Felipe Pigna: “Al Gran Pueblo Argentino Salud”

Nuevo libro de Felipe Pigna: “Al Gran Pueblo Argentino Salud”

El historiador se mete ahora con el vino y descorcha sus mitos y verdades en un nuevo libro. En una charla con Vinómanos, nos cuenta cómo llegó al vino y qué lo sedujo a escribir de él.

Entrevistas vinomanas

Las solapas de los libros de Felipe Pigna tienen tantos títulos, galardones y trabajos referidos, que si la copiáramos no alcanzaría esta página para citarlos a todos. Lo hemos visto en la tele, lo escuchamos en radio y además –y sobre todo- lo leímos: desde sus “Mitos de la historia Argentina”, cuya primera edición ahora cumple diez años de venta indiscutida, a “Lo pasado pensado”, “Libertadores de América” y “Evita, jirones de su vida”, cuenta casi una veintena de títulos hiteros. Porque Pigna sabe escribir y sabe generar interés sobre o que escribe. Como si la historia fuese bajo su pluma algo que pica justo entre lo épico y lo ridículo, llena de intrigas y solidaridades como la vida misma, consigue que sus lectores nos asomemos hoy al tiempo pretérito. De ahí que sus libros rompan récores de venta año a año.
Y ahora Pigna se mete con el vino. Editado por Planeta (336 páginas, 169 pesos), su nuevo libro plantea un recorrido por un tema que estaba vacante en nuestra historia: la bebida nacional. Es cierto que existen innumerables papers y libros sobre el tema –los de Pablo Lacoste son el faro en el que Pigna se guía, por ejemplo- pero no existía hasta ahora uno que lo acercara a los bebedores y lectores, que es el mérito de “Al gran pueblo argentino salud”, tal como se llama el libro.
Para los que, como nosotros, desconocíamos la afición del historiador por el vino, la lectura de esta breve entrevista –previa a la presentación del libro el próximo jueves 20 de marzo en Dain, Usina Cultural- no tendrá desperdicio. Con ustedes, Felipe Pigna, el bebedor de vinos en tiempo presente.
-¿Qué fue lo que te atrapó del vino para escribir sobre él?
-Que ante todo es una bebida social. No es un plan egoísta, como el whisky solitario, que sirve para ahogar las penas o para hacerlas flotar. Es algo que se comparte y que ocupa un lugar entre la gente. Y esa condición social, para un historiador, es como tener servido en bandeja su alimento.
-Y sin embargo no hay muchos títulos sobre el tema.
-Es verdad.  Hay libros académicos muy buenos, pero poco conocidos, escritos por historiadores excelentes, como los del mendocino Pablo Lacoste, pero no existía un libro pensado para los consumidores. Y un poco entre la curiosidad social del vino y otro poco por esta vacante en las lecturas, fue que hará dos años decidí encarar el libro.
-¿Cómo empezaste?
-Es curioso, porque el inicio del libro fue una charla que tuvimos con José Alberto Zuccardi. En esa charla el bodeguero me alentó a escribir una obra que diera cuenta de la historia del vino en argentina. Me dijo: “tenés que venir a Mendoza, conocer a la gente que trabaja en el vino”. Y me lo tomé en serio. Fui a la bodega, con gran generosidad me presentó a la gente que define el negocio y poco a poco quedé enamorado del vino y del libro que tenía que escribir. Aprendí muchísimo en ese viaje.

-¿Qué cosas, por ejemplo?
-Que la del vino no es una industria para apurados. Y que, precisamente por ello, genera una burguesía muy particular dentro de la Argentina. Comparada con la pampa húmeda, por ejemplo, donde la burguesía es rentista, la del oeste y en particular la de Mendoza, tuvo una fuerte inclinación productiva: pasó del cultivo de una fruta a su industria, con todo lo que eso significa tener una burguesía vinculada a la transformación. Algo sobre lo que había leído, y comprendía bien, pero que al verlo me cambió la perspectiva. El vino tiene cosas únicas. Por ejemplo, una estructura social muy particular en América: sobre 310 mil hectáreas de cultivo en argentina hay 30 mil propietarios; y tiene una estructura de cooperativas muy sólida, como FeCoVita, por ejemplo, elabora el vino posiblemente más consumido del país, Toro.
-Digamos, que el contraste con la historia más conocida, la de la pampa húmeda, te sedujo porque involucra a mayor cantidad de actores.
-Sí. La del vino, contrariamente a su imagen publicitaria, no es una historia de la alta sociedad. Involucra a los sectores populares a gran escala: como productores y consumidores. Con el valor extra de ser la historia de un producto rico, que estimula la subjetividad de esas personas, y participa de la forma en que viven y perciben lo que viven.
-¿Cambió tu manera de beber vinos con este libro?
-Absolutamente. Ahora veo todo esto dentro de una copa. Es algo invisible que gana dimensión cuando se lo conoce. La gente del vino tiene pasión por lo que hace. Se les va la vida en ello. Lo vi en todas las entrevistas que hice para el libro, que fueron muchas. Eso es lo más increíble que genera el vino: pasión.
-También, imagino, que habrás apasionado con muchos vinos en el proceso.
-Muchos. Y muy buenos algunos de ellos. No fue un libro fácil de escribir (se ríe Pigna).
-¿Qué vino descubriste?
-Ahora estoy con el Cabernet Franc. Me tiene fascinado. Pero me gustan mucho los Malbec de Mendoza y el Torrontés de Salta en general.
-¿Y el Pinot Noir?
-Me gusta mucho. Pero no soy un gran conocedor de vinos.
-No parece. ¿Sabías de vinos antes de empezar el libro?
-Lo básico. Un poco por mi padre, que me formó el gusto. Él era el representante de la Camerata Bariloche y viajaba mucho. Siempre traía vinos de Rioja, del Duero. Recuerdo mucho los Alabrinhos que traía de Galicia, su acidez, perfecta para comer pescados en las barras de las pulperías.
-¿Las de la pampa húmeda?
-No, las de Galicia, claro. Lo curioso es que de ahí viene el nombre nuestras pulperías. En Galicia, se come el pulpo recién salido del mar con un Albarinho punzante en unos bolichitos sobre la costa. Y como está comprobado por los historiadores locales, muchos de los propietarios de las tiendas de campaña en el campo argentino fueron gallegos. Al parecer el término fue importado con nostalgia, porque conseguir pulpos en la pampa no parece algo sencillo.
-Buen dato. Lo que va quedando claro es que como historiador sos un buen tomador de vinos.
-Cierto (vuelve a reír Pigna). Es que tengo un buen mentor en esto: Juan Martín Guevara, el hermano del Che, con su tienda Epicúreos. Él me guía en las compras y me recomienda siempre buenos vinos.
-¿Tendrás tus etiquetas guardadas, entonces?
-Tengo una cava, bah, una conservadoras de esas que parecen heladeras, con unas 30 botellas que descorcho cada tanto.
-¿Y cuál sería una ocasión especial para una de esas buenas botellas?
-Cuando cocino para mis hijos. Un poco porque vienen a casa y otro poco porque como los invito a comer, vienen. Ahí, si es un asado o un risotto de hongos con pollo, que son mis especialidades, me juego con una buena botella.
-¿Por ejemplo?
-Si habrá siesta, San Pedro de Yacochuya.
Joaquin Hidalgo

Autor

  • Joaquín Hidalgo

    Es periodista y enólogo y escribe como cata: busca curiosidades, experimenta con formatos y habla sin rodeos de lo que le gusta y lo que no. Lleva más de veinte años en esto. Lo leen en Vinómanos (plataforma que fundó en 2013) o bien en medios nacionales, como La Nación y La Mañana de Neuquén. Desde 2019 es el crítico para Sudamérica de Vinous.com (EE.UU.).

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