
El brócoli es fantástico cuando está bien hecho. Aunque no siempre se lo prepara bien, ya que es común cocerlo de más o disfrazarlo en receta laboriosas como soufflés. Es, sin embargo, un ingrediente tan versátil que con pocas cosas se consigue un plato entero.
Malo de la película en la infancia, el brócoli es uno de esos sabores que se aprende de grande: porque hay que superar el color (el verde parece difícil para los niños) y porque la consistencia al servirlo, junto con al receta empleada, hacen que no siempre tenga amantes. De ahí que mucha gente que no lo comió de chica le escapa de grande.
Por todo ello hay recetas que buscan disfrazarlo. Son las peores. Ya que el sabor algo azufrado del brócoli, su intensidad aromática y vegetal, hace que sea mejor acompañarlo por un sabor similar, además de algo fresco. Ajo y limón, por ejemplo. Ni qué hablar de acompañarlo con un rico blanco fresco y ligero.
Ya fue inventado hace rato. Pero ahora que el brócoli ocupa las estanterías de las verdulerías, no está de más saber prepararlo. Y esta es la mejor y más fácil receta para darse un gusto.
No más de tres pasos
En un bowl de vidrio con tapa (o una bolsa de cocina, en su defecto) se pone la flor y solo el comienzo de los tallos, previamente pasados por agua. Luego se cocina a potencia máxima en el microondas durante 4/5 minutos. Es clave que no se pase y quede muy blando: mejor si está al dente. Lo mismo si se lo hace al vapor.
A partir de aquí hay tres caminos: se lo guarda en la heladera para usar luego; se lo consume frío o va a la sartén.
Si es frío, lo mejor es cortarlo en trozos grandes, rociarlo con el jugo de medio limón, aceite de oliva y pimienta recién molida. Es la mejor ensalada para el invierno, ideal para comer al sol del mediodía con algunas semillas esparcidas.
A la sartén, en cambio, es así: una vez tibio, se lo corta en trozos y se lo saltea con aceite de oliva y láminas de ajo en una sartén bien caliente. Son unos pocos minutos, hasta que se doran las puntas de la flor. Se sirve caliente con pimienta o bien con un poco de queso rayado. Muy poquito.
Aún se puede agregar un tercer paso.
Desde esa base a la sartén, con una cucharadita de queso crema y un chorrito de vino blanco, se obtiene una salsa rápida y perfecta para unos penne al dente. ¿Más? Un poco de nuez moscada obrará milagros.