Como pasa con muchas cosas, todo lo que resulta evidente puede ser un espejismo, un engaño en donde lo esencial se oculta más allá del consenso universal. Cuando eso sucede, la ciencia acude con su botiquín de ensayos y respuestas que, para el caso del vino, encierran algunas paradojas y curiosidades, como estas:
Duerme, pero despierta. Un reciente estudio publicado por la Universidad de Melbourne, Australia, viene a desmentir lo que todo el mundo daba por cierto: mientras que un par de copas ayudan a conciliar el sueño como el mejor lenitivo de venta libre, un leve exceso hace que, a mitad de la noche, lo que parecía un sueño profundo se transforme en uno superficial e intranquilo. O incluso en una noche de insomnio. Así lo aseguró el Dr. Chirsian Nicholas, que lideró el experimento sobre 24 estudiantes hombres y mujeres. En el paper, se lee “el alcohol ayuda a dormir la primera mitad de la noche, pero causa inquietud e insomnio en la segunda mitad, de modo que no se alcanza el descanso necesario”. Recomienda, asimismo, no beber por la noche más que una copa para las mujeres y dos para los hombres. En esa cantidad, asegura, no se produce alteración del sueño.
Engorda, pero adelgaza. Todos sabemos que el vino tiene calorías y que el alcohol hace crecer la panza. La experiencia así lo certifica. Sin embargo, en la Universidad de Purdue, Indiana, Estados Unidos, descubrieron más bien lo contrario: que el vino tinto evita que engordemos, gracias a un compuesto presente también en la uva. Se llama Piceatannol y, según lo publicado en Journal of Biological Chemistry en 2012, evita el proceso de fijación de grasas, es decir, que los preadipocitos –células sin grasas- se convierta en tejido adiposo. De modo que, con una ingesta moderada de vino, para que el milagroso Piceatannol esté presente en la sangre, no se echará panza. Pero cuidado: el tinto no reemplaza al ejercicio en la combustión de esa energía ingerida, sobre todo si hablamos de picada, asado y pan para todos los gustos, bien regado con tinto.
Ayuda a olvidar, pero previene el alzheimer. Todas las baladas del mundo, desde el tango al blues más lacrimógeno, ahogan en alcohol las penas y sumergen en el olvido del vino al alma dolida. Sin embargo, científicos de la Universidad de Reading, Reino Unido, no estarían de acuerdo si se tratase de champange. Ellos incluso remiendan beber burbujas para prevenir el Alzheimer. Según Jeremy Spencer, bioquímico, el ácido fenólico presente en uvas como Pinot Noir y Meunier, retrasaría el avance de enfermedades degenerativas. En su estudio, llevado a cabo con ratas de laboratorio, demostró que aquellos individuos que habían consumido espumoso tenían mejor nivel de recordación al atravesar laberintos hacia su alimento. No será la de un ratón, pero al menos ahora la memoria está garantizada con un par de burbujeantes copas a la semana. O de tinto, que también tiene el fenólico del recuerdo.
Mancha los dientes, pero previene la caries. Una sonrisa de vino no es precisamente una radiante: con los dientes y la lengua violeta, grises al cabo de las horas, el aspecto general no es lo que se dice saludable. Pero, para los científicos de la Universidad Autónoma de Madrid que publicaron un estudio en Journal of Agricultural and Food Chemistry, esa sonrisa sería el emblema de la salud dental. Según sus investigaciones, el vino es un efectivo defensor contra las caries. El alcohol, por un lado, sumado al efecto de antioxidantes y taninos, por otro, evitan que se formen colonias de bacterias sobre los dientes y que se produzcan caries. Otro de los efectos beneficiosos del vino para lucir en la sonrisa.
Suelta la lengua, pero la ralentiza. Cualquiera que haya tenido alguna vez una cita sabe que, una copa de vino relaja, dos estimulan y más tres nos ponen a funcionar en cámara lenta. Sucede que el efecto del alcohol, largamente estudiado por la ciencia, es deprimir las funciones del sistema nervioso. Por eso, la primera sensación es de desinhibición, ya que se debilitan los mecanismos represores del aparato psíquico. Sin embargo, lo que podría resultar un combustible emocional, cuando se consume en exceso pasa a ser una trampa. Y si al comienzo se habla con entusiasmo, al final hace falta un esfuerzo para mover una lengua que parece no encajar bien en la boca. Un ejemplo cabal, sin entrar en situaciones de sábana, donde la depresión del sistema nervioso es también metáfora pertinente para otras depresiones. Beber moderadamente siempre resultará clave.
Joaquín Hidalgo