En el mundo de los blancos el Chardonnay es una variedad que debería ser tinta: ofrece cuerpo, textura untuosa y expresión moderada, pero siempre elegante, como esos tintos de cuerpo medio que envuelven el paladar en un suave y refrescante terciopelo. Pero el Chardonnay es blanco.
Y no sólo es un tema de color. También de estilo. De Chardonnay están hechos los Champagnes más delicados –los apetecibles blanc de blancs, etéreos y delicados como los mejores perfumes– y de Chardonnay también están elaborados los blancos robustos y maderosos de California, tan corpulentos y potentes como un aceite aromático, y llenos de sabor. Y en el medio, un amplio y complejo medio, cabe todo el rango que va en Francia desde la Borgoña, el nombre del equilibrio, a Chablis, en donde la lima y el limón tensan la boca de la variedad hasta el extremo.
Pero estamos en sudamérica y el Chardonnay argentino cada vez más propone todos esos estilos en un solo lugar. ¿Cómo elegirlos según el gusto y cuáles probar?
Chardonnay argentino, de montaña
Algunos terruños de Mendoza ofrecen un modelo de Chardonnay revelación. Son tan fríos como lo mejor de Chablis y Borgoña, pero a diferencia de aquellos parajes nublados, los locales son absolutamente soleados. De forma que en rincones como San Pablo, El Peral y Gualtallary, principalmente, pero también Chacayes, todos en Valle de Uco, es dable encontrar un clima ideal para un estilo nuevo que combina frescura con madurez aromática.
A la nariz son maduros y caben justo entre las frutas tropicales, como ananá, y las de pulpa blanca, tipo manzana verde, pero que ofrecen al mismo tiempo un toque de lima. En boca es donde la ecuación resulta sorprendente. En determinados suelos enfatiza la gordura y untuosidad, mientras que en otros resultan esqueléticos y flacos. En todo caso, ambos ofrecen una frescura tensa que el paladar agradece, aún cuando la crianza tiende a morigerarlos.
Así, por ejemplo, son: Terrazas Reserva (2016, $235) y Andeluna Altitud (2017, $395) entre los más voluminosos, y Cadus Vista Flores Appellation (2016, $415), Marcelo Pelleriti Signature Chardonnay (2016, $290). A ellos se suma una nueva liga en precios, como el flamante Zuccardi Fósil (2017, $1050) y Catena Zapata White Stones & Bones (2014, $1800).
Chusmeá esta infografía sobre el gusto del Chardonnay
Chardonnay argentino, de los llanos
Entre Mendoza y Patagonia hay un amplio espectro de Chardonnay argentino, encolumnado en plan tropical y de paladar amplio y untuoso. La mayoría, además, recibe crianza en roble para apuntalar el carácter complejo y untuoso.
En Indicaciones Geográficas como Agrelo, Las Compuertas, Barrancas y San Patricio del Chañar, por ejemplo, todas zonas climáticas cálidas como algunos rincones de California, el perfil de los Chardonnay va por la desmesura: aromas de ananá y banana, crema de maíz, trazos de pera jugosa tipo Williams, y un paladar tan envolvente y untuoso, en el que la manteca y el aceite se mezclan en un combo atractivo que invita a beber con pausa. Si además el roble aportó vainilla, el resultado es un blanco seductor y rico que no consigue boca que se resista. En cuanto a la frescura, es un dato menor en este estilo, aunque debe estar y bien lograda.
Ejemplares de este tipo hay muchos. Conviene apuntar a estos para tener el ABC del estilo:
Saurus Patagonia Select (2016, $255).
Bodega del Fin del Mundo Reserva (2015, $260).
Luigi Bosca (2016, $340).
Norton Reserva (2016, $308).
Escorihuela Gascón Pequeñas Producciones (2015, $595).
Chardonnay argentino, del mar
Y ahora despunta otra vertiente en el horizonte. En terruños junto al mar, como el sur de la provincia de Buenos Aires, donde el frío del océano viene a morigerar el estilo. Claro, en esta zona no existe el sol de Los Andes. Y el perfil del Chardonnay rumbea por el cuerpo delgado, la frescura elevada y los aromas cítricos antes que nada. Es el modelo más parecido a Chablis, que hay en nuestro mercado.
En ese sentido, buen ejemplo hasta ahora es Trapiche Costa & Pampa (2016, $400). Habrá más.