Usar el chat del celular es una de las principales actividades de quienes tenemos smartphone. Se ha convertido en una herramienta de trabajo, ocio y diversión, pero aún nos cuesta pensar que podemos sumar un chat de inteligencia artificial para, prácticamente, lo que queramos.
ChatGPT es el nombre que se le dio a un bot de inteligencia artificial creado por OpenAI, una organización global sin fines de lucro, creada por programadores. Está disponible al público general con solo realizar un login y permite chatear con un software.
Al mejor estilo de Hall 9000 de Odisea en el espacio o Samantha en el film Her de Spike Jonze, este chat cuenta con una biblioteca inabarcable para la mente humana y en la que se basa su inteligencia.
ChatGPT no accede a internet, sino que se alimenta de una monstruosa base de datos con información disponible hasta 2021 y a partir de ese momento, todo es aprendizaje.
Esta capacidad parte de infinidad de fuentes digitales y, como toda inteligencia artificial, tiene la posibilidad de aprender cada vez que sostiene un diálogo con interlocutores. Ahí radica el éxito de su popularidad.
Cualquier persona puede pedirle al ChatGPT la redacción de un artículo, la letra de una canción, una definición de Wikipedia y por supuesto una receta de cocina. Y aquí nos vamos a detener.
¿Sirve ChatGPT para cocinar? Un risotto sin alma
En este chat conviven en una tensa armonía errores de concepto, de identidad, de cronología y muchos más con aciertos que realmente deslumbran. Ante la consulta del autor de este artículo sobre quién soy, el ChatGPT me nombró autor de libros que no escribí, me puso al frente de cátedras de universidades en las que nunca estuve y me designó funcionario gubernamental de países que nunca visité.
Pero, al mismo tiempo, le pedí que escribiera un artículo sobre cuáles son los 10 automóviles más caros de la historia y el resultado fue una nota periodística que no necesita editor para ser publicada en cualquier medio.
Frente a este escenario, la industria de la gastronomía -como muchas otras, incluso el periodismo y la educación- entró en pánico sobre qué puede pasar con el mundo de quienes viven hacer cocinar al mundo o simplemente de invitar a disfrutar de una buena comida.
En la actualidad ChatGPT se puede utilizar para responder preguntas sobre la gastronomía, desde recetas hasta información nutricional. Además de la creación de recetas, también puede ayudar en la planificación de menús y la elección de alimentos saludables.

Al hacer preguntas sobre las preferencias y objetivos alimenticios, ChatGPT puede recomendar opciones de comidas que cumplan con las necesidades de nutrientes y sabores de cada persona.
Otra forma en la que ChatGPT puede ser útil para la gastronomía es en la creación de contenido. Aquellos que trabajan en gastronomía, pueden utilizar este modelo de lenguaje para generar ideas de artículos y responder preguntas de los usuarios en las redes sociales o en su sitio web.
Pero, ¿cuán confiables son esos materiales? El primer dato alentador para los creadores de contenidos de carne y hueso es que a las recetas que ofrece ChatGPT, incluso siendo precisas y tentadoras, les falta alma. No tienen imágenes y no tienen corazón.
Si por un motivo se ha revitalizado el mundo gastronómico en los últimos 20 años es justamente por la humanización, el talento detrás y el carisma de quienes se colocan el delantal de cocina.
La ausencia de humanidad del chatGPT es notable en un caso de uso: le pedí “la mejor receta de un risotto” y, más allá de describirme los ingredientes con precisión quirúrgica y compartirme las instrucciones paso a paso como si nunca hubiese prendido un mechero, no me dio data alguna sobre el origen de esa receta.
¿Quién la hizo? ¿Dónde la hizo? ¿Alguna vez se probó? El único atisbo de humanidad me lo compartió hacia el final: “Recuerda que el risotto requiere de atención constante durante la cocción para obtener la textura cremosa adecuada, así que asegúrate de estar pendiente y revolviendo con frecuencia”.
Cuestión de identidad
La última revolución de la gastronomía se basa justamente en la identidad, en el carisma de quien recomienda o sugiere recetas, en la articulación audiovisual y, por qué no, en el humor con que se propone. Todos atributos que están ausentes en la inteligencia artificial.
El modelo desarrollado por Open AI reduce la necesidad de asistencia humana para que un sistema de aprendizaje automático se represente a sí mismo el mundo. Pero como ocurre con cualquier bot, hay personas trabajando detrás de escena y en general, no teniendo ni consciencia del mundo ni consciencia de sí, el bot no va a hacer nada por voluntad propia. Ahí radica la diferencia principal con la gastronomía contemporánea.

Bajo este esquema, el ChatGPT resulta útil para tareas pequeñas (resúmenes de texto), generar ideas disparadoras de baja creatividad o escribir un tuit. Es muy probable (ya lo comprobé en realidad) que me comparta la mejor receta del mondongo a la española. Pero carece de contexto, de autenticidad y de identidad.
Digamos que le compite a Google de igual a igual, aunque en el caso del ChatGPT no tenemos la opción de comparar, elegir o quedarnos con la que más nos guste. Y tampoco están representados los cinco sentidos, tan esenciales a la hora de seguir una receta.
Estamos siendo parte del ciclo de auge y caída que hemos visto en la historia de la inteligencia artificial. El actual es un momento en el que los científicos informáticos y las empresas inventan nuevas técnicas que parecen emocionantes y poderosas.
Las empresas tecnológicas se valen de los expertos para crear productos que prometen hacer la vida de todos más fácil (o más productiva), y los inversores desatan los nudos de la financiación. Todo el mundo promete demasiado y se entusiasma con la inteligencia artificial que se inventará.
Lo cierto hasta el momento es que la historia de la tecnología no ha sido amable con los pioneros de la inteligencia artificial que prometieron demasiado y no cumplieron. Cuando presenten un robot con inteligencia artificial que puede interpretar una receta y además prepararla, ahí volveremos a meter la cuchara.