En Bodega La Celia las mujeres siempre fueron fuertes. Cuando en 1882 Eugenio Bustos se instaló al sur del río Tunuyán para dedicarse a la cría del ganado, sentó las bases del poderío femenino.
Tras recibir plantas de Malbec oriundas de Francia a cambio de su mejor caballo, Bustos empezó en 1890 la construcción de la bodega que llamó La Celia, en honor a su hija. Fue pionero ya que esos ejemplares fueron los primeros de la cepa en el Valle de Uco.
Celia Bustos heredó la propiedad y con un gran espíritu emprendedor trabajó las tierras hasta convertirlas en viñedos de calidad mundial.
Ahora, las riendas de la bodega son llevadas por otra mujer. Andrea Ferreyra, primera enóloga de la marca, cuenta en esta entrevista con Vinómanos cómo fue su recorrido personal en el establecimiento, qué desafíos encara y qué proyección tienen los vinos de La Celia en mercados locales e internacionales.
Andrea Ferreyra, palabra de enóloga
¿Cómo te convertiste en la principal enóloga de La Celia?
En 2006 llego a La Celia después de trabajar en Cavas de Wienert junto a Huber Weber un par de años. Entré como segunda enóloga de Cristian García, con la misión de desarrollar la primera línea de vinos de alta gama de La Celia. Pero al poco tiempo, me tocó encargarme de una bodega enorme con un estilo de vinos muy diferente al que venía elaborando. Por ejemplo, no tenía casi experiencia en vinos blancos.
Sin embargo, me dieron la confianza necesaria y comencé a crecer dentro de la bodega. Cada vez me daban más responsabilidades hasta que en 2012 asumí como primera enóloga, un cargo que implicaba mucho más que hacer vinos. Esto me llevó a capacitarme para gestionar nuevos proyectos, la finca, las vinificaciones y asumir el manejo de los recursos de la bodega. Tuve que desarrollar la capacidad de liderar los equipos de trabajo, cosa que logré gracias a la calidad humana de quienes trabajan en La Celia, desde los directores hasta los operarios.
Después llegó el momento de salir al mundo a contar qué eran La Celia y sus vinos, y representar a Mendoza y al país.
Hasta acá tus últimos quince años de carrera, pero ¿cómo fue tu acercamiento al mundo del vino?
En Mendoza todos de algún modo estamos vinculados al vino. En mi caso, es una relación que comencé de muy pequeña en una finca que mi abuela tenía en Tunuyán, Valle de Uco. Allí pasábamos vacaciones y cuanto tiempo libre tenía la familia. Me crié en ese entorno natural que sin dudas me marcó. Así que cuando me tocó decidir qué estudiar, me propuse ser Técnica Agraria.
Como me gustaban los números y las ciencias exactas comencé en Agronomía hasta que me cambié a Enología, y más tarde hice posgrados en donde aprendí el Negocio del Vino. Era una época muy especial porque la industria vitivinícola estaba en plena revolución, y como Mendoza tenía la única universidad de Enología de Latinoamérica compartías curso con gente de todas partes y el nivel académico era genial.
Sin dudas sos una mujer con un fuerte liderazgo en la bodega. ¿Costó ganar ese lugar?
Debo decirte que no. Obvio que implicó un gran esfuerzo desde que comencé los estudios hasta hoy, pero me crié en una familia con mujeres que trabajaban fuera de casa, así que para mí era natural salir a ganarme un lugar en la actividad que me apasionaba.
Por suerte, siempre tuve el apoyo de mi familia, de mi esposo y también de mi hija. Nuestro trabajo demanda muchas horas al día y en tiempo de vendimia, ni hablar.
Y en cuanto al ambiente profesional me siento una afortunada a la que le dieron una oportunidad enorme.

¿Estás cómoda al frente de La Celia?
Súper cómoda, es mi lugar en el mundo. Trabajar para Viña San Pedro –grupo chileno propietario de La Celia– es un placer. Con disciplina y objetivos, organizados y con absoluta libertad. Esto nos permitió ser exitosos en los mercados más exigentes.
Desde tu llegada, la bodega amplió su porfolio y apuesta cada vez más fuerte a la alta gama. ¿Cómo fue este proceso?
Cuando Viña San Pedro adquiere La Celia, a inicios del 2000, el objetivo era elaborar vinos de buena calidad para mercados clave como Estados Unidos y Europa. En ese momento, cuando Argentina aun no era muy conocida como productor de vinos de calidad, la necesidad era ser competitivos desde el precio y esto se logró con facilidad. Pero con el tiempo comprobamos que no estábamos en una zona para hacer vinos entry level.
Estamos en San Carlos, donde tenemos 600 hectáreas que se distribuyen entre Eugenio Bustos, La Consulta y Paraje Altamira, tres de los terruños muy exclusivos del Valle de Uco.
Entonces, a partir de 2012 comenzamos a depurar el porfolio y trabajar en líneas de alta gama. Estudiamos en profundidad cada parcela con Alberto Antonini y Pedro Parra como consultores, y descubrimos que tenemos una mina de oro.
Gradualmente presentamos nuevas líneas, todas bajo la marca La Celia. Llegaron los vinos jóvenes, más tarde los La Celia Reserva, La Celia Elite y La Celia Heritage. De este modo logramos continuar de manera exitosa en el exterior y nos fuimos dando a conocer en Argentina como nosotros queríamos. Hoy en el mercado interno el consumidor tiene claro qué es La Celia y que sus vinos no lo van a defraudar.
¿Cómo es eso que lograron convencer al consumidor local?
Trabajamos mucho en la identidad de las etiquetas y en que trasmitan un mensaje a la altura de la calidad de nuestros vinos. Apostamos a una estética elegante y sobria que cuenta nuestra historia, por ejemplo, con los caballos. El consumidor no tiene mucho tiempo para elegir, así que hay que ser preciso en el mensaje y llamar su atención.
El actual ícono de la bodega, La Celia Heritage Malbec, es una de tus primeras creaciones. ¿Cómo nació?
Cuando llegué a la bodega mi primera tarea era hacer foco en vinos de alta gama, así que empecé con cosechas diferenciadas y microvinificaciones. Necesitábamos conocer mejor qué podíamos elaborar. Para aquel momento era muy jugado todo lo que hacíamos, no se apostaba tanto por la investigación como hoy. Hasta los errores sirvieron de aprendizaje. Y en 2006 elaboramos el primer Heritage a partir de una selección de las mejores parcelas de Malbec.
Se trata de un vino intenso con una crianza de 18 meses en roble y con los años fue cambiando el estilo de acuerdo con lo que íbamos aprendiendo.
En 2013 comenzamos a ver la bodega de otro modo a partir de la implementación de viticultura de precisión y la incorporación de Pedro Parra. Con esto logramos un mejor manejo de los viñedos y los resultados en los vinos fueron geniales. Heritage en cada una de sus cosechas es la mejor manera de entender la evolución de La Celia.
¿Hoy en qué estás enfocada?
Siempre en lograr los mejores vinos posibles de nuestra bodega, cada vez con más precisión. Hoy sabemos cuáles son las mejores parcelas para cada varietal y estamos trabajando en las expresiones más puras y elegantes.
También dedico tiempo a hacer lo que no sé, a descubrir cosas nuevas. Por ejemplo, elaborar un gran Pinot Noir me inspira, consolidarnos como productores de vinos blancos es otra de mis aspiraciones y mi gran desafío es el Cabernet Sauvignon, porque tenemos todo para lucirnos con él.