La oferta de tintos en el país se diversifica. Si hace una década la góndola estaba dominada por vinos de cuerpo y estructura firme, con aromas de frutas maduras y maderas, ahora hay una avanzada de tintos cada vez más ligeros, refrescantes y con estilos delicados o tánicos que dan de beber y de qué hablar.
En principio, lo que cambia son las variedades con las que están elaborados. Es como si un nuevo mapa varietal emergiera para traer sabores de otras latitudes y otras referencias gustativas: hasta ahora el parque varietal de la oferta estaba dominado por las uvas bordelesas, de Cabernet Sauvignon a Merlot y Malbec; pero ahora son las uvas de otras regiones las que comienzan a abrir el paladar.
Un bebedor atento tiene que prestarles atención. Así como el Pinot Noir, oriundo de la Borgoña, supone una apertura franca hacia tintos ligeros y de fruta, uvas como Trousseau, Criolla Chica y Cordisco, por mencionar tres, marcan un nuevo rumbo con brújula diferente. Probarlas es asomarse también a otras geografías estilísticas dentro de Argentina.
Es que en el país hay plantadas unas 167 variedades de uva, 28 de ellas con más de 1000 hectáreas y 7 con más de 10 mil. De esto se deduce que al menos hay 129 variedades de uva –no todas aptas para vino– que se pueden explorar para encontrar sabores diferentes. Muy de a poco, es un camino que se está recorriendo.
Vinos tintos ligeros, vamos por partes
Trousseau, el Bastardo
Oriunda del este de Francia, esta variedad antigua vive un cierto reverdecer en el mundo de los bebedores que buscan nuevas emociones.
Se la alude con varios nombres: Trousseau –significa “dote”– es como la conocen los franceses, pero también se llama Bastardo en España y Merenzao en Portugal.
En el país está plantada en Río Negro, donde aún resisten 33 hectáreas de viejas viñas entreveradas con otros cultivos, o bien en viñedos completos y escasos.
En el mercado hay un puñado de ejemplares de esta variedad que ofrece tintos sutiles de color, perfume frutado y paladar ligero no exento de taninos. Entre los atractivos están Aniello Viña Única 1932 Trousseau 2018, Miras Jovem Trousseau 2021 y Riccitelli Old Vines Bastardo 2020.
Criolla Chica, gran futuro
En América se la conoce como Criolla Chica, gracias a su grano pequeño y negro, mientras que en Estados Unidos la llaman Mission y en Chile, uva País.
Lo cierto es que se trata de una variedad de uva oriunda de las Islas Canarias, España, donde es conocida como Listán Prieto y ya casi no se cultiva. Elaborada como tinto, da un vino de perfume frutal y boca ligera, con cierto carácter recio, taninos rugosos y buen sabor frutal.
Mezclada con otras uvas en América, por polinizaciones entre ellas y reproducción por semilla, la Listán Prieto es padre biológico –junto con Moscatel de Alejandría– de otra uvas, como el Torrontés y la Pedro Giménez.
En todo caso, en la Argentina hay unas 360 hectáreas plantadas mayormente en viejos parrales de Mendoza y San Juan.
Redescubierta recientemente como variedad enológica, ofrece algunos vinos de sed, donde la frescura y el cuerpo ligero hacen a su principal gracia.
Particularmente atractivos son Cara Sur Criolla Chica 2020, Valle Arriba Criolla Chica 2019 y El Esteco Old Vines Criolla Chica 2019. O el más funky: Kung Fu Criolla Chica 2021, sin sulfitos añadidos.
Cordisco y las italianas
Las uvas italianas son menos conocidas en el mundo respecto de las francesas, que hoy son realmente cosmopolitas. Con contadas excepciones, ofrecen vinos ligeros de cuerpo, elevada frescura y cierto carácter tánico.
Así es la Montepulciano que, para evitar confusiones con la región homónima, en el mundo y en Argentina se la llama Cordisco.
En el país hay 81 hectáreas de esta variedad, 73 de ellas en San Juan. En los últimos años empezaron a verse tímidamente algunos ejemplares en el mercado.
El más famoso por ser también el primero es Proyecto Las Compuertas Durigutti Cordisco 2020, un tinto de cuerpo ligero y con taninos finos y reactivos; o bien La Liga de Los Enólogos “El que ríe último ríe mejor” 2020, que lo lleva en el corte.
No son las únicas variedades italianas en ascenso. También hay algo de Teroldego, Sangiovese y Aglianico en tintos, aunque se corren del paladar ligero para entrar en los vinos de cuerpo.
La excepción es la Nebbiolo, de la que hay un puñadito de ejemplares que comienzan a explorar la vertiente piamontesa. A modo de yapa, va uno de los más ricos: La Dama Del Abrigo Rojo Nebbiolo 2018.