Una casa, 18 participantes y un premio millonario. El reto: convivir con desconocidos, sobrevivir en el intento y ganarse el cariño del público, que en última (y principal) instancia, es el que decide la suerte de cada uno de ellos con su voto. Pero ¿qué comen y toman en Gran Hermano? Vamos por partes.

Primero hay que saber que Gran Hermano tiene distintas aristas para ser analizadas y una de ellas es ver cómo cada jugador deja de lado (o no) costumbres, mañas y hábitos, además de seres queridos de los que tiene que despedirse para mantenerse en completo aislamiento hasta el final de la competencia.

Y en ese resignar para subsistir y encajar en esa pequeña sociedad que se crea fronteras adentro de un set de televisión, se encuentra entre muchas cosas, la comida.

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Romina, la dueña de la cocina de Gran Hermano 2022. Gentileza TELEFE.

Qué comen y toman en Gran Hermano

La comida es un punto neurálgico en el corazón del reality, que, en esta ocasión, tomó más protagonismo que en otras ediciones del mismo formato, porque quedó de manifiesto que quien maneja la cocina tiene el poder. Entonces, ¿qué comen y toman en Gran Hermano y qué relación tienen los participantes con la comida y la bebida?

La lista del super

Si bien dentro de la casa, emplazada en los estudios que Telefe tiene en la localidad bonaerense de Martínez, hay un supermercado para que los “hermanitos” puedan hacer las compras, el presupuesto se dirime cada semana en un desafío distinto.

Suelen ser actividades en equipo que deben superar para conseguir el saldo máximo y poder “comprar” todos los productos necesarios para tener un menú variado.

Carne vacuna y pollo son las máximas vedettes cuando el presupuesto es flexible. Huevos y atún puede ser un buen plan B. Y que nunca falten los productos para el desayuno: café y yerba arriba en el ranking; mermeladas, dulce de leche y manteca son altamente demandados y, por supuesto, panificados y postrecitos, yogurt y helado.

Como extra y para darse un gusto, someten a votación algunos productos para sumar a la compra, como chocolates y cigarrillos, pero solo en época de abundancia.

En caso de no superar la prueba, llegan los problemas y se avecina una semana de discusiones y peleas, porque se sabe: la falta de nutrientes pone hasta al más optimista de mal humor.

En ese caso, los participantes disponen solo del presupuesto mínimo -entre el 30 y el 50% del total- por lo que las compras deben ajustarse a lo más elemental, limitándose a los alimentos básicos.

A eso se suma que cuando ingresan al mercado los atormenta una cuenta regresiva que aporta nerviosismo y abatata a muchos a la hora de recorrer las góndolas.

Es así como hace unas semanas, por ejemplo, tuvieron que arreglarse siete días sin leche, azúcar, harina y sal para preparar sus comidas. Y ahí es cuando surgen las dificultades para ver qué comen y toman en Gran Hermano durante esa semana.

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Alfa, otro de los cocineros de la casa, hace pan todas las mañanas, cuando tiene los ingredientes. Gentileza TELEFE.

No morder la mano que da de comer

Y así como puede llegar a suceder en muchas casas, siempre aparece quien tome el mando de la situación y con poco, haga mucho. En el caso de Gran Hermano, es Romina, la participante que comanda la cocina y quien comienza a probar matcheos extraños pero que, ante la necesidad, se convierten en manjares.

Salchichas encamisadas (envueltas en masa, tipo empanadas) con guarnición de fideos o sándwiches de hamburguesas con arroz (tristemente, de las papas fritas ni noticias), cenas low cost y las combinaciones más insólitas forman parte de sus menús.

Eso sí, que no falte la harina porque con eso se pueden elaborar pizzas, la opción más repetida de casi todas las noches. Lo bueno: de la mano del trigo vienen los panes caseros de Alfa, otro de los participantes, quien cada mañana amasa para toda la casa.

Pero la comida no son solo esos alimentos que ingerimos. En esta edición la cocina pasó a tener un lugar preponderante. En los dos meses que los participantes llevan dentro de la casa, ya se vivieron peleas y discusiones de todo tipo en torno al tema: desde conflictos por la ración diaria de ciertos productos hasta condenas a quienes hicieron mal las compras en el mercado.

También llegaron a esconder comida en valijas y mesas de luz. Pero, sobre todo, desde las hornallas se toman decisiones, se hacen complots para dejar a un compañero en la placa de nominación y se logra inmunidad porque ¿quién en su sano juicio votaría para que abandone la casa la persona que le da de comer?

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Coti, teje y teje estrategias y jamás cocina nada. Gentileza TELEFE.

Beber con moderación

La máxima del consumo responsable de alcohol se cumple en la casa a rajatabla… y por obligación. La reclusión voluntaria trae incorporada la certeza de que los viernes allí hay fiestas. Y en cada una de esas noches locas, una lata: UNA lata de cerveza para cada integrante de GH porque eso es lo que la producción autoriza.

Por supuesto que ese nivel de consumo genera reclamos. Hubo quienes, incluso, urdieron la posibilidad de hacer una sentada por más alcohol fraternal. No prosperó.

Lo que sí corre sin restricciones entre los “hermanitos” es el jugo. A diario preparan y toman jarras y jarras de jugo, a partir del agua de un dispenser que está siempre a disposición. Sin embargo, la abundancia de esta bebida tampoco evitó los tironeos porque surgieron peleas acerca del acopio de sobrecitos.

Coty, por ejemplo, fue vista escondiendo sobres de jugo en la riñonera donde cada participante guarda el micrófono.

La novedad más reciente en materia gastronómica en la casa fue el ingreso la semana pasada de Ariel Ansaldo, de 45 años y oriundo de Berazategui. En plena pandemia, este licenciado en Comunicación Social montó una parrilla en la que asó carne y achuras hasta días antes de colgarse la etiqueta de “hermanito”. Habrá que ver si se pone el delantal.

Con comidas un poco más elaboradas o improvisaciones dignas de un campamento juvenil, saboreando la única cerveza semanal o exigiéndole horas extras al dispenser, cada integrante de Gran Hermano disfruta de sus instantes de fama y resiste dentro de la casa con la sensación siempre renovada de que podría ser el próximo en pagar los platos rotos.