Todos saben que los franceses hacen buenos vinos. Desde los etéreos borgoñas a los profundos burdeos, sean tintos o blancos, resultan determinantes en la cultura global del vino, tanto por su influencia estilística, su definición de estereotipos como variedad de sabores. Y Argentina no escapa a su influencia, claro.
Para nuestra bebida nacional el patrimonio francés resulta determinante. Pensemos en sus inicios, allá por 1852, cuando Michel Aimé Pouget introdujo el Malbec, entre otras variedades, junto a las practicas agronómicas que cambiarían el rumbo de la viticultura local. Y un poco más tarde, con la llegada de la inmigración, los franceses contribuirían con su saber hacer para fundar las bases del vino argentino.
Algunos de esos inmigrantes fueron solitarios que vinieron en busca de aventura y gloria, otros, empresas que confiaron en expandir sus horizontes fuera de Europa. Entre estos últimos, por ejemplo, destaca Möet&Chandon, que en la década de 1950 inició su proyecto argentino que sería la primera filial de la compañía. Pero no fue sino hasta la década de 1990, globalización mediante, cuando llegaría el auge de inversiones francesas directas en el negocio del vino, consolidando una nueva etapa de fuerte influencia.
Pieza decisiva en ese proceso fue el arribo Michel Rolland, el enólogo francés más famoso, quién empezó a elaborar vinos como asesor de Bodega Etchart. Fue el quien difundió a la Argentina entre inversores y colegas en el viejo continente. Así algunos empresarios galos se volcarían al vino argentino, como sucedió con el Clos de los Siete, Domaine Bousquet o Alta Vista.
Y mientras en el mundo se celebra la cultura francesa post revolución, en Vinómanos nos subimos al carro y recomendamos, de paso, aquellos vinos de tradición francesa. Son:
Arnaldo B Gran Reserva. A nuestro juicio, el primer vino salteño de alta gama. Ideado por Michel Rolland a fines de la década de 1980, es el resultado de la visión de Arnaldo Etchart, quien buscó los conocimiento del winemaker francés para aggiornar los vinos de la bodega familiar. Sin saberlo Etchart daría inicio a un idilio entre el enólogo y nuestro país, vigente hoy incluso, como este vino que ya se convirtió en clásico. A diferencia de las versiones originales hoy el corte suma una dosis de Tannat al tradicional Malbec/Cabernet, aunque conserva su expresión compleja y elegante que lo caracteriza desde 1989.
Baron B Cuveé Millesimee Brut Nature. A mediados del siglo XX la champañera Möet&Chandon decidió buscar en el Nuevo Mundo un lugar donde establecer su primera filial. Luego de evaluar varias opciones la decisión final fue Mendoza. El artífice del proyecto sería el Baron Bertrand de Ladoucette a quien la casa matriz homenajearía con su etiqueta más sofisticada, Baron B. Si bien durante años existió una única versión de este espumoso Extra Brut, hoy línea cuenta además con un Rosé y un Brut Nature, solo elaborados en buenas cosechas, lo que explica el nombre de Millesimee. Producto de la segunda fermentación en botella de un cuveé Chardonnay y Pinot Noir, este Brut Nature 2010 resulta complejo y refinado, con verdadero acento francés
Alta Vista Premium Estate Malbec. La familia D’Aulan, con años de trayectoria en Burdeos, Francia, y Tokaj, Hungría, llegó a Mendoza en los ‘90 para dar vida a bodega Alta Vista. Luego de restaurar una histórica bodega de Chacras de Coria, Luján de Cuyo, en 1998 comenzaron a elaborar sus vinos con el foco puesto en Malbec y Torrontés. Hoy con la enología del también francés Matthie Grassin, acaban de renombrar su tinto de cabecera como Alta Vista Premium Estate, para dejar constancia que solo trabajan con uvas propias. Considerado un clásico de la góndola, este Malbec es una versión power de nuestra cepa emblemática pero con los encantos que el savoir-faire logra imprimir.
Antucura Grand Vin. Esta bodega pertenece a Anne Caroline Bianchieri, editora francesa, también propietaria de la editorial Caviar Blue. Con un década en el negocio del vino recién cumplida, la bodega cuenta con la enología de Hervé Changnaux, también francés. Ubicada en Vista Flores, Valle de Uco, supieron hacerse fama con vinos intensos y concentrados, un estilo del que se van alejando con las últimas añadas. Buen ejemplo es este blend de Cabernet Sauvignon y Malbec que se destaca por su paladar amable y la complejidad de la buena crianza. Un vino en el que se respira el espíritu de los grandes Burdeos.
Lindaflor Chardonnay. En la avanzada francesa sobre el Valle de Uco, que caracterizó a las inversiones extranjeras la década pasada, el Clos de los Siete supo ser noticia. Se trataba ni mas ni menos que del desembarco local de un puñado de familias con renombre en el negocio del vino en Burdeos, donde contaban con más de una decena de prestigiosos chateaux. Entre ellos, Catherine Pere Verge fue la pionera en abrir su bodega mendocina: Monteviejo, con Marcelo Pelleriti como enólogo, quien se encargaría con los años de las bodegas de los Pere Verge en Francia. Expertos en tintos, sin embargo, fue su Chardonnay el que no tardó en convertirse en referente de la alta gama de los blancos argentinos. Elaborado con uvas de la finca de Vista Flores, resulta opulento y expresivo, con mucha tensión en paladar.
Atamisque Assemblage. Entre las inversiones francesas que llegaron al país la década pasada, la de John du Monceau y Jean Edouard de Rochebouet se cuenta entre las más imponentes. Además de la pintoresca bodega que construyeron en Tupungato, cuentan con un criadero de truchas y un restaurante donde probarlas junto a sus vinos. Para la enología contrataron al franco argentino Philippe Caraguel quien elabora vinos de mucha frescura y sustancia, similares a los que se pueden encontrar en muchas regiones francesas. El gusto por el estilo galo se aprecia en todas sus líneas. Este tinto de corte es su tope de gama, una etiqueta ideal para quienes disfrutan de vinos intensos como de los que buscan que guardar en la cava para descorchar en un par de años.
Domaine Bousquet Grande Reserve Chardonnay. Presente en Valle de Uco desde 1998, Bousquet es pionera en Gualtallary muchos antes que se convierta en el terruño más codiciado de Mendoza. Allí esta familia originaria de Carcassonne produce un amplio porfolio de vinos que tienen como factor común la frescura penetrante del Valle de Uco. Entre sus etiquetas los blancos son un capitulo aparte ya que cubren un estilo no tan habitual en el mercado local. Tensos y expresivos, versátiles y complejos como este Chardonnay producido con uvas cultivadas a más de 1.200 metros de altura y criado por 10 meses en barricas de roble. Un blanco para amantes de los tintos.
Alejandro Iglesias
