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Parece que para beber hay que haber leído primero una enciclopedia, haber hundido la nariz en un laboratorio de aromas y haber exprimido las experiencias vitales del reino animal y vegetal. Pero, a ver: la verdad es más bien otra.
Una cosa es querer saber de vinos y otra muy distinta beberlo. Pero hay que entrarle al asunto con una advertencia previa: si te pica el bicho del vino, si por esas cosas de la curiosidad sana se despierta en uno la pasión del vino, hay que estar dispuesto a dejarse llevar. Ese es el único verdadero riesgo, aunque también puede haber zozobra financiera. Pero no nos apresuremos.
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Lo primero y más importante es la buena sed. Así es que a continuación van los vinos que abren las puertas de la percepción, al menos en materia de copas.
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Lo primero
Vamos a dividir la góndola en tres estilos de vinos. Hay un primer paso que son los vinos dulces. En general son blancos o rosados que tienen azúcar y que a los paladares formados en las gaseosas y los jugos, a los bebedores que vienen el shock de sacarosa, les dan una cordial bienvenida. Lo importante es el dulzor y no el alcohol ni otras sensaciones. Buenos ejemplos son Santa Julia Chenin Dulce Natural y el espumoso Deseado.
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Hay un segundo nivel en la góndola, que es bien sencillo de identificar. Son los vinos blancos. Si te gustan las frutas ácidas como la manzana, si disfrutás del maracuyá o sencillamente no te atrae nada que sea áspero o fuerte, en los blancos está la llave de la felicidad. Un buen ejercicio es entrar por los Chardonnay –así se llama la uva– que da vinos de cuerpo y frescura. Si tienen roble, mejor aún. Así son Salentein Reserve Chardonnay 2019 y Domaine Bousquet Reserve 2019.
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El tercer grupo son los tintos. Es un universo grande. Pero para tener claro este primer paso es importante partir de los que son mullidos, con bocas suaves y perfumes de frutas rojas. Armonía es la palabra que buscamos. Y el Malbec la ofrece, en particular cuando viene de Las Compuertas en Luján de Cuyo (aunque aplica a la mayoría de los Malbec de Luján), de La Consulta en Valle de Uco. Esos lugares dan vinos así y vienen mencionados en la etiqueta. Sí, parecen precisiones algo estrambóticas para alguien que jamás acercó la nariz a una copa, pero creenos que es la mejor manera. En vinos como La Celia Pioneer Malbec 2018, La Linda Old Vines 2018 y La Posta Paulucci 2019 encontrarás calor de hogar, la seguridad de despertar con aroma de pan tostado y el cobijo de una manta en pleno invierno.
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Lo segundo
Una vez que diste el primer paso (fueron todos vinos razonables en precio, anotá ese dato), hay que dar el siguiente: cambiar de estilo. Si te gustaron los dulces, pasá a los blancos secos (es decir, retomá el segundo nivel del paso anterior).
Ahora, si te entusiasmaron los Chardonnay con roble, pasá al tercer paso anterior o bien avanzá al Sauvignon Blanc seco, herbal y de frescura elevada. Será como tirarte en un prado una mañana fría. La idea es que compruebes que en este camino hay mucho terreno por recorrer, con vinos como Wapisa 2019, Las Perdices 2019 y Zorzal Eggo de Cal 2019.
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Y si te conmovió el Malbec amable, sacudí tu paladar con algo más eléctrico o rockero. Cambiá de región. Lo ideal es pasarte a una zona fuera del confort, como ofrecen los tintos de altura, sean de Salta o del Valle de Uco. En este último caso, el Cabernet Franc es el engranaje maestro: te recordará al morrón asado, a la menta y aportará un paladar tipo chupín, apretado y a la vez de calce, como Fabre Montmayou 2017 y Desquiciado 2018. De Salta, Amalaya Gran Corte 2018 o El Esteco Cabernet Sauvignon 2018.
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Y finalmente
Llegado a este punto, pueden pasar dos cosas: que el vino te hay picado con el bicho de la pasión o que aún te falte, como a esos refutadores de leyendas, la prueba de una magia que no termina de sacar al conejo por el cuello de la botella. Bien, este es el momento de descubrir el juego de los precios. Como en Matrix, hay que elegir la píldora roja o la azul. Una te deja como estás; la otra te transporta a la verdad de la matriz.
Para ello, conviene comprar un par de vinos bien accesibles, como Chamuyo Malbec 2019 y Finca Magnolia Cabernet Sauvignon 2019 y compararlos con otros más costosos. Si sacás la conclusión de que el precio es la única llave al sabor, estarás dentro del mundo seguro.
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Pero si te das cuenta de que el chiste no es beber caro sino encontrar las ricas botellas al alcance del bolsillo, una suerte de fiebre, una ansiedad se apoderará de vos. Querrás tener el dato, saber dónde se consigue, cuál es ese vino, por qué. Sólo esperamos que esa epifanía te llegue junto con un aumento o con el bono de fin de año. Y si te descubrís leyendo a diario Vinómanos para saber más y más de vinos, date felizmente por perdido.
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