El nombre de la bacteria lo dice todo: xylella fastidiosa. Es causante de la enfermedad de Pierce que, en pleno verano, se traduce en un caída del vigor de las plantas, enrojecimiento de las hojas, muerte de las mismas y finalmente un cuadro de estrés hídrico que acaba con la vid. La fastidiosa xylella se combate todos los años en California, acarrea pérdidas de hasta 104 millones dólares por temporada según estiman en el sector, acaba de ser descubierta en Córcega y Pulgia, Europa, y también en la Rioja y Catamarca, Argentina.
Aún no está clara la forma en la que la fastidiosa bacteria llegó a puntos tan distantes. Y si bien los responsables sanitarios de Europa y Argentina llamaron a la calma, no es menos cierto que la bacteria ya golpea a las puertas del viñedo en el viejo continente.
Para muchos productores de vid, que observan el fenómeno con cautela, resuena en sus oídos las historias de sus abuelos y tatarabuelos sobre la crisis de filoxera con el cambio de siglo. Y una voz de alarma se ha hecho oír entre los viñateros europeos esta temporada.
Los vectores de difusión
Tanto la filoxera como la fastidiosa xylella tienen vectores naturales y otros no tanto. En el caso de la primera, se estima que cruzó el Atlántico escondida en las plantas que viajaron a los jardines botánicos de las universidades europeas, luego propagada por descuido de los viveristas y los vientos dominantes. Como un polizón dormido en las raíces de las vides americanas, cuando despertó al otro lado del mundo se encontró con que la vitis vinífera no ofrecía ninguna resistencia a su poderoso pico: el pulgón se afincó en los suelos que le fueran cómodos y comenzó a alimentarse de las plantas hasta acabar con ellas.
Con la xylella, en cambio, no está claro cómo pudo haber cruzado el Atlántico. Pero tratándose de una bacteria los vectores pueden ser muchos: desde las chicharritas que se alimentan de olivos y vides –en cuyo estómago puede vivir– a la maquinaria empleada para la cosecha mecánica, que las transporta.
Este último, precisamente, se estima que fue el transporte usado por la lobesia botrana o polilla de la vid, para cruzar de Chile –donde fue declarada por primera vez en 2008- a la Argentina en transcurso de esta década. Y ahora, lo que se estimaba como una plaga menor, encuentra a los productores de vid argentinos sin recursos para defenderse de esta larva voraz, capaz de aniquilar una hectárea de la noche a la mañana. Desde 2010 está daclarada la emergencia fitosanitaria.
Soluciones posibles
No todo está perdido, sin embargo. En el caso de la polilla de la vid, se la puede combatir con agroquímicos. Su costo es alto y, para más datos, implica que todas las zonas afectadas cumplan con el protocolo. Eso, sin hablar de los problemas que acarrea el uso masivo de pesticidas o los costos que conlleva.
Algunos técnicos, no obstante, desde los grupos Crea proponen emplear técnicas de confusión sexual. Consiste en colocar cebos con las feromonas sexuales de la polilla hembra en los viñedos, de forma que el macho al detectarlas siga su rastro y no encuentre a su compañera. Así, sin agroquímicos, se podría controlar y disminuir la presión de la plaga. En uso, esta técnica es costosa y requiera del apoyo del gobierno para ser masiva.
Para el caso de la xylella fastidiosa, la Texas A&M University parece haber encontrado una posible solución ambientalmente favorable. Según un estudio recientemente difundido, aislaron un virus capaz de acabar con la bacteria fastidiosa. Bacteriófago, podría acabar con la plaga de forma selectiva justo ahora que comienza su propagación planetaria. Por ahora está en etapa de investigación, pero se abre una luz de esperanza.
Entre tanto, una moraleja se desprende del movimiento de estas tres plagas: el creciente intercambio de material entre los continentes y los países acarrea riesgos sanitarios para las producciones regionales. Si fallaran los cebos o el virus bateriófago no cumpliera su misión, el vino del mundo volvería a correr serios riesgos de subsistencia. Y con él, los millones que lo trabajan en todo el globo.
Extra: el fantasma de la filoxera
Observada por primera vez en 1863 en Francia, y descripta con precisión 5 años más tarde, la filoxera es un pulgón que tiene muchas generaciones por temporada. Algunas sin alas y radiculares y otras aladas, que cubren grandes distancias empujadas por el viento. Por ello se propagó por el viñedo europeo en lapso de 10 años. La forma radicular se alimenta de la sabia al pinchar las raíces y, al cabo de tres años, termina con la planta. Sólo el uso de portainjertos de vid americana permite su control o bien el cultivo en suelos muy arenosos, donde no habita. Por lo demás, el mundo hoy convive con la filoxera.
Joaquín Hidalgo
Esta nota fue publicada por La Mañana de Neuquén el domingo 25 de octubre de 2015.