Conocer es comparar. Es innato al razonamiento. Para saber si algo es rico hay que probar algo feo. Para saber si una persona es alta hay que compararla con otras más bajas y viceversa. Y para conocer una textura rugosa versus una aterciopelada, hay que haber pasado la mano por ambas superficies y sacar conclusiones. Con el vino pasa lo mismo.
Lo que sucede muchas veces es que esa comparación, esa falsa cata de vino, se hace a destiempo. ¿A quién se le ocurre abrir dos o tres botellas en el mismo momento para saber cuál vino es más frutado, cuál más púrpura y cuál más áspero?
Ese es el quid de la cuestión. El bebedor promedio abre una botella, la termina y luego va por otra si es que amerita la comida o la reunión, y si tiene. Y así siempre se contrasta la realidad con un recuerdo, lo que hace más difícil todo el juego.
Pero hay una solución simple a este asunto. Si en una comida de amigos, digamos tres parejas, uno sabe que se beberán al menos dos o tres botellas de vino, ¿por qué no abrirlas todas juntas?
Puede haber cierto puritanismo respecto al derroche que supone, al guiño con la gula o la glotonería que tiene este acto, pero digamos que es con un fin meramente pedagógico: se abren todas las botellas al mismo tiempo porque hay que comparar para saber.
Si además cada uno de los bebedores cuenta con más de una copa –es importante que sean todas del mismo tipo– el camino hacia la comparación está allanado. De no tener tantas, siempre se puede servir un vino por cada copa de cada bebedor y compararlas, y aunque es un poco más engorroso es igual de útil.
Ahora bien, comparar en materia de vinos requiere cierta premeditación para que rinda sus frutos. Por eso, en la próxima reunión te conviene organizar el vino con alguno de estos criterios para sacarle más provecho. Acá te contamos cómo hacer una cata de vino en casa.
Cómo hacer una cata de vino en casa
Comparar variedades
Es la primera de las más interesantes comparaciones. Lo ideal es partir de los grandes contrastes de intensidad y cuerpo. Por ejemplo, servir Pinot Noir, Malbec y Cabernet Sauvignon. O bien Torrontés, Chardonnay y Sauvignon Blanc. Serán dos experiencias bien diferentes. Acá lo más importante es el trazo grueso y elegir donde está el corazón de cada uno.
Entre los tintos, la estructura será muy diferente entre Pinot Noir y el resto, aunque los tres serán mayormente frutados. Con los blancos los tres tendrán complexiones distintas y sabores diversos: uno será floral, otro recordará a manzana o peras y el tercero será cítrico y herbal. Ya se está en modo descubrimiento.
Madera sí o no
A la hora de pensar cómo hacer una cata de vino en casa, un siguiente ejercicio para hacer es juntar tres vinos de un mismo varietal, región y año, por ejemplo, Malbec de Valle de Uco o Patagonia, pero uno sin crianza, otro con un poco –unos seis a ocho meses de barrica– y un tercero que ojalá supere el año de crianza en barriles.
En este tasting lo importante es entender cómo modifica el roble el aroma y el cuerpo del vino. Se irá desde la fruta fresca y roja hacia los matices de cedro y vainilla de las maderas. También debería haber una transformación desde una textura ligeramente rugosa a una aterciopelada.
Mismo vino, diferentes años
Esta es una experiencia maravillosa pero difícil de hacer en una cata de vino. Consiste en beber un mismo vino –misma marca, región, variedad y productor– y contrastar al menos dos añadas. Este es un momento ideal de la góndola: aún conviven algunos 2020 con algunos 2021 y, como son dos añadas prácticamente opuestas, es una experiencia deliciosa.
En tintos, la 2020 será madura, con sabor a mermeladas y cierta opulencia de paladar; la otra, pura fruta fresca con carácter herbal, más bien jugosa y refrescante. El dato es que la 2020 fue una añada caliente y la 2021 una de moderada a fría para Mendoza, por ejemplo.
Enfrentar regiones
Para un mismo año y una misma variedad, comparar regiones es un plan luminoso. En general no serán vinos de un mismo productor, porque difícilmente trabaje en más de una región, pero enfrentar un Malbec de Cafayate, con uno de Luján de Cuyo, Patagonia o Valle de Uco, es una experiencia enriquecedora.
El dato es que debieran pertenecer a un mismo nivel de precio o estilo, e idealmente tener el mismo tiempo de crianza o carecer de ella.
Así, y siguiendo el ejemplo, el viaje irá desde un tinto especiado y corpulento, a uno frutado con cuerpo medio y cierta frescura, a otro con perfil frutado y floral y a un cuarto de boca de frescura jugosa.
Desde ya que son descripciones genéricas, pero comparando entre esos vinos se obtienen dos cosas importantes. Una, la confianza en que uno puede darse cuenta de que el vino es algo accesible a todos los paladares. La segunda es que compartiendo las experiencias con otras personas se obtiene mucha buena información. Eso sin considerar, claro, que además se la pasa mejor.