La góndoal está llena de Malbec, Cabernet Sauvignon y Bonarda. Son las más plantadas en Argentina. Basta un dato nomás para pintar otro panorama: en el mundo hay más de tres mil variedades de uva plantadas con destino de vino. ¿Alcanza con conocer tres?
La misma pregunta se la hicieron algunos producotres de vino y salieron a buscar en los rincones de los viñedos algunas rarezas que están plantadas y que dan vinos diferentes. Así, cada vez más, llegan a la góndola blancas como Fiano o Agliánico, tintas como Achelotta, Graciano, Carignan o Monastrell. Si querés saber qué gusto tienen, porbá algunos de los vinos que listamos a continuación.
Santa Julia Innovación Graciano (2015, $90). Esta uva tinta regresó al ruedo a partir del auge de las cepas nativas españolas. En la península ibérica forma parte de los clásicos blend de Rioja mientras que Francia ocupa algunas hectáreas en Languedoc. Básicamente aporta nervio y color. En la bodega de la familia Zuccardi la cultivan desde hace años en un viñedo experimental que ya les permitió embotellar tres cosechas de este vino fragante, con perfil floral y frutado. En boca despliega buen cuerpo, importante textura tánica y buen sabor. Buen compañero de guisos y preparaciones de cuchara.
Aguma Carmenere (2015, $110). La cepa ícono de la vitivinicultura chilena tiene una tímida presencia en los viñedos argentinos con etiquetas de buena calidad y personalidad propia. Alejados de las versiones trasandinas, los Carmenere argentinos se valen de buena fruta roja y bayas dominantes como en éste que delata el sol abrazador de los viñedos sanjuaninos con dejos de confitura y ciruelas maduras. En boca es ligero y sutil, muy frutado y fácil de beber, mejor en compañía de fiambres y quesos.
Mayol Garnacha Blanca (2013, $120). Mientras la industria local delira con su versión tinta, esta mutación genética es una curiosidad a nivel global. Históricamente cultivada en zonas cálidas de España y Francia por su capacidad de adaptación a zonas secas, hoy también se la puede encontrar en el viñedo de Vista Flores, Valle de Uco, de Familia Mayol. Es un blanco para tener a mano por su perfil exótico y low cost. Amarillo pálido con reflejos brillantes, gusta por su aromática sutil de frutos blancos y flores con dejos nítidos de tilo. Paladar fresco y frutal de fluir graso y delicado. Ideal con arroces o bien achuras al pie de la parrilla.
Cecchin Carignan (2009, $140). Si bien es más conocida como Cariñena en los viñedos españoles, familia Cecchin la embotella bajo la mención francesa. Se destaca por ser una cepa tinta de ciclo largo y esto explica por que es popular en Chile aunque en Argentina su superficie es mínima. Sus vinos son simples pero siempre eficaces y gastronómicos. Éste es una curiosidad ya que lo leaboran mediante técnicas biodinámicas y llega ala góndola con unos años de estiba que se aprecian en una evolución sana muy evidente. De aromas complejos, entre terrosos y frutales, ofrece frescura en boca con paso amable y tirante. Un vino para curiosos.
Testarudo Lambrusco Grasparossa (2013, $190). En difícil explicar por que en un país impulsado por inmigrantes italianos este varietal no haya sido nunca popular. Sin embargo en Italia permite elaborar vinos sabrosos y fáciles de beber en diferentes rincones de Italia, principalmente en el centro del país. En 2004, Bodega Pumalek asumió el desafío de reivindicar sus vinos y para ello adquirieron cepas en Emilia Romagna y hoy elaboran diferentes versiones con estas uvas tintas, incluso un espumoso extra brut que a más de un inmigrante puede arrancarle un lagrimón. En cuanto a Testarudo, resulta frutal, amable y simple en boca, con algunas desprolijidades que sin molestar definen su identidad. Un vino para las pastas domingueras o pizas tipo Margherita.
Miras Trousseau Nouveau (2014, $240). Con un largo recorrido por diferentes regiones europeas, hoy el trousseau se destaca en los vinos míticos y escasos de Jura junto al Poulsard. En Portugal y California se lo encuentra como protagonista de un movimiento de productores amantes de lo exótico. En Argentina solo dos bodegas lo producen, una es la de Marcelo Miras quién obtuvo unos esquejes de un antiguo viñedo de Río Negro. Elaborado como los Beaujolais Nouveau, por maceración carbónica, logra un tinto frutal, austero y muy fresco, ideal para platos ligeros a la hora del aperitivo.
Caelum Reserva Fiano (2013, $270). Esta cepa blanca es responsable de exquisitos blancos en el sur de Italia, básicamente en Campania y Sicilia. En Mendoza la cultivan bodega Caelum en sus viñedos de Agrelo para dar vida a un vino complejo de color amarillo con tonos dorados y aromática profunda donde las flores blancas son protagonistas. La crianza aporta amplitud en boca y asegura un largo final. Un vino para exigentes y amantes. En la mesa puede incluso acompañar carnes blancas.
Doña Silvina Agliánico (2014, $290). Recientemente presentado por Bodega Krontiras, este tinto rescata una de las cepas icónicas de la vitivinicultura italiana en un tinto profundo y expresivo, de perfil curioso y muy personal. Elaborado con uvas del viñedo que esta bodega biodinámica tiene en Luján de Cuyo, ofrece notas terrosas, frutos negros profundos y un tono mineral que recuerda a la mina de lápiz y carbón. Paladar apretado, sin dudas un vino para esperar o acompañar con carnes intensas.
Ver Sacrum Monastrell (2014, $300). Conocida también como mourvedre en Francia, esta uva tinta es muy popular en varias regiones mediterráneas españolas. Mientras que en el Ródano forma parte de los cortes tintos junto a Cinsault, Syrah y Grenache, en España impulsa la resurrección de varias regiones históricas con vinos simples de buen sabor y precio. En Maipú, Mendoza, Eduardo Soler le puso el foco para este proyecto que se enfoca en la producción de vinos no tradicionales entre los que también destacamos su Garnacha. En cuanto al Monastrell hay que decir que es un vino singlar de color rojo ligero, algo turbio, y aromática frutal profunda que luego da lugar a tonos herbales frescos. En boca se luce por su fluidez y tensión, su acidez es la clave. Final medio pero de sabores firmes y mucha personalidad.
Las Perdices Ala Colorada Ancellotta (2013, $300). Juan Carlos Muñoz es un innovador crónico. En su bodega disfruta de experimentar con diferentes varietales que el tiempo convierte en etiquetas claves de su amplio porfolio. Desde hace unos años venía buscando el punto para esta cepa tinta y finalmente se decidió a presentarla en sociedad. Originaria de Emilia Romagna, la cepa Ancellota es básicamente una tintorera que en los últimos años sumó varias hectáreas en el país. Pero Muñoz descubrió que también puede ser un gran varietal. En este caso logra un tinto voluptuoso y redondo donde los frutos negros le ganan la pulseada a los rojos junto a tonos balsámicos y herbales. De buen cuerpo y taninos redondos, llena la boca con sabores de bayas maduras y trazos de té negro. Un vino exótico y sabroso.