Juanchi Baleiron

Del ritual de la banana al ritual del vino

Juanchi Baleiron, fundador de la mítica banda Los Pericos a mediados de los ochenta, en esta entrevista cuenta cómo fue que el rock y el reggae lo hicieron amar al vino.

Entrevistas vinomanas

Si fuiste niño o joven en los ochenta tenés claro quiénes son Los Pericos: la primera banda de reggae argentina que acuñó, entre otros temas que cantaste hasta quedarte sin voz, hits como El ritual de la banana (1987), Me late (1992) o Complicado y Aturdido (2002). Con más de 25 años de carrera, los muchachos que arrancaron a tocar en un garaje de zona norte devinieron músicos profesionales, con giras y trabajos como el de cualquiera, nada más que guitarra o teclado en mano. Y como nos sucede a muchos cuando crecemos, Juanchi Baleirón, fundador del clan, con los años desarrolló una profunda y constante pasión por el vino que llegó de la mano del rock. Pasión, que desde su cuenta en Twitter, @JuanchiBaleiron, comparte a diario con su 60 mil seguidores las etiquetas que bebe y los platos que come. Cocinero, trotamundos y hoy amigo de enólogos de primera línea, en esta entrevista Juanchi Baleiron nos cuenta cómo aprendió a amar al vino. Un historia muy diferente a la que pensábamos.
Es fácil imaginar que las giras son un ámbito ideal para descubrir grandes vinos, sentarse en los mejores restaurantes y gozar de la atención VIP. ¿Fue así que entraste a este mundo de grandes vinos?
-La verdad que no. Si bien las giras son una buena excusa para experimentar cosas nuevas mi pasión por la gastronomía nació hace varios años junto a mis amigos. Al principio nos reuníamos a comer rico y nos empezamos a copar con el tema. Lentamente nos fuimos profesionalizando, por decirlo de algún modo, hasta que fundamos el Paprika Picuan Club: una especie de cofradía masónica con escudo y hasta himno propio donde la excusa es reunirnos a pasarla bien en torno de la buena mesa. En cada reunión el anfitrión cocina para todos y cada uno colabora con buenas botellas
Con el vino hiciste un clic que te hizo pasar de bebedor a fanático. ¿Como sucedió?
-Con el Club Desarrolle el gusto por cocinar y comer bien y como no podía ser de otro modo descubrí los buenos vinos. Sin embargo, siempre cuento que fue con un vino en particular cuando todo cambió: Rutini Merlot del 95, que bebimos en 1997. Ese vino me hizo decir «epa, esto es un mundo nuevo, me doy cuenta que lo puedo apreciar y reconocer». Fue a partir de esa etiqueta que empecé a interesarme y a buscar cómo aprender de vinos.
¿Y cómo fue ese aprendizaje?
-Yo le debo mucho a Maco Lucioni, ex socio gastronómico de Narda Lepes, uno de los primeros sommeliers argentinos y amigo de la vida. Maco nos dio una especie de curso y eso nos ayudó a entender qué era lo que tanto nos gustaba. Nos hizo probar cosas nuevas y muy buenas. Pensá que era a fines de los ´90 y él con su visión personal del vino y su humor ácido, de ph bien bajo, me ayudó a desarrollar un criterio. Después, me encontré rodeado de gente vinculada al vino como Elvio Centurión, dueño de la Bodega Don Diego, quien había sido alumno mío de guitarra, hasta conocer y hacerme amigo de capos como Marcelo Pelleriti (enólogo de Monteviejo), Alejandro Vigil (enólogo de Catena Zapata) y Matías Michelini (enólogo de Passionate Wines) con quienes tengo una relación genial y hoy están marcando la cancha en nuestro país. También los libros ayudaron. Como la Guía Austral Spectator, cuya primera edición fue una verdadera Biblia para mi, así como los consejos de su autor, Diego Bigongiari, que también me ayudo mucho a conocer y aprender.
¿Encontrás paralelos entre la música y el vino?
-Claro. Veo mucho en común. Me gusta conocer qué inspira a los enólogos, por ejemplo, para hacer lo que hacen. Sobre todo con esta generación de enólogos que mencionamos recién, más rockeros. Por ejemplo, el año pasado estaba tocando en Gesell y de golpe veo una botella de vino en el medio del pogo: era Michelini con una botella de DEMENTE (que en ese momento era una novedad) que se acercaba al escenario, para dármela en vivo. Es ahí donde siento esa visión en común, creativa, sin prejuicios y flexible que tenemos también los músicos al buscar la perfección.
Por lo que contás, el rock te permitió vivir el vino. ¿Cuáles resultaron raros descubrimientos?
-Un montón. En mis viajes descubrí un vino del Líbano en Londres y tomé vinos en el Valle de Guadalupe, en México, donde están haciendo cosas muy curiosas, por ejemplo. Los viajes y las giras son momentos de mucha apertura. Pero si tengo que hacer un balance lo más groso que me pasó y que no deja de flashearme, es haber conocido a los grosos de la enología actual argentina. Eso es un premio.
Si tuvieses que elegir un momento inolvidable de tu vida gourmet, ¿cual seria?
-Sentarme con mi esposa en una cantina de la Toscana y pedir un Chianti Clásico con un sándwich de mortadela. Disfrutar esa atmósfera simple y exquisita. Esos son los momentos impagables del mundo del vino. Pero si bien los viajes te permiten vivir momentos profundos en casa con amigos también puede ser inolvidable. Para mi el vino se acompaña con buenas momentos. Donde sea.
En otro orden de cosas ¿cuál es tu variedad de uva favorita?
-El Cabernet Franc es la cepa que más alegrías me ha dado últimamente. Ni hablar si lo bebo in situ, al lado de la barrica con un Vigil directo de la manguerita de goma o si mete la copa en pleno tonel y te dice proba esto. El Sauvignon Blanc también me mata en todas sus variantes, desde Nueva Zelanda y  Chile al valle del Loire, me es fácil de beber y lo tomo como agua. Ojo, puede ser peligroso.
¿Qué vinos tenés pendientes?
-Me encantaría conocer a fondo la Borgoña, ahí encuentro cosas muy grosas, en realidad todo el este francés. Ródano, Champagne, Chatenauf du Pape y todos lo más prestigiosos de Francia. Es un viaje que me debo y sin dudas imagino que sería revelador. Un viaje a lo más profundo del nervio del vino. Italia también me gusta pero desde otro lado: si Francia es complejidad, de Italia me mata su sabrosa sencillez.
¿Qué grandes etiquetas recordás haber probado?
-Si tengo que hablarte de botellas grosas, un tesoro que tengo es un Barolo Fontanafredda 1961 (ícono del Piamonte italiano) que me regalaron. Era una vertical con varias añadas de la que ya tomamos un 1959. Fue revelador tomar algo tan añejo. Ahora solo queda descorchar el del 61. Otros fueron algunos premier cru classé (máxima clasificación para los vinos de Burdeos entre los que se encuentran algunos de los tintos más prestigiosos y caros del mundo), como un Chateau Latour 96 que tomamos con Vigil en la pirámide de Catena, recuerdo algún Chateau Haut Brion, un Chateau Lafite-Rothschild. Cosas que se comparan con un Hendrix en Woodstock, terribles, únicas y fuertes que superan todas tus expectativas.
Si esos grosos son Hendrix, ¿qué vino serían Los Pericos?
-Pericos somos un vino joven y fresco si lo ves desde el estilo musical. Yo me compararía con un Malbec de Luján de Cuyo. ¡Para la tribuna!
Hablamos de muchos protagonistas del vino ya. Para terminar, vamos a la cocina: ¿cómo conociste a Anthony Bourdain?
-Soy fanático de Bourdain gracias a un libro que me regalo Narda Lepes en 2002, A Cook´s Tour. Desde entonces flasheé con el tipo también mi esposa y Horacio Avendaño, saxofonista de Pericos que falleció hace un año. De hecho fuimos juntos al restaurante donde él había laburado en Nueva York, un bodegón muy cheto donde comimos genial. En 2007 una amiga en común con el productor de Bourdain le comentó de nosotros, que éramos una banda argentina y fanas del tipo, así que nos contactaron cuando armó su visita a Argentina. No lo podíamos creer. La productora local armó la movida en el país y nosotros los recibíamos en Buenos Aires. Como él ya había tenido un asado decidimos armarle una picada en nuestro estudio. Compramos productos copados y le explicamos de que se trataba cada uno, de donde era y qué significaba para nosotros la picada. Para beber pusimos un Torrontés, un Malbec, Fernet con Coca y Gancia batido que fue el hit del día para todo su equipo de colaboradores.
¿Un gancia con Bourdain? Debiera ser el título de un libro.
-Él se copó con la cerveza, igual. Se relajó a full y tuvimos un momento inolvidable en el estudio, comimos, tomamos y tocamos un par de temas. El tipo se fue fascinado.
Alejandro Iglesias

Autor

  • Alejandro Iglesias

    Es sommelier y un consumado buscador de tesoros. Capaz de degustar cientos de vinos y de recordar del primero al último con la precisión y la agudeza de un entomólogo, conoce como nadie esos rincones del mercado a los que todos quieren llegar. Por eso elige los vinos del Club Bonvivir. Por eso escribe en Vinómanos (plataforma que fundó en 2013) sobre sus hallazgos o bien en importantes medios nacionales como Clase Ejecutiva, o internacionales como Decanter.

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