
Bueno, bonito, barato y bailable: la industria gastronómica global se sube a la carroza de la originalidad para vendernos ingredientes que podemos transportar y dosificar con la misma facilidad con la que se mueve una reina de comparsa.
Ya conocíamos la espuma que había presentado Fernet 1882 y que es “ideal para algo”: preparar un trago, coronar un choripán, darle un toque original a un alfajor o entregarte al vicio de comerla del pico.

Bueno, ahora queremos que sepas que en Australia venden vinos en sachets de un cuarto litro con tapa a rosca, perfectos para ocupar un rincón en la heladerita de picnic.

En Argentina podés conseguir productos más ATP, como pulpa de fruta y comida para bebés, en formato pouch, a los que se suma la vieja y querida crema chantilly en modo aerosol.

En otros países, las góndolas tientan con vodka en pomo, junto con colorantes comestibles que se aplican democráticamente a todo: frutas, verduras, bombones, pollos, lo que venga.
También hay crema de queso, crema pastelera y hasta masas para tempura y para churros que vienen en spray.

Con esa sensación rara de no saber si estás decorando un postre o preparando una afeitada en una barbería, escuchás los tambores que marcan el ritmo del samba, te encandilás con los trajes de lentejuelas y notás que el aire tiene ese espíritu de cálido derroche que solo reina en febrero.

Si te decimos que es Carnaval, vos apretá el pomo.