
La Pinta de la Paz es un nombre verdaderamente fantástico para esta cerveza inusual. Un nombre nacido del más puro riñón del marketing, pero qué importa. Tiene una referencia elíptica aunque accesible a esa rivalidad ilusoria que siempre pareció haber entre las cervezas artesanales y las industriales.
Para saldar esa grieta nominal, Quilmes se acercó a (la artesanal) Mesta Nostra con la propuesta de hacer una cerveza en conjunto. Una forma inteligente de retomar la colaboración, costumbre tan afín a los cerveceros artesanales. Los chicos de Mesta habrán evaluado entre soportar las cargadas y los memes de sus colegas, o subirse a una campaña que claramente les iba a dar una importante visibilidad. Y de paso encender algunos celos.
¿Por qué Quilmes eligió a Mesta Nostra? Porque fueron los últimos ganadores de la Copa Argentina de Cervezas. Y porque dijeron que sí.
Entonces comenzó la parte del proyecto La Pinta de la Paz que se aleja del marketing. Había que hacer una cerveza y quieras que no, para ambos lados, había mucho en juego. De forma que la reunión cumbre ilustrada por la serie publicitaria se di efectivamente, entre Luis Dimotta, Maestro Cervecero de Quilmes, y Yuri Werefkin, Maestro Cervecero de Mesta Nostra.
Ahí, a puertas cerradas entre los hombres de perfil técnico, se tomó una decisión de cierto riesgo: sería una cerveza elaborada con levaduras ale, típicas entre las artesanales, y levaduras lager, características de la producción industrial.
En el evento de presentación de ayer, aproveché para hablar con Luis Dimotta que ahora además de maestro cervecero es una celebridad. Me aclaró algunas cosas. “Ojo que la levadura lager es nueva en la milenaria historia de la cerveza. Se descubrió en 1850, por ahí. Hasta ese momento era todo ale. La lager ganó mercado muy rápidamente por su tomabilidad”.
Minimizada la incompatibilidad entre una y otra levadura, es cierto que trabajan a temperaturas distintas. “Buscamos algo intermedio, que nos diera algo del potencial de ambas”, dice Dimotta. El resultado es una cerveza con cuerpo, bastante redonda, tirando a maltosa, con crema consistente y aroma frutal y tonos de lúpulo mapuche, cítrico y cedrón. Al dúo creador se lo ve sinceramente satisfecho y orgulloso.
Así, el primer barril de La Pinta de la Paz se pinchó ayer en el Parque Cervecero de Quilmes, donde está disponible a partir de hoy. También la podés tomar en Los Clásicos (bares de Quilmes) en Capital Federal y próximamente en los puntos de venta de Mesta Nostra. Se distribuye como una artesanal: sin pasteurizar. Y se produjo también como una artesanal: 600 litros en una primera cocinada y se están haciendo otros 1000.
Aproveché para preguntarle a Dimotta, un tipo muy accesible, cómo le cambió la vida la fama asociada al hecho de ser la cara visible de una marca como Quilmes. “Ha cambiado. La primera vez que me propusieron para hacer un corto fue en 2010. Después fueron las Charlas de Maestros. Pero lo que generó impacto fue la última tanda de Hecha con Cariño, que salió en canales abiertos. Mucha gente me reconoce “vos sos el de la propaganda”.
La exposición tuvo un impacto en los hijos de Dimotta. “Si, a ellos los cargan. Y después está la responsabilidad claro. Lo cierto es que soy conocido por lo que generó la cerveza artesanal en este mercado. Ahora la gente pide estilos de cerveza, de amargor, de color. Ese cambio nos hizo abrir la cabeza a los cerveceros y a la compañía”.