegar a Tilcara, plantó Malbec, Cabernet Franc y Syrah. “Nuestro viñedo está a 2680 metros de altura –sostiene Nieva–. Nuestra primera cosecha fue de sólo 70 kilos, la vinificó Fernando Dupont, salió un vino impresionante. Apenas vamos para el 3° verde este año, así que recién vamos a poder producir en alguna cantidad el próximo. Ahora estamos trabajando con Marcos Etchart. Creo que es fundamental el apoyo del gobernador Gerardo Morales está muy comprometido con esta industria”.
Al bajar de la mina se organizó un almuerzo tardío en un refugio que restauró Zucchino junto a su viñedo, el más alto del mundo. Copa en mano, atardeciendo en la Quebrada, se acerca Marcos Etchart. Hablamos. “En la Quebrada no entra ninguna receta de otro lado –dice– Tuvimos que aprender todo de nuevo” ¿Te gusta trabajar en Jujuy? “Es divertido porque los bodegueros acá lo hacen por afición, es gente que viene de otro rubro. Y al ser una quebrada angosta, no un valle, son fincas chicas, con un máximo 5 o 10 hectáreas cada una. Realmente salen vinos diferentes”.