Lo que sucedió con la bonarda es fácil de explicar. Hace unos diez años, en pleno auge exportador del malbec la industria buscó una cepa para acompañar al exitoso del hijo prodigo de Cahors. La bonarda parecía ideal para la tarea: había muchas hectáreas para aprovechar, aseguraba buen rendimiento y encima sus vinos se acercaban al estilo del malbec.
En un primer momento la apuesta parecía ganadora y más de uno pronosticó que el malbec tenía sucesor. Sin embargo algo no salió como esperaban. De un momento al otro las diferencias entre una cepa y la otra se desvanecieron y ante eso el público prefirió al malbec.
Fue así que esta cepa, que había llegado a ser la más cultivada del país, comenzó a perder mercado. Luego, ante la aparición del cabernet franc, entre otros vinos novedosos, muchos la dejaron de lado o la destinaron a vinos simples y jóvenes. Un abandono que la bonarda supo capitalizar.
“La Bonarda no quiere que la elaboren cómo Malbec”, resume Sebastián Zuccardi, uno de los enólogos que encontró en la austeridad del varietal su verdadera esencia. Una nueva premisa que asumieron muchos otros winemakers. Cosechas tempranas, exploración de terruños, menos roble de primer uso, maceración carbónica y hasta fermentación de racimos enteros. Innovaciones que hoy permiten encontrar en el mercado diversidad de estilos todos los segmentos. Así a los clásicos y populares se suman otros más ligeros, sencillos y gastronómicos.
A fin de cuentas la bonarda demostró que sin maquillaje se pueden lograr grandes vinos.
Bonarditas para tener siempre a mano
En el segmento hasta los 100 pesos hay muchas etiquetas para aprovechar. Lo bueno entre estas es que el paso por barrica es fugaz o nulo y eso asegura ligereza en boca y aromas entre herbales y balsámicos. Entre las friendly al bolsillo, se destacan Vía Blanca (2014, $55), Argento (2014, $71), Tracia Honores (2012, $75) y Dante Robino (2013, $90). Todos vinos sutiles, sabrosos y versátiles, ideales para tener a mano y acompañar cualquier plato entresemana.
Clásicos adelgazados
Hasta hace unos años a la bonarda se la definía como la Mulatona de los tintos. Y era cierto. La mayoría de los disponibles en la góndola eran exuberantes como el amor eterno de Clemente, sin embargo muchos de estos hoy se acercan más al perfil de las novias de Isidoro y prometen siluetas más sutiles aún. Basta con probar etiquetas como Finca La Linda ($120, 2013), Álamos (2013, $135) o Durigutti Clásico (2012, $130), populares entre las más comerciales y exitosas, hoy con paladares aligerados y refrescantes.
Lo mismo que ocurre en íconos como Cadus Finca Las Tortugas (2010, $400), antes conocido como Nieto Senetiner Reserva, donde el roble ha dado lugar a la fruta y los aromas especiados del varietal mientras que en boca se aprecia suelto y redondo.
Bonardas para entender lo que viene
Entre las etiquetas que proponen una nueva faceta para el varietal se pueden aprovechar algunas que no exigen grandes desembolsos. Entre estos vinos semi desnudos esta Vía Revolucionaría Bonarda Pura (2013, $105), elaborado mediante maceración carbónica, lo que imprime un perfil súper fresco que llega a hacer cosquillas al paladar. Por otra parte están Colonia las Liebres (2013, $95), un bonarda que supo ser de los clásico hasta que se estilizo y hoy ofrece un perfil austero y vivaz.
Un vino bisagra en la historia actual de la bonarda es Cara Sur (2013, $170) producido con uvas de un antiguo parral de Calingasta (San Juan) y fermentado en huevos de hormigón. Así nace un estilo suave y frutal que recuerda a las guindas y cerezas sobre un fondo de hierbas aromáticas. En misma sintonía, pero desde la altura de Cafayate llega Colomé Lote Especial La Brava (2013, $180) con vigor intermedio pero una expresión balsámica nítida y seductora junto a un paladar sedoso y tenso.
Entre los exponentes más sofisticados sin dudas Emma (2013, $350) es el que mejor explica la actualidad del varietal. Si bien el corazón de este vino supo ser el Este mendocino hoy el 90% de las uva provienen de Altamira. Este cambio de origen explica su frescura extrema y textura polvorienta. Con apenas un contacto del 5% del vino con barricas usadas esta Bonarda curiosa es pura tensión y jugo.
Pero para entender todo este cambio estilístico aún queda un vino más por descubrir, Colonia Las Liebres Brut Nature (2013, $220), un espumoso champenoise de color salmón que realza el perfil frutal del varietal y saca provecho de la unión de los aromas de levadura y hierbas para lograr una personalidad novedosa que llega a hechizar en cada sorbo.
Alejandro Iglesias